Ni quemar los polvorones ni ganarte la merienda: el hábito típico de enero que empuja a una mala relación con la comida
Conversamos con la psicóloga Denisa Praje sobre cómo normalizamos muchos comentarios que pueden llevarnos a tener problemas en nuestra relación con la alimentación
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"El lunes seremos otras, el lunes nos querrán. Empezaremos una nueva vida, seremos como tenemos que ser y no como somos. Meteremos a la fuerza nuestras carnes dentro del molde correcto, tiraremos a la basura lo que sobre y así tendremos éxito, un éxito seguro y definitivo. A partir del lunes lo haremos todo: ponernos a dieta, practicar ejercicio, tener la casa como los chorros del oro".
Así comenzaba Najat El Hachmi El lunes nos querrán (Destino, 2021). Algo parecido sucede con enero y con todas las presiones que nos ponemos a nosotros mismos en los nuevos años: una versión más delgada, más buena, más capaz. El ejercicio físico, orientado a tener un cuerpo concreto, está presente en la gran mayoría de listas de propósitos
"Venga, que hay que quemar los polvorones de esta Navidad" es la segunda o tercera frase que el monitor del gimnasio al que llevo yendo más de un año dice nada más empezar la clase el día 10 de enero. Lo dice con una sonrisa y, por supuesto, sin mala intención. En un momento de la clase se acerca y me dice, que haremos otra repetición porque "hay que llegar al verano". Se ríe cuando le respondo que no está en mis planes morirme antes de junio.
Al abrir Instagram, encontramos un auténtico bombardeo de influencers que cuentan que su objetivo de Año Nuevo es perder peso y que para ello saldrán a correr más cada día, sin excusas. Otras comentan que solo tomarán una infusión antes de dormir porque ya que ha comido demasiado en el almuerzo. Todas estas frases estimulan las conductas compensatorias, que pueden tener efectos muy peligrosos en nuestra salud. Sobre ellas hablamos con la psicóloga Denisa Praje.
El peligro de las conductas compensatorias
Denisa Praje, psicóloga y autora del libro Tu cuerpo es para vivir (Montena, 2024) cuenta que las conductas compensatorias son aquellas encaminadas a aliviar la culpa, ansiedad, tristeza o miedo que nos dejan las ingestas, aunque estas no tienen por qué ser excesivas.
Pueden ser purgativas, como vomitar o tomar laxantes tras comer; o no purgativas, como restringir la comida o hacer mucho ejercicio físico. Si alguien se da cuenta de que vomitamos en el baño o tomamos sobredosis de laxantes después de comer, se preocuparía. Pero pocos lo harían si nos saltamos la cena, no porque no tengamos hambre, sino porque hemos tomado comida poco saludable en el almuerzo; o si confesamos que vamos a pasar semanas haciendo tal o cual reto de Internet consistente en tomar espinacas y manzanas.
Las conductas compensatorias son aquellas encaminadas a aliviar la culpa, ansiedad, tristeza o miedo que nos dejan las ingestas
En una conversación con El Confidencial, Praje comenta que estas conductas compensatorias se estimulan durante todo el año, pero hay algunos períodos en los que parece ser más intenso. Si es antes del verano, porque hay que lucir el bañador. Si es después, porque hay que eliminar de nuestro cuerpo las consecuencias de los helados y compensar el ejercicio que no hemos hecho en las vacaciones de agosto.
Enero es una de estas épocas: El fin de la Navidad es el punto cero perfecto para muchos, el momento de hacer algo diferente, una maniobra inicial que transforme nuestras vidas para hacernos más brillantes, mejores y, en definitiva, felices. El problema, cuenta la psicóloga, es asociar la felicidad a la delgadez o un cuerpo concreto.
Y esto no está solo en nuestras cabezas. La sociedad nos recuerda continuamente que ser gordo, ganar peso o que tu cuerpo cambie está mal. Y para ejemplos, uno reciente: solo hay que echar un vistazo a lo que se decía por Twitter cuando Lalachus dio las campanadas en Año Nuevo.
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En este sentido, señala Praje, las influencers y el elevado uso de las redes sociales nos hacen flaco favor. Al fin y al cabo, nos sirven de modelo, están colocadas en un estatus y tienen cierta imagen: asociamos una vida maravillosa a tener ese cuerpo. Por si fuera poco, muchas de ellas confiesan vía stories que están en el gimnasio porque hay que ponerse al día tras la Navidad o que "se han ganado" una pizza para cenar por haber salido a correr; reforzando así la idea de que la comida es un capricho o algo que debe ganarse, explica la psicóloga.
Pero, ¿tienen un efecto real en nuestros cuerpos? La terapeuta cuenta que estas conductas compensatorias nos hacen aliviar el malestar solamente a corto plazo porque sentimos que estamos haciendo lo correcto (quemar tal comida, ganarnos otra), pero en el largo plazo nos insensibilizan a la culpa que nos genera comer y comenzamos a ser dependientes de estas conductas, generando actitudes poco saludables.
Además, aclara la psicóloga, la relación entre dieta y deporte y un cambio de cuerpo no es tan sencillo como salir a correr después de comer dulce o ir a una clase de gimnasio antes de una cena con amigos. La conexión conducta — cuerpo atiende a muchísimos factores biológicos, sociales, psicológicos o de nuestro entorno que normalmente no tenemos en cuenta en el día a día; muchos menos cuando nos ponemos metas inalcanzables para comenzar el año.
Un componente de género muy marcado
Más del 90% de personas que presentan transtornos de la conducta alimentaria o problemas relacionados con la insatisfacción corporal son mujeres, según aclara Denisa Praje. Esto se debe al concepto social que tenemos de lo que significa ser mujer: para ser una buena mujer, hay que ser bella y estar en el canon que toque en ese momento.
La solución no es un camino sencillo. Si nuestro cuerpo cambia, es muy posible que alguien de nuestro entorno nos lo recuerde. También escucharemos que hay que quemar el roscón la Navidad que viene, la siguiente y la de más allá. Explica Praje que para protegernos del daño que pueden hacer estos comentarios, es necesario hacer un trabajo interno y de reflexión en el que priorizamos nuestra salud física y mental a los comentarios y expectativas que los demás dejan caer sobre nosotras. En definitiva, no cargar con las mochilas de los demás.
"Saber que se trata de experiencias comunes que dejan huella a todos puede ayudarnos a hacernos sentir menos solas en el proceso"
Otra de las soluciones que propone para aliviar este malestar es compartirlo. Saber que se trata de experiencias comunes que dejan huella a todos puede ayudarnos a hacernos sentir menos solas en el proceso.
Praje aclara que no es cosa de un día. Pero así, poco a poco, dejemos de dedicar tanto tiempo a imaginar ese paraíso envenenado en el que entramos en la talla más pequeña del Zara. Dejaremos también de estudiar con ojo científico los ingredientes de las cartas de los restaurantes y de sumar calorías mentalmente y nos rendiremos, en la guerra invisible con ese helado para encontrar, por fin, la paz.
"El lunes seremos otras, el lunes nos querrán. Empezaremos una nueva vida, seremos como tenemos que ser y no como somos. Meteremos a la fuerza nuestras carnes dentro del molde correcto, tiraremos a la basura lo que sobre y así tendremos éxito, un éxito seguro y definitivo. A partir del lunes lo haremos todo: ponernos a dieta, practicar ejercicio, tener la casa como los chorros del oro".