Residir en Suiza no es un privilegio exclusivo de magnates o celebridades; también es accesible para aquellos con trabajos más modestos que descubren formas singulares de integrarse.
Tal es el caso de Diego, un joven que combina su labor como lavaplatos en un hotel en Davos con la ventaja de vivir en el mismo establecimiento. "Dentro de mi nómina está incluida la accommodation", comparte Diego, aludiendo a un convenio poco frecuente pero provechoso.
La estancia de Diego en este hotel, subvencionada en parte por trabajar en el mismo, tiene un costo mensual de 360 francos suizos (unos 380 euros). Este pago incluye el privilegio de disfrutar diariamente de vistas a la emblemática montaña dela novela La montaña mágica de Thomas Mann en Davos. "Y aquí la ventana con vistas a la Montaña Mágica de Davos", señala orgulloso.
Su espacio no solo es funcional sino también personal, con detalles que van desde una zona para dejar su equipo de esquí hasta un rincón de lectura donde se deleita con un libro ambientado en su lugar de trabajo, evidenciando su profunda conexión con su entorno.
Optar por una vida en un hotel podría parecer un capricho de ricos, pero Diego revela la cotidianidad de muchos empleados en el sector hotelero en destinos de alta gama
Optar por una vida en un hotel podría parecer un capricho de ricos, pero Diego revela la cotidianidad de muchos empleados en el sector hotelero en destinos de alta gama. Detrás de la opulencia y el brillo, existen relatos de adaptación y resistencia diaria en uno de los países con el costo de vida más elevado del mundo.
Con estas historias, se visibiliza no solo la diversidad de situaciones habitacionales en Suiza, sino también la resiliencia y creatividad de personas como Diego, quienes transforman una necesidad laboral en una oportunidad de vida plena y enriquecedora.
Residir en Suiza no es un privilegio exclusivo de magnates o celebridades; también es accesible para aquellos con trabajos más modestos que descubren formas singulares de integrarse.