¿Te lavas mal la cara? Los errores más comunes que cometes con tu rutina de 'skincare'
Un gesto cotidiano puede marcar la diferencia en la salud de la piel. Desde la temperatura del agua hasta los productos elegidos, cada detalle influye en el equilibrio cutáneo
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La rutina de lavarse el rostro cada mañana puede parecer sencilla: tan solo ahuecar las manos para almacenar agua que luego extender por toda la cara o usar algún producto de limpieza especializado. Sin embargo, una mala técnica puede afectar la salud de la piel. Desde la temperatura del agua hasta el tipo de limpiador elegido, cada detalle influye en los resultados.
Expertos en dermatología advierten en la revista Good Housekeeping sobre los errores más habituales y cómo corregirlos. Lavar la cara demasiado o muy poco puede traer consecuencias. "El uso excesivo de productos agresivos o frotar en exceso puede irritar la piel y eliminar sus aceites protectores", explica Whitney Bowe, dermatóloga en Nueva York.
Esto puede derivar en sequedad, eccema o incluso acné. Sin embargo, no lavar la piel con regularidad también puede obstruir los poros y favorecer la aparición de impurezas. Los especialistas recomiendan una limpieza equilibrada: por la mañana o después del ejercicio, y por la noche para eliminar restos de suciedad acumulados durante el día.
No retirar el maquillaje antes de lavar
Un error común es aplicar el limpiador directamente sobre el rostro maquillado. "Los limpiadores no están diseñados para disolver el maquillaje completamente, especialmente en los ojos", señala Sabina Wizemann, directora del Beauty, Health and Sustainability Lab. Para una limpieza efectiva, es recomendable retirar primero el maquillaje con un producto específico y luego proceder con la limpieza facial.
Ignorar ciertas zonas del rostro
Algunas áreas suelen quedar olvidadas durante la limpieza, lo que puede provocar acumulación de suciedad y obstrucción de los poros. "Las personas suelen enfocarse en la zona T y descuidar el nacimiento del cabello o los laterales de la nariz", advierte Wizemann. Recoger el cabello y extender la limpieza hasta la línea del cuero cabelludo y el cuello ayuda a evitar imperfecciones en estas zonas.
Elegir productos inadecuados
El uso de jabones comunes o limpiadores demasiado agresivos puede alterar el equilibrio natural de la piel. "Un limpiador sin sulfatos y con pH equilibrado es clave para no dañar la barrera cutánea", sugiere Bowe. La elección del producto debe ajustarse al tipo de piel y a sus necesidades específicas.
Agua demasiado caliente
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El agua caliente puede ser reconfortante, pero su uso en la limpieza facial puede alterar la barrera de la piel y aumentar su sensibilidad, según advierte Bowe. Los dermatólogos recomiendan emplear agua tibia, comprobando la temperatura con un dedo antes de aplicarla en el rostro.
No hidratar después de la limpieza
Omitir la hidratación tras la limpieza puede favorecer la sequedad y la sensación de tirantez. "Es importante aplicar la crema hidratante inmediatamente después del lavado para evitar que la piel se reseque", explica Chiara Butler, analista de GH Beauty Lab. Mantener la piel bien hidratada previene problemas como descamación o picor.
Depender solo de toallitas limpiadoras
Las toallitas desmaquillantes pueden ser prácticas, pero no sustituyen una limpieza completa. "Algunas contienen conservantes que pueden causar dermatitis de contacto", señala Yolanda Lenzy, dermatóloga especializada en salud de la piel y el cabello. En caso de usarlas, es preferible optar por opciones a base de agua y complementarlas con un limpiador adecuado.
Usar herramientas demasiado agresivas
Cepillos de limpieza y otros dispositivos pueden resultar demasiado abrasivos, especialmente en pieles sensibles. "Las manos limpias suelen ser la mejor herramienta para lavar la cara", recomienda Lenzy. Aplicar el limpiador con movimientos circulares suaves ayuda a limpiar sin irritar la piel.
No realizar una doble limpieza
Para eliminar eficazmente restos de suciedad y grasa, los dermatólogos aconsejan la doble limpieza. "Se puede realizar con dos pasadas de un limpiador suave o combinando un limpiador a base de aceite con otro más ligero", recomienda Lenzy. Esta técnica asegura una piel completamente limpia sin alterar su equilibrio natural.
La rutina de lavarse el rostro cada mañana puede parecer sencilla: tan solo ahuecar las manos para almacenar agua que luego extender por toda la cara o usar algún producto de limpieza especializado. Sin embargo, una mala técnica puede afectar la salud de la piel. Desde la temperatura del agua hasta el tipo de limpiador elegido, cada detalle influye en los resultados.