“Me han rechazado 400 veces”: la generación Z se hunde entre rechazos laborales y sociales
El rechazo constante ha dejado de ser una excepción para convertirse en la norma en la vida de la generación Z
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La generación Z ha alcanzado la vida adulta en medio de un sistema que multiplica las puertas cerradas. Rechazos constantes en el mercado laboral, dificultades para acceder a universidades de élite y relaciones personales mediadas por la incertidumbre tecnológica han configurado una nueva forma de frustración estructural entre los jóvenes nacidos entre 1997 y 2012.
Este fenómeno no responde a una única causa. Factores como el colapso del mercado de trabajo tras la pandemia, el auge de los algoritmos en los procesos de selección y la sobreexposición al rechazo en aplicaciones de citas han dejado una huella emocional difícil de borrar. Em, graduada en escultura en 2020, acumuló más de 400 solicitudes rechazadas en un solo año, “me han rechazado 400 veces”, afirma. Su historia, que narra Business Insider, no es la excepción, sino el reflejo de un patrón que afecta profundamente a la autoestima y salud mental de toda una generación.
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Una generación acostumbrada a ser descartada
Las cifras hablan por sí solas. Solo en febrero de 2025, cada oferta de empleo cualificado recibió una media de 244 solicitudes. En las universidades más selectivas de Estados Unidos, el número de solicitudes se ha triplicado en dos décadas. A pesar de este esfuerzo desmedido, la generación Z rara vez recibe una respuesta clara: las empresas y centros educativos optan cada vez más por el silencio digital como forma de rechazo, un ghosting institucional que deteriora la percepción de justicia y mérito.
Rechazo digital y amoroso
El rechazo también ha tomado una nueva dimensión en el terreno de las relaciones personales. Las aplicaciones de citas han normalizado una dinámica en la que la generación Z se enfrenta a una cadena constante de descartes digitales. A pesar del acceso inmediato a miles de perfiles, lo habitual es experimentar el ghosting, la falta de respuesta o la ruptura del contacto sin explicación.
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Esta lógica de consumo emocional ha generado una fatiga afectiva que afecta al modo en que los jóvenes gestionan sus vínculos. Según datos de la app Hinge, el 56% de los usuarios de la generación Z evita iniciar relaciones por miedo al rechazo, lo que refuerza la desconexión emocional como mecanismo de defensa frente a una realidad hipertecnificada y volátil.
Un horizonte sin certezas
El impacto psicológico de esta dinámica ha sido analizado por psicólogos como Barry Schwartz, quien distingue entre decepción y rechazo. Mientras que la primera responde a decisiones personales, el rechazo implica un juicio externo. Esa distinción es importante en un contexto donde las decisiones las toman algoritmos opacos, y donde el mérito se diluye entre miles de candidaturas. Así, se impone una lógica de números que deshumaniza incluso los procesos más personales, como el acceso al empleo o las relaciones de pareja.
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Frente a esta realidad, muchos jóvenes han adoptado una actitud de desvinculación emocional hacia el sistema. La desconfianza hacia las promesas laborales ha llevado a una caída histórica del compromiso profesional, con solo un 31% de trabajadores jóvenes involucrados en su empleo. Mientras tanto, otros han optado por emprender proyectos personales o buscar salidas alternativas lejos del camino tradicional. La pregunta ya no es solo qué hacer ante tanto rechazo, sino cómo reconstruir un sistema que no parece hecho para ellos.
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