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Deja de usar la palabra trauma para todo: esta experta española te enseña a entender si tienes uno o no
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Entrevista

Deja de usar la palabra trauma para todo: esta experta española te enseña a entender si tienes uno o no

La doctora en psicología Alicia Álvarez da en su nuevo libro las claves para identificar este tipo de impactos emocionales y sus derivadas

Foto: La doctora en psicología Alicia Álvarez (Arpa Editores)
La doctora en psicología Alicia Álvarez (Arpa Editores)

Trauma forma parte de una lista de palabras como depresión, locura, estrés, adicción, que ya utilizamos para todo. Manosear tanto los términos que afectan a nuestra salud no nos viene nada bien, porque provoca que se desvirtúe su significado y nos impide identificar bien cuándo hemos sufrido un daño emocional grave que debemos tratar.

Para concienciar sobre este problema y acercar el verdadero fenómeno del trauma a la gente, Alicia Álvarez (Barcelona, 1987), doctora en Psicología Clínica por la UAB y directora asistencial y de investigación en la Unidad de Trauma, Crisis y Conflictos de Barcelona, publica '¿Cuánto pesa tu mochila?' (Arpa Editores), un libro con el que poder entender también qué nos ocurre por dentro cuando una herida emocional se enquista y cómo trabajarla.

PREGUNTA: ¿Qué le dice una experta en trauma a la gente que afirma que el tiempo lo cura todo?

RESPUESTA: Eso es un falso mito. No es el tiempo lo que cura, sino lo que hacemos con ese tiempo. El tiempo puede aportar perspectiva o distancia, pero también puede ser una estrategia evitativa, como no mirar el problema y pretender que no existe. Si el trauma no se aborda, puede enquistarse y provocar complicaciones más graves con el tiempo, como una herida maltratada que se infecta.

placeholder Portada del libro '¿Cuánto pesa tu mochila?'
Portada del libro '¿Cuánto pesa tu mochila?'

P: ¿Qué es y qué no es un trauma para los psicólogos?

R: Cuando nosotros hablamos de trauma normalmente hablamos de trastorno de estrés postraumático, que es todo un cuadro de sintomatología y afectación que pueden desarrollar las personas después de vivir cierto tipo de acontecimientos que, por las características de la persona, del acontecimiento en sí o de su gestión, hagan que sea más difícil que esa persona lo pueda integrar o afrontar con los recursos de los que dispone. Eso desencadena una serie de alteraciones o modificaciones a nivel cerebral y a nivel del sistema nervioso, que le comporta unas consecuencias a la persona en su día a día y en su funcionalidad.

P: ¿Qué cambios ha ido sufriendo la definición de trauma a lo largo de los años?

R: Desde que Freud lo enunció ha pasado por muchos cambios. Freud inicialmente hablaba de trauma, pero luego lo cambió porque se dio cuenta de que prácticamente todas sus pacientes femeninas tenían un trauma. Sin embargo, era difícil admitir que esto se debía a violaciones o vejaciones sufridas por padres, familiares o maridos, así que lo renombró como neurosis y cambió el tema. Posteriormente, cuando empezaron a regresar los veteranos de guerra, especialmente de la guerra de Vietnam, se recuperó el concepto. Ha ido cambiando también de terminología, pero al principio el trastorno de estrés postraumático parecía algo que solo sucedía en circunstancias muy específicas, como guerras o grandes catástrofes, y se asociaba mucho al miedo. Con el tiempo, esto ha evolucionado, y ahora se reconoce que hay otras circunstancias que también pueden generar trauma y que no es necesario que la emoción predominante sea el miedo, ya que es pasajera. El trauma se desarrolla más por la elaboración posterior que hacemos de esa vivencia.

Foto: Carme García Gomila (Foto cedida)

P: ¿Sufrir traumas es algo frecuente? ¿Todo el que no tiene alguno reconocido por sí mismo o diagnosticado tiene alguno oculto?

R: Lo que sí sabemos es que todos somos susceptibles de desarrollar trauma en algún momento, ya que a todos nos pueden suceder cosas que desborden nuestra capacidad de afrontamiento. Afortunadamente, contamos con una herramienta maravillosa llamada resiliencia, que nos permite adaptarnos y superar esos acontecimientos cuando ya estamos seguros. No todo el mundo tiene trauma, aunque probablemente la mayoría de las personas han vivido algún acontecimiento potencialmente traumático. Sin embargo, no todas enferman después de estas experiencias. Estadísticamente, el 80% de las personas que viven algo traumático logran sobreponerse sin secuelas significativas gracias a sus características personales y recursos de afrontamiento.

P: Los que no somos expertos en el tema podemos identificar algunos síntomas de alguien que ha tenido un trauma (un accidente de tráfico, por ejemplo, que reviven como si estuviese ocurriendo de nuevo, que lo evitan y jamás vuelven a subirse a un coche...), pero tú explicas que va más allá de todo eso.

R: El trauma puede afectar a muchas áreas, ya que implica distintas partes de nuestro cuerpo y sistema. Por ejemplo, puede influir en nuestra capacidad de atención debido a la hiperactivación de la amígdala, que nos mantiene en un estado constante de alerta. Esto repercute en nuestra concentración, memoria y capacidad para recordar cosas. Además, puede afectar físicamente, ya que el sistema nervioso autónomo despliega estrategias como huir, luchar o someterse ante situaciones traumáticas. Si estas estrategias permanecen activas más allá del acontecimiento, pueden causar alteraciones como tensión muscular, problemas digestivos o daños por el mantenimiento prolongado de sustancias químicas y hormonas en el cuerpo. Todo está interrelacionado, y las consecuencias dependen de las reacciones individuales de cada persona.

P: Es evidente que los padres, a la hora de criar a sus hijos, pueden transmitirle sus propios miedos, pero... ¿Podemos heredar traumas de nuestros padres? ¿Se sabe algo al respecto genéticamente?

R: No es que heredemos el trauma tal cual. Por ejemplo, los descendientes de los supervivientes del Holocausto no heredan el trauma de haber estado en un campo de concentración. Sin embargo, hay estudios que han demostrado que los cambios neuroquímicos, hormonales y a nivel cerebral que se producen en una persona que ha vivido un trauma, especialmente si desarrolla un trastorno de estrés postraumático, pueden modificar su epigenética. Esas modificaciones epigenéticas sí se transmiten a las siguientes generaciones y pueden afectar hasta tres generaciones. Esto no significa que hereden el trauma, sino ciertos condicionantes que pueden hacer que algunas situaciones aumenten la probabilidad de desarrollar un trauma. Por ejemplo, se está estudiando si alteraciones como el tamaño de la amígdala, que suele estar aumentada en personas con estrés postraumático, también se heredan.

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Fuente: iStock

P: ¿Se podría dar el caso de que uno tenga una serie de consecuencias en su día a día, como estrés, ansiedad u otros condicionantes, y que el trauma que lo provoca sea tan lejano que casi no podamos acceder a él porque se haya olvidado o 'difuminado' en la mente?

R: Aunque no tengamos acceso consciente al trauma, siempre se puede trabajar para rescatar y sanar la herida emocional o psicológica. Aunque no recordemos conscientemente el acontecimiento, se pueden trabajar las creencias negativas, las sensaciones corporales o ciertos condicionantes que causan malestar. Hay personas que, debido a bloqueos, tienen partes de su vida en negro, sin recuerdos claros. Aun así, podemos abordar ese malestar para que la persona pueda avanzar sin necesitar acceso directo al recuerdo del trauma.

P: En el libro destacas también la comorbilidad del trauma. ¿En qué consiste?

R: En salud mental, algunos trastornos tienden a aparecer juntos con mayor frecuencia. Esto no significa que si tienes uno, siempre tendrás el otro, pero hay combinaciones comunes. Por ejemplo, en casos de estrés postraumático de larga evolución o sin tratamiento, es frecuente el trastorno por uso de sustancias. El trauma genera un sufrimiento intenso que puede llevar a las personas a buscar formas desadaptativas de anestesiar ese malestar, como el consumo de sustancias. Lo ideal sería acudir a un médico que pueda guiar a la persona hacia un tratamiento adecuado en lugar de tomar decisiones impulsivas que agraven el problema.

P: No todos los enfoques al hablar del trauma son tristes o negativos. Hay elementos de nuestro cuerpo que nos ayudan a superarlos.

R: Totalmente. Yo siempre digo que el cerebro es maravilloso. Es como cuando tienes una herida en la piel: el médico desinfecta y crea las condiciones óptimas para que el cuerpo sane por sí mismo. En terapia ocurre algo similar. El terapeuta ayuda a crear las condiciones necesarias para que el cerebro pueda integrar lo sucedido, equilibrarse y sanar. Es el cerebro el que almacena adecuadamente lo vivido como un recuerdo más, permitiéndonos continuar sin malestar.

"Sin un abordaje profesional, el trauma no va a desaparecer"

P: En el libro hablas de las diferentes terapias para tratar un trauma. Son muchas ¿Son muchas porque hay varias maneras de trabajar y 'curar' o son muchas porque algunas sí funcionan y otras no?

R: Sí, son muchas. En el libro intento recoger las que hoy en día cuentan con mayor evidencia científica. Para mí, es importante recomendar técnicas que hayan demostrado su eficacia. Aunque hay enfoques menos investigados, esto no significa que no funcionen, sino que falta evidencia. Sin embargo, hay terapias que han sido estudiadas y no han demostrado eficiencia, y esas no las recomendaría. Lo esencial es ofrecer a los pacientes información honesta para que puedan elegir lo que mejor se adapte a ellos, pero siempre partiendo de un criterio científico.

P: ¿Qué hacemos con las personas que tienen traumas pero no acceso a terapia? ¿Hay recomendaciones al margen de las propias terapias?

R: Sin un abordaje profesional, el trauma no va a desaparecer. Sin embargo, existen ciertas pautas y ejercicios que pueden mitigar el malestar en momentos críticos o intensos, aunque no solucionarán el problema de base. También es posible trabajar para prevenir que un acontecimiento reciente desencadene un trauma más profundo. Esto se logra fomentando la resiliencia y contrarrestando las reacciones traumáticas iniciales. Pero hay que ser conscientes de que estas estrategias no sustituyen una intervención profesional para integrar y sanar el trauma.

Trauma forma parte de una lista de palabras como depresión, locura, estrés, adicción, que ya utilizamos para todo. Manosear tanto los términos que afectan a nuestra salud no nos viene nada bien, porque provoca que se desvirtúe su significado y nos impide identificar bien cuándo hemos sufrido un daño emocional grave que debemos tratar.

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