Catherine L'Ecuyer, doctora en educación y psicología, sobre el brainrot digital: "No es exagerado hablar de daño cognitivo si el consumo es frecuente y sin supervisión"
Un fenómeno viral entre los más jóvenes ha encendido todas las alarmas en la comunidad científica internacional
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El fenómeno del brainrot digital preocupa a la comunidad científica internacional. Personajes como Bombardiro Crocodilo, una creación absurda de IA que acumula más de 1.200 millones de visualizaciones en TikTok, ilustran esta sobrecarga sensorial. Sus vídeos, llenos de imágenes deformes y frases sin sentido, buscan estimular de forma agresiva el cerebro de los más jóvenes, manteniéndolos en bucles de consumo adictivo y sin desarrollar la atención plena.
Para la doctora Catherine L’Ecuyer, los niños “deben aprender en contacto con la realidad, no con un bombardeo de estímulos externos perfectamente diseñado”. Psiquiatras infantiles ya alertan de que la exposición frecuente a estos contenidos fragmenta la atención, altera el lenguaje y perjudica el pensamiento reflexivo. “No es exagerado hablar de daño cognitivo si el consumo es frecuente y sin supervisión”, insiste L’Ecuyer, en línea con informes recientes de universidades como Oxford.
Se han puesto de moda los llamados "brainrot" que son seres creados con IA con nombres graciosos en italiano y tailandés con una descripción de lo que hacen. pic.twitter.com/N9X5sDaEl5
— José Hernández 🖌 (@ciberpepito) April 19, 2025
Expertos en neurociencia advierten que estos vídeos hiperacelerados funcionan como una “comida chatarra digital” para el cerebro. El sistema dopaminérgico de los niños, que regula la atención y la motivación, es especialmente vulnerable a estímulos absurdos, impredecibles y coloridos. A diferencia de los cuentos o las series tradicionales, estos contenidos no educan ni entretienen: solo activan respuestas automáticas que pueden derivar en adicciones, ansiedad o déficit de atención.
Detrás del fenómeno hay creadores anónimos y plataformas automatizadas que utilizan inteligencia artificial para producir contenido masivo sin regulación ni control de calidad. Mientras países como Francia o Canadá ya estudian medidas para limitar su impacto en menores, los expertos insisten en abrir un debate urgente. Si no se actúa, advierten, el futuro de la infancia podría parecerse mucho a estos vídeos: ruido, confusión y una pérdida progresiva de la capacidad de pensar de forma reflexiva.
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