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Annual: cuando un error de cálculo en el Rif cambió el curso de la historia de España
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Un capitán y cincuenta hombres

Annual: cuando un error de cálculo en el Rif cambió el curso de la historia de España

El norte del Rif se convirtió en el escenario de una tragedia histórica. Un capitán y sus hombres, sitiados y abandonados por la ineptitud del alto mando, resistieron hasta el límite en una posición condenada

Foto: Militares españoles en un blocao en Marruecos durante la contienda del Rif, en 1921 (Wikimedia)
Militares españoles en un blocao en Marruecos durante la contienda del Rif, en 1921 (Wikimedia)

“De todos es errar; solo del necio, perseverar en el error.”

Cicerón.

La peor versión del ser humano brotó del Averno para perpetuar al demonio que nos habita, un demonio que, no es un ser fantástico, sino una entidad real, insensible y carnal; una dimensión más de la locura desatada que nos posee, la mayoría de las veces entrando de puntillas en nuestra frágil concepción humana, un oscuro okupa con una caja de truenos bajo el brazo.

En algún lugar del norte del África magrebí, dos grillos se apareaban sin rubor a la sombra de una piedra que, al albur del incipiente calor veraniego, crujía temprana sin perturbarles en su faena; iban a lo suyo y el mundo exterior les sobrepasaba, eran la esencia de la existencia vital, ancestral práctica de todo bicho viviente. Las piedras colindantes les parecían montañas y el rocío, un hidratante manantial; era el norte del Rif, era 1921. Ajenos a la barbarie, se dedicaban a crear en vez de destruir.

A pocos metros, una silenciosa posición española abandonada de la mano de Dios, un blocao con un capitán y cincuenta hombres, bombardeados diariamente por la horda rifeña y, a tiempo parcial, por los arriesgados aviadores peninsulares; unos les echaban “pepinos”, los otros, bloques de hielo, tabaco, vituallas en un ejercicio malabar de precisión. En su aparente posición inaccesible, los Breguet o De Havilland comprados de saldo a Francia y Gran Bretaña tras la I Guerra Mundial, arrojaban bloques de vida a los sedientos sitiados. La situación no solo era angustiosa, sino que iba a peor. La horda vociferaba abajo en las laderas de los sitiados con su redundante y atronador Allahu Akbar.

El mando se había estrellado contra su propia incompetencia, aquellos altivos generales parecían más bien cabestros uniformados, eso sí, con muchas honrosas salvedades de coronel para abajo (Regimiento Alcántara, Capitán José Benítez en Igueriben, teniente Luis Casado, capitanes Bulnes y De la Paz, y un largo etc. de caídos por la patria y los bolsillos de unos cuantos indecentes) y cientos de oficiales y soldados cogidos a lazo; pero lo que se dice el alto mando y la planificación operativa, eran nulos no, lo siguiente. Rodeados de las comodidades que le faltaban a la tropa, entre volutas de puros y coñac calentito; hacían como que planificaban cuando en realidad España iba a sufrir la peor derrota de su historia con miles y miles de muertos contables. Y eso que en África se opositaba para subir en el escalafón...

Foto: Recogida de cadáveres de los soldados españoles masacrados en Monte Arruit.

El escándalo en el ejército tras la matanza de Monte Arruit, una vez rendida la tropa, iba in crescendo; nadie se creía lo que ocurría. El accionista mayoritario -a través de interpuestos- de las minas en la zona bajo control español, Alfonso XIII, (el sur del Rif estaba bajo la dominación francesa), un incipiente periodismo de investigación con osados periodistas pioneros poniendo el dedo sobre la llaga (Diario El Sol), la presión en la calle; solo concluyeron con el golpe de Estado de Primo de Rivera para silenciar el informe del crítico y honrado general Juan Picasso, un leal constitucionalista.

El Ejército de Tierra tenía un sombrío armario de corruptelas amparado en un erróneo corporativismo y de la complicidad de una camarilla de políticos

Aquellas masacres quedaron sepultadas durante decenios ante la posibilidad de la pérdida de la honra de los altos prebostes del ejército. En aquel tiempo el Ejército de Tierra tenía un sombrío armario de corruptelas amparado en un erróneo corporativismo y de la complicidad de una camarilla de políticos, con una práctica muy desarrollada en el arte de hacer el “egipcio”. Todos tenían algo que callar. Dios los cría y ellos se juntan. Obviamente, las consecuencias de seguir adelante con el decurso de los acontecimientos habrían configurado un desastre político de magnitud considerable.

Un desastre insostenible

Pero volviendo a los hechos, en el blocao donde el capitán Benítez defendía una misión imposible, la posición ya era insostenible. La tinta, colonia, patatas y orines con azúcar, eran un consuelo para mitigar la atroz sed. El supuesto socorro que debía de provenir del general Silvestre quedó diluido tras el asalto y rendición de las tropas españolas en Annual. Rendidos aquellos desgraciados, fueron todos pasados a cuchillo. Creían que las harkas de moritos tenían algún principio, pero se equivocaron. La tragedia tenía nombres propios. La responsabilidad de los generales Silvestre y Berenguer se confundía con la fidelidad al rey y con una servidumbre antagónica con los más mínimos principios militares.

Además, para echar gasolina al fuego, el banquero y contrabandista Juan March, había vendido cientos de fusiles Mauser de alta precisión a los del turbante. El día 21 de julio del año 1921, ocurrió lo inevitable, el infierno abrió sus puertas a una hornada de jóvenes que, de no ser por aquella colosal tragedia, habrían tenido tiempo para soñar. La posición del capitán Benítez llegó al extremo -al parecer- por órdenes de él mismo, a aniquilarse mutuamente; no podía haber prisioneros; según el heliógrafo de Monte Arruit, los pupilos de Abd el Krim no eran precisamente hermanitas de la caridad y habían pasado a cuchillo en medio de horribles torturas a los 3.000 soldados y casi toda la oficialidad intermedia que se habían rendido pactadamente.

placeholder Abd el Krim
Abd el Krim

De aquel desaguisado de Igueriben, solo el teniente Casado, confundido con un alto oficial, sobrevivió al asalto. Quince años después, cruel ironía, tras el golpe de Estado del 18 de julio, sería fusilado por sus compañeros de armas al resistirse a colaborar en la tremenda tragedia que fue la guerra civil española.

Según una tradición militar no escrita, los perdedores no suelen tener acceso a la honra debida por muy heroica que esta haya sido. Caso palmario es lo acontecido a la increíble acción defensiva del Regimiento Alcántara y porque no, de los miles de caídos en las docenas de blocaos repartidos por el norte del Rif. “Solamente” en los días que van desde el 17 de julio al 10 de agosto de 1921; posiciones distribuidas como un rosario de ataúdes en medio de la nada (Igueriben, Anual, Monte Arruit), perecieron tras agotar la munición y las existencias para garantizar una supervivencia de mínimos. El Apocalipsis abría sus fauces para devorar a sus hijos.

El respetado general del ejército Domingo Batet, meses después, haría de Pepito Grillo alzando su voz contra el coronel Franco y otros altos mandos

El respetado general del ejército Domingo Batet, meses después, haría de Pepito Grillo alzando su voz contra el coronel Franco y otros altos mandos por su negligente conducta durante los hechos acontecidos en el Rif. Batet, que tuvo un papel determinante al mitigar en la zona republicana consecuencias mayores, sería fusilado por órdenes del dictador en un oscuro paredón y su reputación vilipendiada hasta extremos inaceptables.

Foto: Desembarco en la playa de Morro Nuevo.
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Todo aquello ocurrió...

Mientras tanto, cincuenta cadáveres y un capitán yacían inertes bajo el sol en una posición perdida al norte de Marruecos. A unos pocos metros, dos grillos enamorados reanudaban su ritual...

“De todos es errar; solo del necio, perseverar en el error.”

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