Francisco Jiménez de Cisneros o el don de la convicción y mesura
Clave en la unión de Castilla y Aragón, el cardenal impulsó la cultura, la medicina y la educación en la España renacentista, dejando un legado imborrable en la historia moderna
El banquero es un señor que nos presta el paraguas cuando hace sol y nos lo exige cuando empieza a llover.
Mark Twain.
Es sabido, si miramos objetivamente por el retrovisor, que la monarquía hispánica hizo grande a España en sus balbuceos. Esto parece ser cierto, aunque toda la realidad pueda ser subjetiva en su interpretación si no incluimos, en la lucha de los autóctonos (reyes y pueblo), la dura epopeya contra los del turbante. El periodo que va desde los Reyes Católicos hasta la invasión francesa supone una edad de oro, o de amor y hematomas, muy prolongada: tres siglos, ni más ni menos. Pero para conseguir volar alto, hacen falta gentes con vocación política y visión de futuro, y en España, ya se sabe, cada siglo aparece uno o una.
Cisneros, es decir, Francisco Jiménez de Cisneros, nacido en 1436 en un pequeño pueblo de Madrid, tuvo una influencia monumental en las postrimerías del siglo XV. Hasta nuestros días su sombra se prolonga y su relevancia política también, aunque su mensaje no tenga éxito entre la clase política, de la cual fue un adalid ejemplar. Fue el artífice de la unión entre Castilla y Aragón y, probablemente, del principio de aquella España inmortal para la historia. Su contribución y habilidad nacen del hecho privilegiado de ser el confesor de la reina Isabel la Católica. Además de un habilidoso estratega, fue un Richelieu, pero con valores, a la par que realista. Los dos reinos, Aragón y Castilla, adoptaron una dinámica de empuje tanto en el área del Atlántico como en el Mediterráneo.
Su defensa a ultranza de la cultura y de la búsqueda de una salida digna a la ignorancia imperante fue el motor de la creación de la Universidad de Alcalá de Henares en el año del Señor 1499. Por cierto, se trata de una de las universidades más antiguas de aquella atribulada Europa de pestes y batallas fratricidas, aunque posterior a Oxford (1086), París (La Sorbona, 1150), Bolonia (1317) y Salamanca (1252). No hay que olvidar que una Real Cédula de Alfonso X el Sabio convirtió la universidad salmantina en la primera en obtener el título administrativo de universidad, siendo la primera reconocida como tal. Esto, sin desmerecer los famosos centros culturales cairotas, Damasco en su época inicial musulmana (Al-Azhar) y las antiquísimas universidades chinas. Sin embargo, el honor de ser la universidad más antigua del mundo, aún en pie, corresponde a Qarawiyyin, en Marruecos, fundada por dos mujeres provenientes de la actual Túnez. Ahora bien, nos sorprendería saber que la Escuela Superior de Shang Hsian, durante el periodo imperial Yu (2257 a.C. – 2208 a.C.), podría ser la más antigua de todas. Los chinos…
Hombre de poder omnímodo, solo por debajo de la reina católica, participó activamente en el combate contra la herejía que se extendía por Europa
Por cierto, Estados Unidos, un país con tan solo 248 años de existencia, creó la universidad de Harvard cuando los españoles ya habían fundado en Centro y Sudamérica una docena de ellas. Cosas de la vida. Ingleses y franceses, que también estuvieron en aquellos pagos, solo se dedicaron a practicar una economía extractiva brutal y a usar la esclavitud sin rubor alguno.
Una figura determinante de la Modernidad
Cisneros no ha sido ajeno a la controversia. Hombre de poder omnímodo, solo por debajo de la reina católica, participó activamente en el combate contra la herejía que, como mancha de aceite, se extendía por Europa. Su apoyo a la expedición de Cristóbal Colón dio un prestigio incalculable al tándem formado por la reina y el alto clérigo. Su respaldo a las órdenes dominica y franciscana fue crucial para introducir los valores cristianos en las culturas mesoamericanas, aunque no exento de la violencia inherente a ese choque de civilizaciones. Cisneros es, sin duda, un personaje clave a caballo entre las postrimerías del siglo XV y los albores del XVI, y con bastante seguridad, una figura determinante de la Modernidad en la España naciente. Representó el humanismo cristiano en una época coincidente con el Renacimiento.
El sufrimiento que padeció bajo una enfermedad intensa, que logró superar en Granada gracias al tratamiento de una curandera cuando los médicos de la reina ya habían arrojado la toalla, marcó un cambio en su actitud. Este episodio lo llevó a dignificar la medicina e introducir la disciplina médica en la Universidad de Alcalá de Henares un año después. A partir del siglo XVI, la medicina en España experimentó un desarrollo fulgurante y universal. En los hospitales comenzó a operar un nuevo concepto de equipo: el médico generalista, con potestad para derivar casos graves al cirujano, enfermeros bajo el mando de ambos y boticarios encargados de las pócimas.
Por expreso deseo de Cisneros, en 1576 se documentó y habilitó en la Universidad de Alcalá de Henares una plaza de enfermera a nombre de María Martínez, con el mismo pago que sus pares masculinos, integrando así a la mujer en el mundo de la medicina. Cisneros, sin duda, fue una figura que solo aparece una vez cada siglo.
El banquero es un señor que nos presta el paraguas cuando hace sol y nos lo exige cuando empieza a llover.
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