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Manuel de Montiano, el general bilbaíno comprometido con el fin de la esclavitud en Norteamérica
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La Guerra del Asiento

Manuel de Montiano, el general bilbaíno comprometido con el fin de la esclavitud en Norteamérica

Construyó el Fuerte Mosé junto a los esclavos libres que huían del dominio inglés en los territorios al norte de Florida. Y más tarde, llegó a ser gobernador de Panamá

Foto: Manuel de Montiano
Manuel de Montiano

"La risa mata el miedo, y sin miedo no puede haber fe. El que no teme al diablo ya no necesita a Dios".

Umberto Eco (El nombre de la Rosa)

El capitán Fandiño era un verso suelto. Iba por su cuenta y era un espécimen de armas tomar. Le pilló a un tal Jenkins en alta mar con las manos en la masa que, es con lo que trabajan los ingleses habitualmente. Al no detenerse, inició la persecución y le echó el guante. Este, el inglés, se puso farruco y el español le pegó un tajo limpio en la oreja tras decirle que para circular por el mar había que pedir permiso al rey de España, y así, lo despachó sin más.

El inglés, cuando llegó a su isla sin carga alguna, se dirigió a su rey y le contó una milonga llena de imaginación y detalles incongruentes; pero el monarca pensó que una nueva guerra con la Corona española vendría bien a las arcas suyas, pues él no solamente ingresaba un diezmo de todo lo recaudado por sus corsarios, sino que, además, era accionista e inversor de privilegio de las empresas de corso que él mismo promovía.

placeholder Entrada al Fuerte Mosé, lugar Histórico Nacional de los Estados Unidos (Wikimedia)
Entrada al Fuerte Mosé, lugar Histórico Nacional de los Estados Unidos (Wikimedia)

Una vez firmado el Tratado de Utrecht, el famoso Navío de Permiso, que no era otra cosa que un buque de línea desnudo de artillería con objeto de albergar el máximo de carga (se negoció que fueran 500 toneladas que, descaradamente se doblaban con todo tipo de engañiflas por parte de los artistas insulares), configuran un acuerdo que concedía el monopolio de un producto determinado o de una ruta comercial específica desde cualquier punto del globo hasta el Caribe. Es sabido que Gran Bretaña es muy dada a la “afananza” de lo ajeno y que, como la diosa Kali, tiene múltiples brazos telescópicos. Y hablando del panteón religioso indio, no hay que olvidar que dejaron a los escuálidos locales en taparrabos y gracias... Era la época del Raj y el imperio británico estaba muy subido.

Total, que, en este escenario de la geopolítica de antaño, la llamada guerra de la Oreja de Jenkins o guerra del Asiento, reveló a personajes de una talla descomunal; entre ellos, un bilbaíno muy apegado al Txakoli que, como es sabido, es una bebida local espirituosa que proporciona una enorme alegría y, por muy digestiva que sea esta, te deja tarumba si te descuidas un poco.

En la Guerra del Asiento (1739 – 1748) se produjo un toma y daca de hematomas a diestro y siniestro, en la que destacó un personaje muy rodado en los ambientes de la pólvora; se llamaba don Manuel de Montiano y Sopelana. No era un morrosko al uso, sino más bien, algo paliducho; pero eso sí, con una energía increíble e inasequible al desaliento, como lo demostraría en los campos de batalla.

Con los esclavos que huían del dominio inglés en los territorios al norte de Florida, construiría a la distancia de algo más de dos kilómetros, el primer asentamiento de negros liberados

Cuando comenzó la andadura que le daría fama, era el año de 1737. Montiano se radicó en San Agustín, la primera ciudad construida en EE.UU., desde la cual comenzó a gobernar con eficiencia indiscutible. El primer paso que dio, fue gigantesco por lo ambicioso. Su compromiso para erradicar la esclavitud fue contundente. Con los esclavos que huían del dominio inglés en los territorios al norte de Florida, construiría, a la distancia de algo más de dos kilómetros, el primer asentamiento de negros liberados que, eran multitud; se calcula que en principio eran cercanos al millar. A este lugar, durante mucho tiempo borrado de la historia local, se le dio en llamar Fuerte Mosé. Es muy importante recalcar que, es el primer asentamiento de esclavos libres de Norteamérica. La Corona dotó de todo tipo de ayudas a este colectivo, de tal manera que, a pequeña escala, se produjo una auténtica revolución agrícola. Hoy, esa zona, afortunadamente, ha sido declarada Sitio Histórico Nacional de los Estados Unidos.

Foto: Retrato de Juan de Pareja de Velázquez.

Los ingleses, muy cabreados, no se quedaron parados

Lógicamente, los ingleses estaban muy cabreados por las deserciones de su mano de obra esclava y actuaron en consecuencia. Don Manuel les arreó de lo lindo mientras los negros liberados querían hacer cosas muy feas a los capturados. El vasco, muy atento a estos desmanes, tuvo que hacer esfuerzos gigantescos para controlar la ira de los africanos, ira, por otra parte, más que justificada. Pero la cosa no queda ahí.

Al lado de Florida, en dirección norte, está el actual estado de Georgia. Los ingleses, para variar, comenzaron a instalarse y de a poco, fueron recortando la zona de influencia de la Corona española. Pese a las advertencias diplomáticas y los dos tratados de límites que fueron firmados por ambas partes, los anglos, en su desmedida ambición, hacían caso omiso de los acuerdos pactados, algo, por otra parte, habitual en ellos.

Ante la constante expansión, con una evidente falta de efectivos para llevar un enfrentamiento a buen puerto, la Corona decidió asumir los hechos consumados y aprender del valor de los acuerdos con los ingleses y su significado como papel mojado. En un ataque de carácter testimonial en las lindes pactadas en uno de los tratados, una columna española fue masacrada en 1742 por una horda de colonos con apoyo de un destacamento del ejército anglo y de guías indígenas; perecieron íntegramente en un cuerpo a cuerpo que acredita el valor de la resistencia de aquellos soldados. La batalla quedó registrada como una gran victoria en los anales ingleses; eran dos mil los atacantes y un centenar los defensores. Bloody Marsh (Pantano Sangriento) se llama el lugar en cuestión.

Poco más tarde, el monarca español, a la sazón Fernando VI, lo designó para un puesto de vital importancia por lo estratégico del encargo. Ya gobernador de Panamá, posiblemente el lugar más codiciado por aquel entonces, reforzó las defensas de toda la costa este para disuadir a los amigos de lo ajeno.

Foto: Foto: Wikipedia

Un año antes, en 1658, con el apoyo de los ingleses, una multitud de enardecidos indígenas aniquiló la entera guarnición del fuerte de Javiza y esto claro está, no podía volver a pasar. Además, existía un tema de fondo y es que, Panamá, era un pago que producía ingentes ingresos a la Corona española; la caída de Panamá no solo suponía darle un tajo colosal a la logística que en buena parte alimentaba las arcas peninsulares, sino que, por añadidura, podía causar un efecto dominó en toda la región; no hay más que ver la increíble defensa de Cartagena (hoy en territorio de Colombia) que hizo Blas de Lezo contra el almirante Vernon.

Cuando Don Manuel de Montano y Sopelana volvió a España, ya era un ausente en potencia, avejentado y enfermo, fue elegido por el rey para las más altas responsabilidades burocráticas en la gestión de la Armada

Cuando Don Manuel de Montiano y Sopelana volvió a España, ya era un ausente en potencia, avejentado y enfermo, fue elegido por el rey para las más altas responsabilidades burocráticas en la gestión de la Armada, responsabilidades que el guerrero declinó por su precario estado de salud. Pero todo llega...

Mientras se daba el amanecer, el vasco, fue bañado por una ráfaga de luz que se introducía por la pequeña ventana en la habitación, donde abandonaría su demacrado cuerpo. Era el año 1762. El espíritu volador del soldado que fue, se mezcló con el haz entrante... Y así, uno de los más grandes generales de este país, nos dejó en silencio, serenamente.

In memoriam.

"La risa mata el miedo, y sin miedo no puede haber fe. El que no teme al diablo ya no necesita a Dios".

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