El año del exterminio gitano: cuando España persiguió a los suyos
Aunque ya habían sido perseguidos por los Reyes Católicos, el pueblo gitano sufrió su primer exterminio 'legalmente planificado' a mediados del siglo XVIII
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"La medicina ha avanzado tanto que ya nadie está sano", Aldous Huxley.
Era el momento de un verano con temperaturas inusualmente altas. Las palomas, pajarillos, gallinas en los corrales y otros animales menores, padecían severos golpes de calor hasta el punto, de caer de los árboles a plomo. Corría entonces un mes de julio del año 1749. Docenas de cadáveres humanos acompañados de ávidos carroñeros, poblaban las lindes de los caminos que conducían a miles de gentes de un pueblo, de natural, marginado históricamente; era algo así como una triste imagen de seres arrastrando los pies en medio de aquel polvoriento sendero de tragedia, descalzos la inmensa mayoría, andrajosos y con las marcas del castigo de la vida bien asentadas en su rostro tras generaciones de penalidades. Era una fracción del pueblo gitano radicado en aquella España que había hecho grande la historia.
Desde su diáspora primigenia hasta su asentamiento como romanís en la Europa del este (Rumania, Bulgaria, Hungría) los gitanos habían sobrevivido, a duras penas, a un acoso permanente. Durante siglos su pertenencia étnica, estigmatizaba a aquellos descalzos sin futuro, gentes execradas por otros que mismamente eran tan pobres como ellos, pero que, estaban dentro del sistema. Una ley firmada por el rey Fernando VI y ejecutada por el Marqués de la Ensenada (uno de los grandes renovadores de la Armada Española junto con Patiño y el ilustre Jorge Juan) se había traducido en una persecución implacable de este pueblo desheredado.
Conductas puntuales de algunos de sus componentes se habían multiplicado en el imaginario del "respetable", demonizando a todo el colectivo como responsable de cualquier cosa que aconteciera relacionada con hurtos, volatilización de propiedades, desaparición de ganado menor... Desde esta perspectiva, el ejército y las autoridades municipales se organizaron al alimón para rastrear hasta los más recónditos lugares del país en una cacería del hombre sin precedentes.
Alrededor de 12.000 gitanos fueron detenidos en todo el territorio nacional y enviados a trabajos forzados; los niños y madres, fueron hacinados en presidios
A la conclusión del mes de julio de ese año, un edicto real y múltiples copias del mismo, distribuidas profusamente en todos los rincones de España, se rebelaron contra este colectivo, capturando a miles de ellos. Instrucciones precisas fueron distribuidas a toda la cadena de mando y departamentos de la administración encargados del orden público para su inmediata ejecución. Alrededor de 12.000 gitanos fueron detenidos en todo el territorio nacional y enviados a trabajos forzados; los niños y madres, fueron hacinados en presidios. En puridad, el exterminio de esta etnia ancestral, no era desembocar en un apartheid; el estirado conde de Aranda había sugerido, que no insinuado, aniquilarlos.
Se hace necesario señalar que la preparación de la Gran Redada fue una demoniaca obra de orfebrería cuya tragedia no se había expresado aún, en toda su tenebrosa extensión. Durante el trayecto, centenares de ellos murieron por hambre y agotamiento. Presidios intermedios, recintos amurallados, alquerías, cercados para ganado..., fueron “habilitados” como residencias transitorias para alojar a aquellos desgraciados, hijos de múltiples prejuicios.
La "solución final" para concluir aquel "exterminio" conforme a las reglas de la eficacia, se hizo materialmente inalcanzable, habida cuenta de la reducida financiación con la que se dotó el operativo... Ni los recursos humanos ni los económicos estuvieron a la altura de aquel despropósito.
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La duración de aquel aquelarre, en el que murieron cerca de 6000 gitanos, tuvo su final en el año 1765, cuando algunas voces piadosas cercanas a la parte más humana de la Iglesia se opusieron a aquel holocausto.
Renunciar a tu cultura para sobrevivir
Con anterioridad, los Reyes Católicos, les echaron el guante por paganos. Su forma de vida, algo "friki", su ininteligible lengua, su extraña idiosincrasia, los hacían aptos para ir a galeras de forma expeditiva y sin muchos preámbulos. El habitual nomadismo de esta etnia, sus desprestigiadas actividades, la ausencia de crucifijos en sus hábitats de fortuna y la falta de práctica de los rituales cristianos; los convertían en sospechosos.
Para regular como Dios manda los aspectos legales de estos bohemios antisistemas, se implementó una Pragmática en Medina del Campo en el año 1499, convirtiendo la persecución y castigo a este colectivo en algo legal. A estas leyes había que añadir otras docenas de medidas muy arbitrarias, en las que la ley no se perdía el tiempo en zarandajas con los representantes de la defensa, cuando los había claro.
Algunos conseguirían colarse por las rendijas de las fronteras. Renunciar a sus estrafalarias indumentarias, cultura, creencias y abjurar de su condición de gitanos; podían conformar un salvoconducto aceptable. A finales del siglo XVI el hecho de partir hacia la América revelada les liberaba en una especie de puerta trasera de la ignominia y la desesperación. Pero fue en la época de Felipe II cuando estas "facilidades" se conculcaron volviendo a la persecución (los condenados a galeras morían como moscas y se hacían necesarios los "repuestos"). La mentalidad de la ignorancia, habitual por su incapacidad crítica, convertía en parias de la tierra a los ojos de la población a esta etnia castigada por el infortunio y quizás, por algunas costumbres de difícil asimilación por libertinas a ojos delos rancios.
A Carlos III, allá por 1765, se le encendió una bombilla y le dio un repente. Indultó al colectivo. Pero era ya muy tarde. Habían sido desposeídos de todo, esto es, de absolutamente todo. Sus precarias profesiones, sus casas, animales de producción, vínculos familiares; todo aquello que da algo de dignidad a los seres humanos.
"El más oscuro rincón del Infierno está reservado para aquellos que conservan su neutralidad en tiempos de crisis moral"
Decía Hannah Arendt en una de sus profundas reflexiones que: "El mayor mal en el mundo es cometido por personas que no eligen ser ni malvadas ni buenas... sino personas que se niegan a pensar". Dicho de otro modo y a través del verbo de Dante Alighieri. "El más oscuro rincón del Infierno está reservado para aquellos que conservan su neutralidad en tiempos de crisis moral".
"La medicina ha avanzado tanto que ya nadie está sano", Aldous Huxley.