He viajado por todo el mundo para saber qué define a un buen padre o madre. Estas son mis conclusiones
Cansada de criar en soledad, una periodista recorrió varios países para descubrir cómo se cuida a los niños en otras culturas y qué tradiciones familiares ayudan a aliviar el día a día
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La periodista Marina Lopes recorrió distintos continentes para responder a una pregunta universal: ¿qué significa ser un buen padre o madre? Tras vivir en comunidades tan dispares como Mozambique, Países Bajos, China o Brasil, descubrió que la clave no está en seguir un manual estricto, sino en apoyarse en la comunidad, ceder el control y abrirse a formas colectivas de criar a los hijos.
Marina Lopes, autora del libro Please Yell at My Kids, vivió durante años el agobio de ser madre de dos niños pequeños sin ayuda externa. Junto a su pareja, decidió mudarse de Estados Unidos a Singapur, donde comenzaron una vida compartida con sus mejores amigos. Allí, descubrió que criar en comunidad no es una excentricidad: es una necesidad. Comer juntos, turnarse para cuidar a los niños y aceptar que otras personas también ejerzan autoridad sobre ellos cambió su perspectiva por completo.
Durante su investigación como corresponsal internacional, Lopes detectó diferencias profundas en la forma en que se entiende la crianza. En Mozambique, por ejemplo, el concepto de madre se extiende a vecinas, tías o mujeres mayores del barrio. Las aldeas no se heredan: se cultivan, explica Lopes en un reciente artículo de la BBC, quien al regresar a EE.UU. empezó a organizar cenas comunitarias y juegos vecinales para imitar esa red de cuidados.
"Los trucos varían según el país, pero el principio es común: no puedes hacerlo solo y tampoco deberías"
En los Países Bajos, los campamentos de verano incluyen forest droppings, una tradición en la que los niños son dejados en el bosque con una linterna y algo de comida para que regresen por su cuenta. Aunque suena extremo, la práctica busca fomentar la autonomía. Lopes propuso pequeñas versiones de este desafío a sus hijos: hacer la colada, ir solos a la tienda o cocinar cenas sencillas.
Roles según cada país
Uno de los aprendizajes más reveladores para Lopes llegó en Singapur, donde los abuelos están plenamente involucrados en el día a día de los nietos. Aunque no compartan del todo los criterios actuales sobre pantallas o dulces, su implicación emocional y práctica es clave para sostener la crianza. “No se trata de estar 100% alineados, sino de saber qué pueden aportar y dejarles espacio para hacerlo”, señala.
De todos los lugares visitados, ninguno era tan solitario para criar como Estados Unidos
También aprendió de las familias suecas, donde los hombres tienen un rol activo y equitativo en el hogar, y de las madres brasileñas, que convierten el postparto en un ritual de bienvenida colectivo con hasta 40 personas acompañando. En Malasia, observó cómo los Iban viven en casas comunales, compartiendo la crianza desde hace generaciones. “No todo el mundo puede mudarse con sus amigos, pero sí podemos priorizar las relaciones que nos cuidan”, explica.
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De todos los lugares visitados, ninguno era tan solitario para criar como Estados Unidos, asegura Lopes. Las políticas públicas, la cultura del autosuficiencia y el miedo a confiar en otros han erosionado la red de apoyo básica que la crianza necesita. “Los trucos varían, pero el principio es común: no puedes hacerlo solo y tampoco deberías”, afirma.
La experiencia de Marina Lopes no es una receta universal, pero sí una invitación a mirar más allá del modelo individualista. La buena paternidad, según su recorrido, no está en controlar cada detalle, sino en abrir la puerta a otros adultos que también quieren cuidar. Desde dejar que la abuela cocine a su manera hasta permitir que los hijos se equivoquen en su ruta de vuelta del bosque, cada gesto construye comunidad. Y en esa comunidad, se forja el verdadero bienestar familiar.
La periodista Marina Lopes recorrió distintos continentes para responder a una pregunta universal: ¿qué significa ser un buen padre o madre? Tras vivir en comunidades tan dispares como Mozambique, Países Bajos, China o Brasil, descubrió que la clave no está en seguir un manual estricto, sino en apoyarse en la comunidad, ceder el control y abrirse a formas colectivas de criar a los hijos.