Di adiós a los propósitos de Año Nuevo y céntrate en los rituales para alcanzar el éxito en 2025
Los propósitos de Año Nuevo más recurrentes incluyen hacer ejercicio, comer más saludable, ahorrar dinero y mejorar las relaciones personales
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El inicio de un nuevo año suele estar marcado por largas listas de propósitos: ir al gimnasio, ahorrar más o ser más productivo son algunos de los clásicos que cada enero reaparecen en la mente de muchos. Sin embargo, esta tradición, tan arraigada en la cultura occidental, está comenzando a perder fuerza. Cada vez más personas optan por abandonar la presión de los objetivos, que nunca lleva a buen puerto, para centrarse en prácticas diarias que aportan bienestar sin necesidad de resultados cuantificables. Para eso, ya tenemos un empleo que nos exige cifras y resultados. Esta transformación refleja un cambio profundo en la percepción del equilibrio personal y emocional.
Especialistas como el antropólogo Bradd Shore, escritor del libro El poder oculto de los rituales, y psicólogos contemporáneos subrayan la importancia de sustituir los propósitos tradicionales por rituales significativos. Según estas corrientes, los rituales no solo organizan la vida cotidiana, sino que además generan conexión, nos traen al presente (y no al resultado futuro que tanta ansiedad genera), y aportan un sentido de pertenencia. Estos no buscan cumplir metas específicas, sino estabilizar el bienestar emocional mediante prácticas repetitivas y cargadas de intención.
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Este enfoque, conocido como “ritualización”, se inspira tanto en tradiciones milenarias como en investigaciones modernas. A diferencia de las rutinas, que buscan eficiencia, los rituales añaden un componente emocional y simbólico a las acciones diarias. Meditar cada mañana, dedicar tiempo a la lectura en silencio o practicar un deporte en grupo son ejemplos que, según los expertos, pueden convertirse en anclas de estabilidad en tiempos de incertidumbre.
Rituales frente a objetivos: un cambio de paradigma
El psicólogo William Worden introdujo el concepto de “tareas” en lugar de “metas”, en un contexto de duelo que puede extrapolarse a otros aspectos de la vida, sugiriendo que estas permiten restablecer el equilibrio personal. Según Worden, lo esencial no es alcanzar un fin concreto, sino comprometerse con prácticas que faciliten una vida satisfactoria. Este planteamiento ha ganado popularidad entre quienes buscan huir de la presión por ser siempre productivos.
La ritualización no se limita al ámbito personal; también puede extenderse a lo social. Por ejemplo, actividades como cocinar en familia o participar en proyectos comunitarios no solo fortalecen vínculos, sino que crean un entorno de apoyo mutuo. Estas prácticas, al centrarse en el momento presente, fomentan una conexión más profunda con los demás y con uno mismo, algo parecido a lo que consigue el mindfulness.
Prácticas cotidianas que transforman vidas
La popularidad de este enfoque radica en su versatilidad. Mientras que los objetivos pueden generar frustración si no se cumplen, y ansiedad por llegar a ellos, los rituales son inherentemente flexibles. Desde escribir un diario por las noches hasta dedicar unos minutos al día a observar la naturaleza, cada persona puede encontrar las prácticas que mejor se adapten a sus necesidades y valores. Incluso el café de la mañana puede convertirse en un ritual que nos encamina a nuestros deberes.
Este cambio de mentalidad también encuentra raíces en culturas tradicionales, como las prácticas rituales confucianas o las rutinas de los monjes cristianos. Todas ellas demuestran que el verdadero equilibrio no reside en perseguir un ideal, sino en crear una vida plena a través de pequeñas acciones cotidianas. Este cambio, más que una moda pasajera, parece consolidarse como una respuesta natural al estrés de los tiempos modernos, y nos ayudará a vivir el presente.
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El inicio de un nuevo año suele estar marcado por largas listas de propósitos: ir al gimnasio, ahorrar más o ser más productivo son algunos de los clásicos que cada enero reaparecen en la mente de muchos. Sin embargo, esta tradición, tan arraigada en la cultura occidental, está comenzando a perder fuerza. Cada vez más personas optan por abandonar la presión de los objetivos, que nunca lleva a buen puerto, para centrarse en prácticas diarias que aportan bienestar sin necesidad de resultados cuantificables. Para eso, ya tenemos un empleo que nos exige cifras y resultados. Esta transformación refleja un cambio profundo en la percepción del equilibrio personal y emocional.