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Las siete cosas que los niños saben sin necesidad de que sus padres les cuenten nada
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Las siete cosas que los niños saben sin necesidad de que sus padres les cuenten nada

Hay detalles cotidianos que pasan desapercibidos para los adultos pero que dejan huella en quienes observan de cerca. La infancia capta más de lo que muchos imaginan sin que hagan falta explicaciones

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Los niños perciben mucho más de lo que los adultos imaginan. No necesitan discursos largos ni lecciones explícitas para entender lo que ocurre a su alrededor; basta con observar. Su manera de aprender va mucho más allá de lo que se les dice directamente. Captan los gestos, las miradas, los silencios, las contradicciones y todo lo que ocurre en su entorno, incluso cuando los adultos piensan que no están prestando atención.

La psicología infantil lleva años advirtiendo que los menores interpretan el mundo a través de lo que ven, y no tanto a través de lo que se les explica. Por eso, comportamientos que a los padres les parecen inofensivos —como una broma sobre otra persona o una queja lanzada al aire— pueden dejar huella en ellos.

Entender esto no implica sentirse culpables, sino tomar conciencia de cómo se comunican los adultos sin hablar. La forma de relacionarse entre padres, cuidadores y otros adultos marca más de lo que parece en el desarrollo emocional y social de los más pequeños. Por ello, la revista Huffington Post ha enumerado mucha de esa información que ellos retienen en su mente y que puedes pasar por alto.

Saben cómo te sientes respecto a tu pareja o cuidadores

La psicóloga clínica Jazmine McCoy advierte que los niños son muy receptivos a las señales no verbales. Un gesto, una mirada o una mueca de desaprobación hacia la pareja o los abuelos puede ser suficiente para que entiendan que existe tensión. “Aunque estén en otra habitación, los niños notan la dinámica entre adultos”, señala McCoy. Hablar bien de los cuidadores delante de ellos —aunque no estén presentes— refuerza su seguridad emocional y su confianza en los vínculos familiares.

Perciben cómo hablas de tu cuerpo

La dietista Alyssa Miller asegura que los niños absorben cómo los adultos valoran su físico y el de los demás. Si un padre evita las fotos, se tapa constantemente o se muestra incómodo en bañador, está transmitiendo ideas sobre lo que es aceptable o no. “Nadie nace odiando su cuerpo. Es algo que se aprende observando a quienes tiene cerca”, indica Miller.

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Detectan lo que realmente valoras

Decir que lo importante es participar, pero preguntar quién ha ganado el partido, es un ejemplo típico de disonancia entre palabras y hechos. Según la psicóloga Laura Markham, los niños no se quedan con lo que les decimos, sino con lo que hacemos. “Al final, desarrollan una escala de valores basada en lo que perciben como prioridad para sus padres, no en lo que estos afirman valorar”, explica.

Entienden si te tratas bien (o no)

Los niños aprenden a ser compasivos consigo mismos observando cómo los adultos gestionan sus errores. Si un adulto se castiga por equivocarse, el menor tenderá a hacer lo mismo. Alyssa Miller subraya que los padres que muestran autocompasión, que se permiten fallar y se lo toman con calma, enseñan a sus hijos a ser más resilientes y comprensivos con sus propios fallos.

Aprenden tu relación con la comida

Decir que un alimento es “peligroso” o “pecaminoso”, saltarse comidas o verbalizar culpa tras comer dulces son actitudes que los niños internalizan. “Los comentarios sobre comida, por inocentes que parezcan, dejan huella en la percepción que el niño desarrolla sobre la alimentación”, apunta Miller. Según la experta, los hábitos alimentarios de los padres influyen en los de sus hijos, incluso cuando estos crecen.

Captan cómo hablas de ellos a otras personas

Relatar con sarcasmo una rabieta o bromear sobre un comportamiento problemático puede parecer irrelevante, pero no lo es. “Aunque no comprendan cada palabra, los niños notan si hablamos de ellos en términos negativos”, explica McCoy. Esto puede afectar a su autoestima y a la confianza que tienen en sus progenitores. La psicóloga recomienda centrarse en la solución y en lo que el niño ha aprendido, no en la crítica.

Asimilan el tono emocional del hogar

Aunque no se mencione explícitamente, los niños notan si hay estrés, enfado o tristeza en casa. Lo detectan en el ambiente, en el ritmo de las conversaciones y en la forma en que los adultos se relacionan entre ellos. Esta sensibilidad emocional les ayuda a adaptarse, pero también puede generar ansiedad si no se acompaña con seguridad y afecto.

Los niños perciben mucho más de lo que los adultos imaginan. No necesitan discursos largos ni lecciones explícitas para entender lo que ocurre a su alrededor; basta con observar. Su manera de aprender va mucho más allá de lo que se les dice directamente. Captan los gestos, las miradas, los silencios, las contradicciones y todo lo que ocurre en su entorno, incluso cuando los adultos piensan que no están prestando atención.

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