Cuando ser mujer fue ilegal: la ley sálica, o cómo disfrazar el machismo de una ley necesaria
Durante siglos, el trono fue un asunto exclusivo para unos pocos. Esta historia recorre las maniobras políticas, conflictos familiares y decisiones reales que marcaron quién podía (o no) heredar el poder
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"La clave para la inmortalidad es principalmente vivir una vida que valga la pena recordar". Bruce Lee.
El principio remoto de la ley sálica se pierde en la noche de los tiempos, no en su configuración jurídica sino como derecho consuetudinario. La doctrina del patriarcado, tan asentada en los imperios de Oriente, ya fueran estos persas, chinos o indostánicos, a falta de documentación fehaciente o, por ignorar a la mujer deliberadamente en una especie de damnatio memoriae, exportaron a la Europa continental –a la democrática Grecia– aquella sonrojante ley que durante milenios ha apartado a la mujer del gobierno de las naciones en un agravio permanente, siendo como son el 50 % de la población; todo, muy democrático.
Ya le ocurrió a Hatshepsut (faraona de la dinastía XVIII) en su pugna contra su hijastro Tutmosis III y la castrante guerra de los sellos, y también a Cleopatra, que salió indemne del follón contra su hermano gracias a sus poderosos primos de Zumosol: Marco Antonio, Julio César y una docena y media más... Una mujer con mucha mano. Entre las leyes sálicas de los francos en la Alta Edad Media, había una que excluía a las hijas de cualquier tipo de herencia. Esta ley sería actualizada en la Francia moderna prerrevolucionaria con objeto de excluir a las mujeres de la sucesión al trono. Así, pasó a conocerse como la ley sálica.
En España, audaz importadora de las peores consignas éticas foráneas –raíz de un extraño complejo de inferioridad–, la llegada de los Borbones franceses con Felipe V allá en los albores del siglo XVIII derogaría las avanzadas reglas sucesorias castellanas. Esta reglamentación anteponía el derecho de los varones de linaje real a la hora de heredar el trono. En el momento en que Carlos IV, en el año 1789, asciende al poder, la Pragmática Sanción es aprobada. La Pragmática Sanción, materializada de facto en el año 1830, fue creada por Fernando VII –el del pitilín de las canciones sarcásticas–, que derogaba la ley sálica permitiendo a las mujeres acceder al pedestal de la monarquía. Por ello, la hija de este sujeto, Isabel II, sería la heredera legítima de este bufón. Los carlistas, pelín machistas, se cabrearon bastante y armaron la marimorena celebrando la vida con tres guerras civiles; es importante recordar esto.
Cuando el egregio farsante estaba a punto de estirar la pata, se llevaron un susto de muerte, pues Fernandito se repuso 'in extremis'
Aprovechando que el Pisuerga es afluente del Amazonas –¡qué patinazo!– o lo fue cuando todas las aguas eran comunes; a Fernando VII se le encendió, en un acto milagroso, una bombilla en su descerebrado cerebro y reivindicó a su amada hija, la futura Isabel II, para que sentara sus posaderas en el real sillón del trono patrio. Entre 1830 y 1833, entre los absolutistas, con Carlos María Isidro al frente –racial defensor del absolutismo–, y los reformistas, ligeramente alucinados con las cartas de presentación del infante ligeramente tarado, se decantaron hacia la solución de la hija sin mucha convicción –la política es el acto de medrar sin parar–. Su debilidad les obligaría a aliarse con los liberales moderados, oportunidad que estos vieron como maná gratuito que era obligado aprovechar.
Hacia la primera guerra carlista
Allá por el año 1832, el monarca se puso malito y casi se va. Los absolutistas en La Granja, cuando el egregio farsante estaba a punto de estirar la pata y trabajándose al felón en su lecho mortuorio para que derogase la Pragmática Sanción y restableciera la ley sálica, se llevaron un susto de muerte, pues el atildado Fernandito se repuso in extremis y se les atragantó la conspiración.
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Finalmente, Fernando VII palmó, tal que un día 29 de septiembre de 1833. La pequeña Isabel ya apuntaba maneras cuando con tres años pataleaba a diestro y siniestro. Heredera de la Corona, fue defendida a capa y espada por la regente –su madre–. Los carlistas no reconocían la sucesión y, por ello, ella, la regente, se apoyó en los liberales moderados, que era lo que procedía a pesar de las pestes que había echado previamente contra ellos. Por otro lado, Carlos María Isidro, en el Manifiesto de Abrantes, publicó su proclamación como rey con el nombre de Carlos V. La primera guerra carlista estaba servida. Qué país...
"La clave para la inmortalidad es principalmente vivir una vida que valga la pena recordar". Bruce Lee.