Cómo saber si mi perro ha tenido contacto con una oruga procesionaria y qué debo hacer después
La oruga procesionaria representa un peligro serio para los perros, y actuar con rapidez puede evitar consecuencias graves en su salud
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La oruga procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) supone un riesgo grave para los perros, especialmente durante los meses de febrero a abril, cuando estas orugas descienden de los árboles en busca de suelo para completar su ciclo de vida. Sus pelos urticantes contienen una toxina que puede causar reacciones severas en los animales si entran en contacto con ellas, provocando desde inflamación y dolor hasta necrosis en la lengua o el hocico.
Los síntomas de intoxicación aparecen rápidamente tras el contacto con la oruga. Entre los más comunes se encuentran salivación excesiva, inflamación del hocico y la lengua, vómitos y dificultad para respirar. En casos graves, el tejido afectado puede necrosarse, lo que podría derivar en la pérdida parcial de la lengua. Es fundamental identificar estos signos y actuar con rapidez para evitar complicaciones mayores.
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Cómo prevenir el contacto con la procesionaria
Para reducir el riesgo de intoxicación en los perros, los especialistas de la clínica veterinaria Kivet recomiendan:
- Evitar pasear en zonas con pinos durante los meses de mayor presencia de la procesionaria, entre febrero y abril.
- Llevar siempre al perro con correa en lugares donde pueda haber riesgo, para evitar que olfatee o toque las orugas.
- Vigilar la presencia de nidos en los árboles y evitar áreas donde se vean procesiones de orugas en el suelo.
Según los expertos, la prevención y la reacción rápida son clave para evitar consecuencias graves en los perros. Ante cualquier sospecha de contacto con la procesionaria, acudir al veterinario sin demora puede marcar la diferencia en la recuperación del animal.
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La oruga procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) supone un riesgo grave para los perros, especialmente durante los meses de febrero a abril, cuando estas orugas descienden de los árboles en busca de suelo para completar su ciclo de vida. Sus pelos urticantes contienen una toxina que puede causar reacciones severas en los animales si entran en contacto con ellas, provocando desde inflamación y dolor hasta necrosis en la lengua o el hocico.