El hombre que un día entró en una cueva y descubrió sin querer un campo de estudio de la biología
Lo que comenzó como una expedición geológica rutinaria en los Alpes franceses terminó revelando uno de los mayores secretos del cuerpo humano: cómo percibimos el paso del tiempo cuando todo desaparece
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En 1962, un joven geólogo francés llamado Michel Siffre decidió aislarse voluntariamente en una cueva glaciar de los Alpes. Lo que comenzó como una expedición para estudiar un glaciar terminó por convertirse, sin que él lo supiera, en el origen de una nueva disciplina científica: la cronobiología humana.
Pasó 63 días bajo tierra, sin relojes, sin luz solar y sin contacto con otras personas. Su objetivo no era hacer historia en la ciencia, sino observar la formación geológica de la cueva Scarasson, como relata un artículo reciente de IFL Science. Sin embargo, decidió añadir un componente inusual a su investigación: vivir sin referencias temporales para descubrir cómo reaccionaría su cuerpo. “Quise vivir como un animal, sin horarios, completamente a oscuras”, recordó años después.
A lo largo de su encierro, el joven geólogo soportó condiciones extremas: frío constante, humedad cercana al 100 % y un equipo de supervivencia básico. Pese a las incomodidades, lo que ocurrió dentro de la cueva fue revelador: Siffre descubrió que el cuerpo humano funciona con un reloj interno independiente del ciclo solar. Al salir a la superficie, Siffre estaba convencido de que solo habían pasado unas seis semanas. En realidad, llevaba más de dos meses bajo tierra. Su percepción del tiempo se había alterado por completo. Además, su ciclo de sueño y vigilia se volvió errático. Dormía durante periodos inusuales y pasaba hasta 36 horas despierto sin notarlo.
No todos aplaudieron sus métodos. Algunos expertos los tildaron de peligrosos o poco éticos
La comunidad científica, al principio escéptica, acabó reconociendo la importancia del hallazgo. Siffre demostró que nuestro organismo cuenta con un ritmo biológico propio, incluso cuando desaparecen todas las señales externas que lo guían. Lo que había empezado como una excentricidad de un geólogo terminó abriendo las puertas a décadas de investigaciones sobre los ritmos circadianos.
Aplicaciones en el estudio del 'jet lag' o el cáncer
Los estudios inspirados por Siffre ayudaron a comprender desde el jet lag hasta el efecto del sueño en enfermedades graves como el cáncer. Incluso la NASA y el ejército francés se interesaron por sus experimentos al ver el potencial que ofrecían para mejorar el rendimiento de astronautas y submarinistas. No todos aplaudieron sus métodos. Algunos expertos los tildaron de peligrosos o poco éticos, y hubo quien alertó sobre los posibles daños a los ecosistemas subterráneos. Aun así, sus descubrimientos siguen vigentes hoy, más de seis décadas después.
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Michel Siffre no era biólogo, pero su curiosidad lo llevó a explorar un terreno que nadie había pisado antes. Con un casco, una libreta y un espíritu aventurero, este geólogo sin reloj se convirtió en el padre accidental de una rama entera de la ciencia. Como él mismo dijo, “las cuevas aún guardan secretos. Son de los últimos lugares donde es posible vivir una aventura y hacer un descubrimiento”.
En 1962, un joven geólogo francés llamado Michel Siffre decidió aislarse voluntariamente en una cueva glaciar de los Alpes. Lo que comenzó como una expedición para estudiar un glaciar terminó por convertirse, sin que él lo supiera, en el origen de una nueva disciplina científica: la cronobiología humana.