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Ni en la nevera ni en el frutero: el sitio de tu casa perfecto para conservar las ciruelas y que no se estropeen
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Ni en la nevera ni en el frutero: el sitio de tu casa perfecto para conservar las ciruelas y que no se estropeen

Este bocado dulce nos gusta a todos, pero es frecuente que se pongan malas antes de poder disfrutarlas

Foto: Ciruelas (iStock)
Ciruelas (iStock)

Cuando llega el calor, apetece tener siempre a mano frutas jugosas, dulces y refrescantes. Las ciruelas son protagonistas del verano por su sabor, su efecto saciante y ese toque ácido que refresca. Pero, aunque parezcan resistentes, no todas las formas de conservarlas en casa juegan a su favor. Elegir mal dónde colocarlas puede convertirlas en una masa harinosa o en un manjar estropeado antes de tiempo.

El truco para que duren más de lo que imaginas está en conocer el punto exacto de maduración en el que se encuentran. Si aún están algo duras, lo mejor es dejar que terminen de madurar fuera del frigorífico. Un clásico de los hogares, el frutero sobre la mesa o cerca de una ventana, no siempre es buena idea: el sol directo puede “cocerlas” antes de tiempo. Además, el etileno, una sustancia que producen otras frutas muy maduras, podría calar la final piel de las ciruelas y hacer que se pochen.

El sitio perfecto en casa es un rincón fresco y oscuro, lejos del calor, del sol y de corrientes de aire. La despensa es ideal si no tiene humedad. Las ciruelas aún verdes pueden madurar bien en una bolsa de papel, donde se acelera el proceso gracias al etileno que liberan. Así conservarán su aroma y textura sin necesidad de frío.

Cuando ya estén maduras, sí se pueden meter en la nevera, pero con condiciones. Nunca en bolsas herméticas que corten la ventilación. Lo ideal es ponerlas en el cajón de las verduras o, si quieres alargar su frescura aún más, en hueveras de cartón para que no se aplasten. Eso sí, cuidado con los olores: son muy absorbentes y pueden oler al queso fuerte de al lado.

Recubiertas de pruina

Otra pista para saber si una ciruela está en su punto: su piel tendrá un polvillo blanco, la famosa "pruina". Aunque muchos la eliminan pensando que es suciedad, esta capa natural protege la fruta del sol, los insectos y la deshidratación. Frotarla con agua la elimina, por eso se recomienda lavarlas justo antes de comerlas, no antes de guardarlas.

La nevera no es enemiga si se usa bien, pero tampoco es el primer lugar para dejar las ciruelas tras la compra. Si están verdes, necesitan respirar a temperatura ambiente. Si están listas, un paso por el frío las mantendrá jugosas unos días más, pero lo mejor es consumirlas cuanto antes. Como todas las frutas, las ciruelas están en su mejor momento justo cuando alcanzan la madurez natural.

Foto: El arándano, una fruta muy popular. iStock

Si te sobra mucha cantidad, puedes congelarlas, preparar mermeladas o hacer compotas. Pero si lo que buscas es que aguanten unos días más con todo su sabor, la clave está en el lugar: fresco, ventilado, sin luz directa… y sin prisas.

Cuando llega el calor, apetece tener siempre a mano frutas jugosas, dulces y refrescantes. Las ciruelas son protagonistas del verano por su sabor, su efecto saciante y ese toque ácido que refresca. Pero, aunque parezcan resistentes, no todas las formas de conservarlas en casa juegan a su favor. Elegir mal dónde colocarlas puede convertirlas en una masa harinosa o en un manjar estropeado antes de tiempo.

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