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De Hernán Cortés a Ercilla: las crónicas americanas de la mayor aventura de la humanidad
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De Hernán Cortés a Ercilla: las crónicas americanas de la mayor aventura de la humanidad

Los relatos de la conquista de América no solo narraron batallas y exploraciones, también moldearon la historia. Escritos por soldados, frailes y escribanos, estos documentos ofrecen una visión única del Nuevo Mundo

Foto: 'La entrada de Cortés en Tabasco'. Cuadro de la segunda mitad del siglo XVII. Colección de Jay I. Kislak en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos de América
'La entrada de Cortés en Tabasco'. Cuadro de la segunda mitad del siglo XVII. Colección de Jay I. Kislak en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos de América

"No hay libertad en las acciones humanas, ni tan siquiera en sus intenciones".

Boecio.

La accidental y durísima conquista de un continente de una extensión colosal, dividido en medio por una franja más delgada que va desde la selva del Darién hasta las vastas extensiones ocupadas en su momento por el enigmático pueblo maya en Yucatán, no habría llegado hasta hoy si no fuera por el esfuerzo de una docena de grandes cronistas que transmitieron con bastante fidelidad los hechos acontecidos durante más de 300 años en aquellas vastas latitudes.

Tras la llegada a América, se dieron a conocer multitud de relatos escritos por escribanos educados, ya fuera en la Universidad de Salamanca (fundada en 1218) o en Alcalá de Henares (1499), o sencillamente por bachilleres —que entonces era un titulazo—. Las crónicas de Indias, a la luz de la evolución del género, podríamos entenderlas en algunos casos —Cartas de Relación de Hernán Cortés o La Araucana de Ercilla— como dignos episodios de los libros de aventura de Emilio Salgari e, incluso, de Julio Verne, por los relatos en los que, en ocasiones, la realidad superaba el concepto de ciencia ficción, como en la aventura equinoccial de Lope de Aguirre. La compilación de estas narraciones históricas, con independencia del sesgo y la voz propia aplicados por sus autores al relato, no deja de tener una validez extraordinaria para los investigadores.

¿Por qué eran importantes los cronistas en la época de la conquista? Los enormes archivos reales, tanto en la Península como en el Virreinato de Nueva España (hoy el México mermado por las agresiones de los vecinos del norte), eran accesibles sin reservas a estos notarios de la historia. Toda la documentación oficial estaba a disposición de estos escribanos exploradores. Si bien es cierto que se enaltecía los hechos para prestigiar a la Corona, también se contaban los relatos con crudeza, como es el caso de La Araucana de Alonso de Ercilla. Las crónicas de Indias son narraciones testimoniales que detallan con bastante precisión y objetividad el testimonio directo de los exploradores en la odisea del “Nuevo Mundo”.

Los primeros periodistas de la historia

¿Cuáles son los principales cronistas de esta gesta tan increíble? El Inca Garcilaso de la Vega, Bernal Díaz del Castillo, Bartolomé de las Casas, Hernán Cortés, fray Bernardino de Sahagún, López de Gómara, fray Francisco Vásquez, Alonso de Ercilla y el propio Cristóbal Colón fueron los relatores de este largo episodio de la historia. Casi todos, sin excepción —con algunos clérigos de por medio—, eran cronistas soldados. Se hace necesario recordar la rotación Oriente-Occidente del conocimiento. La denominación de este género literario, la crónica, es el relato de los hechos históricos vertebrados en orden cronológico. De ello se infiere que la palabra proviene de Cronos (Khrónos); a través de la fertilización lingüística del Imperio romano en nuestra Península, llega a América y, posteriormente, se convierte en una de las tres grandes lenguas universales.

Un cronista no deja de ser un escritor que redacta hechos históricos o cotidianos

Sobre la conquista del entero continente —con la salvedad de Brasil (la mitad de los actuales EE. UU. estuvo poblada de los asentamientos llamados presidios)—, las crónicas son parte de la historiografía del siglo XVI. Abarcan temas etnohistóricos, relatos cotidianos, descripciones de batallas, noticias de información general y acontecimientos sobre temas cotidianos. Es probable que esos relatores de los acontecimientos fueran los primeros periodistas de la historia. Con el devenir del tiempo, el uso del término y las propias crónicas se convirtieron en sí mismas en un género periodístico. Un cronista no deja de ser un escritor que redacta hechos históricos o cotidianos. En el caso de las crónicas de Indias, la etapa correspondiente a los primeros años de la conquista incluye los relatos que afectan a la influencia cultural y religiosa sobre los pueblos nativos.

Aunque se cree que las crónicas de Indias fueron iniciadas como género literario por Gonzalo Fernández de Oviedo, nombrado cronista general de Indias en 1532 por el emperador Carlos I de España, no fue tan prolífico ni tampoco un relator de la calidad del Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616). Por decirlo de alguna manera, la pegada de este último y su enorme dominio del castellano lo hacían invencible. Ahora bien, con independencia de los ya mencionados, también hubo —sobre todo en el Virreinato del Perú— cronistas de la talla de Pachacútec Salcamaygua y Titu Cusi Yupanqui, dos cronistas que en sus relatos vivieron con el alma dividida al ver cómo la civilización occidental fagocitaba siglos de legado cultural. Si bien, todo hay que decirlo, desde el punto de vista de este escribano, se llevaron a cambio probablemente lo mejor de aquella España imperial.

Un testimonio invaluable

No debemos olvidar a Hernán Cortés y sus famosas Cartas de Relación, enviadas al emperador en defensa de sus métodos de conquista y apuntalando aquello tan duro de asimilar: que actuó como el genial estratega que era, como cooperante necesario en una durísima guerra civil entre los mexicas y el resto de pueblos sojuzgados (totonacas, chichimecas, tlaxcaltecas, etc.), a los que se les abrió el cielo cuando apareció el extremeño. Las crónicas de los escribanos de aquel entonces, en su relato de situación, pudieran hacernos pensar que eran las Crónicas Marcianas de Bradbury, pero no, eran lo siguiente. Aquello fue una de las más grandes aventuras de la humanidad y sus notarios, los cronistas de aquel entonces, nos legaron un testimonio invaluable.

"No hay libertad en las acciones humanas, ni tan siquiera en sus intenciones".

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