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¿De verdad cambiar unos amigos por otros nos hace más felices? Qué es la movilidad relacional
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¿De verdad cambiar unos amigos por otros nos hace más felices? Qué es la movilidad relacional

La búsqueda del bienestar personal suele centrarse en logros individuales, pero las conexiones humanas desempeñan un papel clave. Un estudio revela cómo la estabilidad de las relaciones varía según la cultura y el contexto económico

Foto: Imagen: iStock.
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En mitad de esa apresurada carrera hacia la felicidad, muchas veces se obvia uno de los factores clave, como son los vínculos humanos que mantenemos con otras personas. De hecho, asumimos que si no estamos bien es por nuestra culpa, y en nosotros recae el deber y la obligación de luchar por ser "felices", aunque estos estándares de bienestar tengan que ver más con asuntos colectivos como la clase social, el nivel económico o la calidad y cantidad de nuestras relaciones de confianza. En definitiva, por mucho que te cuides, vayas al gimnasio o al psicólogo, o cumplas tus metas profesionales, eso no quiere decir que vayas a sentirte más satisfecho con tu vida, en general.

Por ello, la soledad no deseada es uno de los factores clave para explicar trastornos mentales como la depresión. Eso no quiere decir que solo las personas que viven acompañadas son felices, ni tampoco aquellas que se esfuerzan por mantener relaciones de larga duración. Un equipo internacional de sociólogos adoptó hace ya varios años el término "movilidad relacional" para describir el grado de permanencia que adoptamos con otras personas en lo que a cercanía emocional o geográfica se refiere, y lo extrapolaron a una dimensión cultural, ya que la forma que tenemos de entender la amistad o el compañerismo difiere mucho por países.

Ser "móvil relacionalmente" implica disponer de la libertad para elegir tus vínculos sociales y con quién quieres seguir compartiendo momentos de tu vida y con quién no. Un estudio de 2018 realizado en 39 países de culturas y condiciones económicas muy distintas halló diferencias significativas entre las distintas naciones del globo, llegando a conclusiones muy interesantes. Por ejemplo, que un espíritu más colectivista, ligado a naciones como China o Japón, donde existen tradicionalmente unos vínculos sociales fuertes y seguros, tienen una movilidad relacional mucho más baja que la de países con una idea más individualista de la vida, como Estados Unidos o Europa. La excepción a la regla la marcaría América Latina, ya que a pesar de tener rasgos más colectivistas que los países del norte del continente, sus índices de movilidad relacional son mucho más altos que Estados Unidos o Canadá.

En países en los que hay más desastres naturales, enfermedades o guerras, un grupo fijo de gente te ayuda a superar esas calamidades

En lo que concierne al continente europeo, los ciudadanos de Suecia, Países Bajos y Francia son mucho más "móviles relacionalmente" que los países mediterráneos como el nuestro, quizá debido a que el peso de las ideas tradicionales de familia y comunidad son más firmes. Hay un aspecto esencial a la hora de entender la movilidad relacional, y es el contexto socioeconómico o el desarrollo tecnológico.

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En muchos países, formar un grupo estable está reñido con la supervivencia. Eso ocurre, por desgracia, en los que suceden más desastres naturales, enfermedades o guerras. Ahí, en esas condiciones, un grupo fijo de gente te ayuda a superar calamidades, mientras que en otros ser "móvil relacionalmente" tiene que ver más con el desarrollo personal de poder aspirar a un marido o esposa mejor, a unas amistades más atractivas y a su vez rechazar aquellas que ya no aportan nada. Por tanto, ser móvil relacional no implica tener más amigos o un mejor acceso a círculos sociales distintos al que uno pertenece, sino saber cortar a tiempo aquellas relaciones que ya no reportan bienestar.

Más que una libertad, un lujo o una posibilidad, la movilidad relacional es un concepto que depende de la adaptabilidad de varios sujetos

Ahora, años después de aquel estudio, algunos de aquellos investigadores han planteado cómo se relaciona la movilidad relacional con los índices de felicidad, dispuestos a demostrar que aquellos países con un índice más alto de bienestar son también en los que las personas tienen la libertad y el poder decidir con quién convivir o estar en distintos momentos de su vida. Y la respuesta es ambigua, porque aunque en la mayoría de los casos ser móvil relacionalmente sí que esté relacionado con más altos niveles de felicidad, en ocasiones esto no se da cuando entran las cuestiones del comer. Más que una libertad, un lujo o una posibilidad, la movilidad relacional es un concepto que depende de la adaptabilidad de uno o varios sujetos al entorno.

Los cultivos de arroz de Filipinas y Corea

Así lo explican Thomas Talhelm y Liuqing Wei, dos representantes de ese equipo de investigación internacional, en un artículo de la revista Aeon, poniendo el ejemplo de Corea y Filipinas. Estos países dependen económicamente del cultivo del arroz, un trabajo que requiere una gran capacidad de coordinación social en comparación a otros cultivos, como el trigo o el maíz. "En este tipo de sistema, las personas necesitaban confiar unas en otras para poner la comida sobre la mesa", afirman los expertos. "Las relaciones fijas de culturas con baja movilidad probablemente ayudaron a los agricultores a hacer frente a las demandas del cultivo del arroz. Por ello, una cultura en las que las relaciones fueran más fijas significaría que esos agricultores saben en quién confiar, incluso aunque no les gustaran sus perfiles o no pudieran elegir sus vínculos".

Por tanto, la movilidad relacional desde el punto de vista antropológico o sociológico no hace a las personas más felices, aunque los datos a nivel global sí que lo reflejen, sino que simplemente tiene una función adaptativa basada en una idea de seguridad colectiva que hace que varias personas puedan sentirse cómodas o confiadas de que sus iguales, aunque sean diferentes entre sí o no tengan que ver con ellos, vayan a estar ahí en las cosas realmente importantes. Esto podría aplicarse al hecho de mudarse a otra ciudad o cambiar de ambiente laboral: puede haber una decisión deliberada del lugar y el tiempo para dejar un sitio e irte a otro, pero en último término lo que organiza y desorganiza grupos sociales es una cuestión de necesidad y confianza interpersonal basadas en un principio de constante adaptabilidad.

En mitad de esa apresurada carrera hacia la felicidad, muchas veces se obvia uno de los factores clave, como son los vínculos humanos que mantenemos con otras personas. De hecho, asumimos que si no estamos bien es por nuestra culpa, y en nosotros recae el deber y la obligación de luchar por ser "felices", aunque estos estándares de bienestar tengan que ver más con asuntos colectivos como la clase social, el nivel económico o la calidad y cantidad de nuestras relaciones de confianza. En definitiva, por mucho que te cuides, vayas al gimnasio o al psicólogo, o cumplas tus metas profesionales, eso no quiere decir que vayas a sentirte más satisfecho con tu vida, en general.

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