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Michel Foucault, filósofo: "La gobernabilidad se ha vuelto cada vez más estricta con el tiempo"
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Michel Foucault, filósofo: "La gobernabilidad se ha vuelto cada vez más estricta con el tiempo"

En su análisis, el pensador mostraba cómo la autoridad fue ganando presencia en lo cotidiano

Foto: Michel Focault (Archivo)
Michel Focault (Archivo)

Gobernar no es encerrar, es guiar, defendía Michel Foucault en una de sus últimas entrevistas, realizada en 1981 por el también filósofo André Berten en la Universidad Católica de Lovaina. Allí, el pensador francés explicaba que el poder no es algo que se posea o se imponga de forma monolítica, sino una red de relaciones que estructura la vida cotidiana, desde la política hasta el cuidado médico, pasando por la economía y la vida familiar: es sorprendente lo que las enseñanzas de este gran filósofo puede enseñarnos en el día de hoy.

El poder no es una cosa, insistía Foucault. Para él, no existe una entidad todopoderosa que irradie control desde un centro oscuro. Lo que hay, más bien, son formas de gobierno: maneras de dirigir las conductas de los individuos, usando estrategias y tácticas. Esa forma de gobierno extendida —que él llamaba “gubernamentalidad”— no está reservada a los Estados, sino que puede aplicarse a familias, grupos sociales o comunidades. La clave está en cómo se influye en la conducta del otro.

Se gobierna a los locos, a los enfermos y a los consumidores, explicaba con serenidad. Foucault se interesó especialmente por las formas históricas en que se ha ejercido ese poder en instituciones como hospitales y prisiones. ¿Cómo se ha tratado a los enfermos? ¿Dónde se les ha situado? ¿Bajo qué lógica económica y moral se les ha atendido? Su reflexión rastrea cómo el ejercicio de gobernar se ha infiltrado en esferas íntimas de la vida, disfrazado a veces de cuidado o de filantropía.

En su análisis, el filósofo mostraba cómo la autoridad fue ganando presencia en lo cotidiano. Durante la Edad Media, por ejemplo, los poderes políticos se conformaban con recaudar impuestos, sin preocuparse mucho por las costumbres diarias de sus súbditos. Pero con el tiempo, y sobre todo en la era moderna, la gobernabilidad empezó a abarcar más aspectos: desde cómo comemos hasta qué compramos o cómo cuidamos nuestra salud.

La vigilancia ya no necesita barrotes, advertía. Para Foucault, el control actual no tiene por qué manifestarse con represión explícita. Las sociedades contemporáneas, incluso las liberales, han perfeccionado mecanismos más sutiles de regulación. A través de normas sociales, políticas públicas o dinámicas de consumo, se moldea el comportamiento colectivo sin necesidad de castigos directos.

La libertad está condicionada, no eliminada, concluía. Aunque reconocía que el campo de lo gobernable ha crecido, no veía la gobernación como un sinónimo de opresión total. Más bien, se trata de un equilibrio cambiante entre dirección y autonomía, entre conducción y resistencia. Foucault invitaba a no caer en el fatalismo, sino a analizar con lucidez cómo se ejerce hoy el poder y qué margen tenemos aún para actuar dentro de sus redes.

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La entrevista, que resurge ahora por su actualidad, nos recuerda que la forma en que somos gobernados influye en cada decisión diaria, incluso aquellas que creemos estrictamente personales.

Gobernar no es encerrar, es guiar, defendía Michel Foucault en una de sus últimas entrevistas, realizada en 1981 por el también filósofo André Berten en la Universidad Católica de Lovaina. Allí, el pensador francés explicaba que el poder no es algo que se posea o se imponga de forma monolítica, sino una red de relaciones que estructura la vida cotidiana, desde la política hasta el cuidado médico, pasando por la economía y la vida familiar: es sorprendente lo que las enseñanzas de este gran filósofo puede enseñarnos en el día de hoy.

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