¿Domesticamos a los gatos o fueron ellos los que nos domesticaron a nosotros hace miles de años?
Han vivido junto a nosotros, cazado en nuestros graneros y dormido en nuestros sofás. Su historia no sigue el guion habitual: fueron ellos quienes eligieron compartir su vida con los humanos
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fa50%2F7b3%2Ff33%2Fa507b3f33a746ddb99a9f22941e94830.jpg)
Los gatos no fueron domesticados como los perros. Mientras los canes fueron criados selectivamente desde hace miles de años para desarrollar habilidades específicas, los felinos siguieron un camino muy diferente: fueron ellos quienes decidieron acercarse a los humanos. Los primeros gatos domesticados no fueron seleccionados, sino tolerantes. Según investigaciones arqueológicas, hace unos 9.500 años ya existía un vínculo entre humanos y gatos, como demuestra un enterramiento hallado en Chipre, donde un humano y un gato fueron sepultados juntos. Este hallazgo sugiere que la relación entre ambas especies no fue fruto de la imposición, sino de un acuerdo tácito.
Lejos de ser adiestrados o criados para el trabajo, los gatos comenzaron a frecuentar los primeros asentamientos humanos atraídos por la abundancia de roedores, según recoge un reportaje reciente de la CNN. Estas comunidades agrícolas representaban un paraíso lleno de presas fáciles. Fue allí donde los gatos empezaron a adaptarse al entorno humano, sin renunciar a su independencia natural.
A diferencia de las vacas, ovejas o perros, los gatos no perdieron su esencia salvaje. El análisis genético ha confirmado que el Felis catus, el gato doméstico actual, desciende del gato montés europeo y de otros felinos salvajes, como explica un artículo publicado en How Stuff Works. De hecho, los gatos no esterilizados pueden volver a la vida salvaje con facilidad si se ven sin humanos. Conservan sus instintos de caza, se reproducen sin ayuda y pueden sobrevivir sin problemas, algo que los perros han perdido en buena parte.
Un instinto cazador
La línea que separa a los gatos salvajes de los domésticos es más difusa de lo que se suele pensar. Incluso los gatos más cariñosos mantienen su instinto cazador, como sabe cualquier persona que haya recibido el "regalo" de un ratón muerto en la alfombra. Y esa conexión con sus antepasados explica también por qué las colonias de gatos asilvestrados pueden convertirse en un problema ecológico si no se controlan.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fd3a%2F05b%2Fbbf%2Fd3a05bbbf261944b9e1977534c8a5e2d.jpg)
La expansión de los gatos fue global gracias a los humanos, pero no por simple compañía. Comerciantes y marineros los llevaron consigo por su capacidad para cazar ratas. Así, llegaron a nuevos territorios, donde su valor fue rápidamente reconocido. Egipto, por ejemplo, los veneró al punto de momificarlos junto a sus dueños, y durante el Imperio romano su presencia ya era común en toda Europa.
Aunque hoy existen decenas de razas reconocidas por asociaciones como la International Cat Association, todos los gatos domésticos comparten un mismo ancestro. Lo que varía es cuánto han conservado —o no— su lado salvaje. Y lo cierto es que, tras miles de años de convivencia, muchos científicos consideran que no fueron los humanos quienes domesticaron a los gatos, sino que fueron los gatos quienes decidieron domesticarnos a nosotros.
Los gatos no fueron domesticados como los perros. Mientras los canes fueron criados selectivamente desde hace miles de años para desarrollar habilidades específicas, los felinos siguieron un camino muy diferente: fueron ellos quienes decidieron acercarse a los humanos. Los primeros gatos domesticados no fueron seleccionados, sino tolerantes. Según investigaciones arqueológicas, hace unos 9.500 años ya existía un vínculo entre humanos y gatos, como demuestra un enterramiento hallado en Chipre, donde un humano y un gato fueron sepultados juntos. Este hallazgo sugiere que la relación entre ambas especies no fue fruto de la imposición, sino de un acuerdo tácito.