¿Colón descubrió América? El testamento susurrado que podría reescribir la historia
Un marino enigmático, un mapa olvidado y un secreto revelado al borde de la muerte. ¿Fue el Descubrimiento un viaje predestinado o el resultado de información oculta durante siglos?
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El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie, el realista ajusta las velas.
Dicho marinero.
Hay un hecho destacado en la historia que es muy controvertido, pero no lo suficientemente probado, sobre un náufrago al que se le adjudicó una importancia que quizás podría ser determinante o quizá no. Es sabido por las crónicas del tercer emperador Ming, de nombre Yonglé —traducido al cristiano—, que su almirante eunuco Zheng He (1371-1433) tuvo siete expediciones desde Ormuz hasta el actual Perú y cabe la posibilidad de que hollara las tierras hoy mexicanas. De idéntica manera, los vikingos en Vinland (L'Anse aux Meadows, Canadá) o los balleneros vascos (restos arqueológicos del yacimiento de Jai Alai, también en el país polar) llegaron en diferente momento y con medios precarios —no en el caso de los chinos— a las costas americanas. Pero lo que se ha pasado por alto es algo que ha quedado en una mera anécdota en el margen de lo especulativo o en la letra pequeña de la historia.
Antes de explicar la historia del misterioso marino ¿plagiado?, de nombre Alonso Sánchez de Huelva, se hace necesario recordar algo ya contrastado. Cuando Colón avistó tierra, se dio cuenta del enorme error que había cometido, ¿o no? Aquello no era ni Catay ni Cipango. Quizás a la reina de Castilla le contó una traviesa milonga. Sin embargo, cabe la posibilidad de que el hecho —o la anécdota, si se quiere— del mapa de Martellus (cartógrafo alemán de finales del siglo XV) haya tenido un papel preponderante en el enigmático proceso del Descubrimiento. En la Universidad de Yale reside quizás la clave de la orientación deliberada que siguió el Gran Almirante. En una esquiva pared de luz tenue de la Biblioteca Beinecke, una pequeña y aparente carta de navegación con cierta aproximación a la separación de continentes de antaño, aunque burda —hay que entender la época en contexto—, pasó desapercibida durante años.
La carta de Martellus fue cedida a la universidad por un donante anónimo. La factura del documento ha pasado por apergaminada, pero hasta los científicos dudan de la exacta naturaleza de su composición. Todo lo que rodea a este mapa es enigmático. Una aproximación con avanzada metodología nos dice que la lectura del deteriorado documento, con imágenes multiespectrales y utilizando longitudes de onda con haces de luz diferentes, procesada con un software especial, ha permitido mejorar su visibilidad, partiendo de que el propio texto estaba muy difuminado. Rescatado en un 80 % del conjunto, revela unas vagas instrucciones con minuciosa letra. Se cree que la data del mapa estaría situada entre 1488 y 1490, época en la que el cartógrafo alemán radicado en Florencia confeccionó este enigmático documento.
¿Podría ser que el avispado almirante supiera con exactitud adónde iba? ¿Le metió un gol por la escuadra a la magnánima reina?
La trascendencia más que importante de esta carta o mapa, a pesar de ser ninguneada por muchos historiadores a falta de pruebas evidenciales, no deja de ser relevante como parte de una investigación que se precie, aunque sea a priori descartable por falta de consistencia. Lo que es inapelable es que Europa conoce de forma certificada América por Colón. Él creó establecimientos en los que sus marinos y las gentes castellanas, extremeñas, andaluzas y algunos pilotos vizcaínos, en posteriores expediciones, dejaron huella y mestizaje; vamos, que, a diferencia de otros, volvió y lo pudo contar.
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Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra descubrir viene a significar en sus acepciones de trazo grueso: revelar, dar a conocer, mostrar, etc.; en definitiva, términos que indican un conocimiento objetivo de algo. Por ello, Colón juega en la Champions muy a pesar de los habituales detractores. El misterio del marino conocido como el Prenauta, llamado Alonso Sánchez de Huelva, se postula como candidato para este controvertido puesto. Según el Inca Garcilaso y las crónicas de Fray Bartolomé de las Casas, ya los nativos de la isla de Santo Domingo tenían constancia de la presencia de Alonso Sánchez de Huelva y de un reducido grupo de la marinería de la carabela que había sido arrastrada por corrientes desfavorables cuando iba rumbo a Flandes.
Una invención fantástica o un olvidado
A la vuelta, parece ser que arribó a Madeira en un acto supremo de supervivencia. Colón supo de la historia de este marino onubense y se interesó fervorosamente por el relato cuando ya el pobre hombre estaba a punto de iniciar el gran viaje. Dice la lectura de este hecho —o leyenda— que el marino, in extremis, en su lecho de muerte, le contó el relato que él mismo había protagonizado.
Colón lo había albergado en su casa y atendido en sus necesidades. Ello nos lleva a una conclusión inestable. ¿Podría ser que el avispado almirante supiera con exactitud adónde iba? ¿Le metió un gol por la escuadra a la magnánima reina? ¿Es Alonso Sánchez de Huelva una invención fantástica? ¿O quizás sea otro gran olvidado y orillado por la historia? Posiblemente sea una leyenda entre marinos o un héroe de carne y hueso segregado y condenado al anonimato en favor de otros protagonistas que no observaron los derechos de autor.
En Huelva capital, alguien con memoria activa recuerda a este condenado al ostracismo con un digno monumento que honra a aquel difuso héroe.
El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie, el realista ajusta las velas.