La odisea de estas madres para que su hijo pueda ir a la guardería: "Tendríamos que haberlo apuntado antes de nacer"

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Conseguir plaza en una guardería se está convirtiendo en una ardua tarea para numerosas familias, como relatan Chelo y Tati. Ellas han vivido en carne propia la necesidad de inscribir a su hijo en un centro educativo para bebés, enfrentándose a un panorama complicado tanto en instituciones públicas como privadas.

"Tendríamos que haber apuntado a Mateo el año pasado, es decir, antes de nacer, para que él tenga vacantes este año", confesó Tati, subrayando la exigencia de previsión que demanda el sistema actual. La dificultad se agrava al no poder compaginar su trabajo, dado que Mateo no empezará la guardería hasta septiembre.

Implicaciones familiares

Aunque existen desventajas evidentes, Tati encuentra aspectos beneficiosos: "Es superpositivo porque yo me puedo quedar con él. Él es muy chiquitito todavía, así que mejor". No obstante, surge una interrogante esencial acerca de cómo solventan este obstáculo aquellas familias donde ambos padres trabajan o, en casos aún más difíciles, las madres solteras.

"¿Qué hacéis con el niño si no lo apuntas antes de nacer? ¿Si se les pasa como a nosotros se nos pasó? Un drama", reflexiona Chelo, poniendo en perspectiva los retos que enfrentan otros hogares.

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Debate sobre las políticas de guarderías

Este escenario provoca un debate necesario respecto a las políticas de acceso a las guarderías y cómo estas influyen en la organización y estabilidad familiar. ¿Resulta razonable requerir tanta antelación para inscribir a un niño en estos centros? ¿Cómo se las arreglan aquellas familias incapaces de planificar con tanto margen?

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El caso de Chelo y Tati no es más que un ejemplo del dilema que viven muchas familias que buscan lo mejor para sus hijos en un sistema que ocasionalmente parece no favorecerles. Este debate abre la puerta a reflexiones sobre cómo mejorar las condiciones de acceso y apoyo a las familias en la educación temprana.