Algunos vascos grandes, cinco marinos enormes
Cinco marinos vascos han pasado a la historia, aunque algunos de ellos se habrían merecido un lugar mucho más destacado por sus irrepetibles hazañas
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La fortuna ayuda a los audaces.
La Eneida. Virgilio.
Es bastante acertado decir que la forja del pueblo vasco ha sido el mar; que el mar es la esencia espiritual para las gentes de la txapela. La idiosincrasia de los vascos está vinculada a la bravura de las gigantescas olas que baten en las mareas de septiembre toda la costa, arrastrando en sus zarpazos enormes lajas de los acantilados, lajas milenarias, enigmáticas, mágicas murallas en definitiva que son las que probablemente están en primera línea del eterno combate entre mar y tierra y que es más que probable que impriman el carácter tan peculiar de este pueblo perdido en la noche de los tiempos.
Del sustento primordial del mar hasta hacer de él un camino hacia la aventura a través del comercio (bacalao, pesca de cetáceos, aceite de ballena, etc.), a llegar a instalarse en la costa Este de la actual Canadá (Museo de Jay Alay), hay todo un trayecto de denodada lucha contra el mar océano.
De la larga lista de vascos que se hace necesario recordar, prestaron enormes servicios a la Corona española y a España posteriormente, hay uno de ellos en particular al que no se le ha hecho justicia o, la justicia que se merece; este hombre enjuto, con un cuerpo de palo, y un extraño rictus que le descomponía la cara como si quisiera borrar la expresión de asombro del marino ante los acontecimientos que vivió.
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Historias de unos vascos excepcionales
Era un grande sin paliativos. Aunque la historia lo ha señalado como un marino con mayúsculas, podía haber pasado a ella de forma más brillante aún. En una agria discusión con el Duque de Medina Sidonia, don Alonso Pérez de Guzmán, a las puertas Plymouth y con la marea en máximos, pudiendo haber destrozado más de la mitad de la marina inglesa, la cual, no tenía posibilidad de maniobra alguna, tuvo que atenerse a la obediencia debida ante los titubeos de gran militar, enfermo y envejecido.
Tal vez ese conservadurismo propio de la gente que ya se está yendo, y el flagelo del dolor crónico, más el inequívoco ultimátum de Felipe II para que se pusiera al mando sustituyendo a Álvaro de Bazán; muerto en febrero de 1588 en Lisboa por unas fiebres palúdicas, evitaron para la Corona española una rotunda victoria y ahorrado la tragedia posterior. Don Antonio de Oquendo y Zandategui, sin duda uno de los tres mejores marinos del siglo XVI español (junto con Álvaro de Bazán y Juan de Austria) pagó un altísimo precio encarnado en una severa frustración.
Desembarcaron en ignotas islas de enigmáticos volcanes, en extraños países poblados por gigantes (Patagonia), en otros, había gentes de color negro o de rasgados ojos escrutadores
En aquellos tiempos de apertura al mundo, la Corona española contó con una miríada de grandes como jamás se han dado. Nada de esto les sobrecogió. Desembarcaron en ignotas islas de enigmáticos volcanes, en extraños países poblados por gigantes (Patagonia), en otros, había gentes de color negro o de rasgados ojos escrutadores. Desafiaron a los enormes y mitológicos Kraken que eran reales en el mundo imaginario de tiempos pretéritos, enfrentaron las durísimas condiciones del mar del norte y sus gigantescas olas con las primeras embarcaciones de alto bordo conocidas en occidente (en China ya se construían juncos de 2000 toneladas – Zheng He –).
Pero antes de Oquendo, en los años que van 1519 y 1522, Elcano, un brillante y modesto marino de Guetaria asombró a la humanidad demostrando aquello que Eratóstenes antes de nuestra era ya había probado empíricamente con dos palitos y un poco de sombra certificada; que la Tierra, era inapelablemente redonda.
Un mérito bastante cuestionado, pero de una trascendencia increíble, fue el Tornaviaje de Andrés de Urdaneta desde Filipinas hasta Acapulco en la costa este del océano Pacífico. Este hecho aceptado durante más de cinco siglos como verídico y muy a pesar de las abrumadoras referencias acumuladas en favor del vasco, se ha demostrado posteriormente que fue enfrentado – bibliografía reciente – y constatado por Alonso de Arellano, capitán del patache San Lucas, que afrontó en solitario la famosa corriente de Kuro Shivo, un descubrimiento trascendental e histórico para la navegación.
Sobre el vizcaíno Arellano hay que decir que era un pillo de tomo y lomo. Se adelantó en un par de semanas al astrónomo y clérigo Urdaneta
Sobre el vizcaíno Arellano hay que decir que era un pillo de tomo y lomo. Se adelantó en un par de semanas al astrónomo y clérigo Urdaneta recabando la antorcha del éxito para sí mismo. Es probable que los historiadores hayan hecho una particular lectura de este suceso, condenando al olvido al pillastre por su proceloso proceder.
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Y escondido en un apartado lugar por su peculiar timidez y humildad, está el apodado “el Viejo”; curiosamente un marino de tierra adentro, nacido en Zumárraga y que hace, si cabe, más grande el siglo XVI. Primer gobernador de las islas Filipinas, fundador de Manila y posteriormente de Cebú (Miguel López de Legazpi); combatió la organizada piratería china y a los que iban por libre, pues aquellas aguas eran como una jaula de grillos. Puso orden, fomentó el mestizaje, cristianizó a los “salvajes”, construyó astilleros, promocionó la agricultura local para hacerla más rentable, aceptó todas las lenguas autóctonas mientras asumieran el castellano como lengua complementaria; en fin, un visionario.
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Y llegamos al que posiblemente sea el más venerado de los marinos españoles, icono patrio, prestigio a raudales, valor sobrado, resistencia ante la adversidad, un inmortal; Blas de Lezo. El Pasaitarra ha pasado a la historia por las innumerables amputaciones y heridas de toda índole que sufrió a lo largo de su dilatada vida militar. Estratega consumado a nivel Dios, realizó la defensa de Cartagena de Indias en 1741 de una manera magistral.
Tanto en las academias navales de los cinco continentes como en algunas academias militares europeas, desde Frunze hasta Sandhurst o Saint Cyr, su magistral defensa resuena hasta hoy. Una flota inglesa de más de un centenar de navíos, muy superior en número y en armamento, se enfrentaría a tan solo seis navíos y cerca de 3000 soldados, milicias y nativos decididos. En estas páginas y hace unos diez años, se hizo un monográfico honrando su memoria.
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Los vascos, no solamente levantamos piedras y comemos txistorra; también hacemos cosas...
P.D. Agradecimiento a las sugerencias del capitán de navío don Eduardo Bernal.
La fortuna ayuda a los audaces.