Los científicos advierten: estamos cada vez más obesos por la obsesión con la proteína
La proteína es la moda de esta década y como todas las modas, se nos puede ir de las manos si no la practicamos conscientemente
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El consumo de proteína es fundamental para el organismo, ya que interviene en funciones clave como el sistema inmunológico, la salud de la piel y la producción de enzimas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda una ingesta diaria de 0,8 gramos por kilogramo de peso corporal. Esto significa que una persona de 80 kg debería consumir unos 64 gramos de proteína al día, el equivalente a dos pechugas de pollo. Sin embargo, en la práctica, la mayoría de las personas supera ampliamente esta cantidad sin ser conscientes de ello.
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En la actualidad, el consumo medio de proteína alcanza los 81 gramos diarios, lo que supone un 20% más de lo recomendado. La razón principal es que la proteína no solo está presente en carnes, pescados y huevos, sino también en alimentos como pasta, leche y legumbres. Este exceso puede provocar un aumento de peso, ya que toda la proteína que el cuerpo no utiliza se transforma en grasa almacenada. Aunque hay estudios que indican un posible efecto protector contra el sobrepeso, los expertos coinciden en que cualquier consumo calórico por encima del gasto energético incrementa el riesgo de obesidad.
Un desequilibrio metabólico
Uno de los mayores problemas de este exceso proteico es que, aunque la proteína se percibe como un macronutriente “saludable”, sigue aportando calorías. Si no se compensa con actividad física, el cuerpo acumula el excedente en forma de grasa corporal. Además, en personas que realizan ejercicio intenso, el aumento de la ingesta de proteína puede provocar un desequilibrio en otros macronutrientes, como los carbohidratos, lo que puede ser contraproducente en entrenamientos de alta exigencia. A largo plazo, una dieta excesiva en proteínas puede elevar el riesgo de enfermedades metabólicas crónicas.
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Otro aspecto preocupante es la fuente de la proteína. Mientras que las proteínas vegetales, como las de legumbres, frutos secos y cereales integrales, contienen grasas insaturadas, fibra y antioxidantes, las de origen animal, especialmente las de carne roja, suelen ir acompañadas de grasas saturadas y colesterol. Esto no solo incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares, sino que también puede reducir la esperanza de vida. Por ello, los especialistas recomiendan moderar el consumo de proteína de origen animal y optar por fuentes vegetales más equilibradas para evitar consecuencias negativas en la salud.
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