Estas son las 10 peores formas de morir, según la ciencia
Un científico y un escritor han indagado sobre cuáles serían las muertes más desagradables y sus conclusiones no son aptas para todos los estómagos
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Pensar en la muerte no es precisamente el pasatiempo favorito en el que invertir nuestro tiempo pero, a medida que avanzamos por la vida, es una idea cada vez más recurrente, y se instala en nosotros la pregunta de cómo acontecerá esa certeza inevitable que, a ciencia cierta, será el punto final para todos y cada uno de nosotros.
De poder elegir, casi todos optaríamos por abandonar este mundo mientras dormimos plácidamente pero, desgraciadamente, no tenemos ni voz ni voto en esta cuestión, y tan solo podemos aspirar a que cuando llegue el momento, sea lo más rápido e indoloro posible, cerrando los ojos plácidamente, y dejando las preocupaciones para los que quedan atrás.
¿Torturado por un desquiciado? ¿Devorado por un tiburón mientras haces surf? ¿Cayendo al suelo después de que tu paracaídas no se abra? Para tratar de arrojar algo de claridad, Paul Doherty, renombrado científico del Museo Exploratorium de San Francisco, y el escritor y periodista Cody Cassidy, han unido fuerzas para tratar de dar respuesta a estas preguntas en el libro And Then You're Dead: What Really Happens If You Get Swallowed by a Whale, Are Shot from a Cannon, or Go Barreling over Niagara, aportando las que, según sus investigaciones, serían las formas más horribles de bajarse de la vida.
Empalamiento
Comenzamos con una muerte que no parece probable en nuestra época, pues este método popularizado por el sanguinario Vlad Tepes, apodado ‘el Empalador’ por su afición a matar a sus prisioneros de esta manera, requería de una especial pericia. Y es que la víctima no era atravesada por la mitad del cuerpo, sino desde su vagina o recto. Así, el propio peso de su cuerpo permitía que la estaca penetrara lentamente, destrozando sus órganos internos hasta salir finalmente por la boca. Un proceso agónico que podía durar varios días.
Muerte por privación de sueño
No tan sanguinaria, pero igualmente letal para nuestra cordura. La presión arterial se dispararía, y la persona comenzaría a tener alucinaciones que le nublarían el juicio. Este proceso desgastante podría durar varios días, pero al cabo de 11, los órganos comenzarían a fallar sistemáticamente con el consiguiente colapso del sistema inmunológico.
Disuelto en un cráter volcánico
El Parque Nacional de Yellowstone se asienta sobre un supervolcán inactivo, pero su sistema de géiseres y aguas termales es extremadamente activo y peligroso. Caer en sus aguas geotérmicas supondría la causa de quemaduras de tercer grado que destruirían la piel y las terminaciones nerviosas. El cuerpo podría disolverse al cabo de un día debido a la acidez y alcalinidad extrema de estas aguas.
Quemado vivo
Existen varias maneras horribles de sufrir quemaduras mortales, como ser hervido, arder en una hoguera o ser cocido lentamente en una olla sobre el fuego. En todos los casos, el dolor es intenso y devastador, mientras la piel se desprende y los músculos y órganos sufren daños extremos. En una agonía indescriptible, la persona puede morir desangrada, asfixiada o por el shock del dolor, y en temperaturas muy altas, incluso los ojos pueden hervir. La muerte llega en un estado de terror total.
Muerte por flujo piroclástico
Un flujo piroclástico, mezcla mortal de gases y rocas volcánicas a alta temperatura, puede alcanzar velocidades de 80 km/h y temperaturas de hasta 1.000 °C, arrasando todo a su paso. Este tipo de fenómeno, como el que sepultó Pompeya, produce un choque térmico inmediato, petrificando a las personas en posiciones de defensa. La muerte es rápida debido al calor abrasador y a la asfixia causada por los gases tóxicos.
Morir de hambre
La falta de alimento inicia un proceso destructivo en el cuerpo, que primero consume su grasa, luego los músculos y, finalmente, los órganos. A medida que el organismo se debilita, el sistema inmunológico queda vulnerable, aumentando el riesgo de infección. Sin fuerza para sostener los órganos, estos comienzan a fallar hasta que, finalmente, el corazón se detiene, terminando una agonía lenta y dolorosa.
Atrapado en una estrella de neutrones
Acercarse a una estrella de neutrones implica un destino irreversible. La gravedad extrema te arrastraría hacia su núcleo, estirando tu cuerpo hasta desgarrarlo. La intensa radiación atraviesa y destruye desde el interior, mientras los potentes campos magnéticos desintegran los átomos. Este proceso reduce el cuerpo a una nube de plasma que termina fusionándose con la estrella.
Golpeado por un acelerador de partículas
La exposición a un acelerador de partículas puede ser letal debido a la intensa radiación ionizante que emite. A dosis elevadas, la radiación causa síndrome de irradiación aguda, con síntomas como náuseas, fiebre, diarrea y disminución de células sanguíneas. Si la dosis es extremadamente alta, el daño a los órganos puede ser tan grave que la muerte ocurre en horas o días.
Deshidratación
La deshidratación es una muerte larga y dolorosa en la que el cuerpo, al perder agua, empieza a consumir sus propios recursos. Esto causa que órganos y tejidos se sequen, y el cerebro, sensible a la falta de agua, se reduce, causando confusión y delirio. La sangre se llena de toxinas, los riñones fallan y, finalmente, la persona muere en estado de coma.
A la deriva en el océano
Estar a la deriva en el océano puede parecer una oportunidad de ser rescatado, pero en realidad es una situación desesperada. La inmensidad del mar, la soledad, el miedo y la falta de dirección convierten esta experiencia en un calvario. Los riesgos son múltiples: ataques de depredadores, hambre, frío o incluso la locura, en una lenta y angustiosa agonía.
Por implosión
En un entorno de altísima presión, como las profundidades oceánicas, el cuerpo humano colapsaría rápidamente. La presión intensa haría que el cuerpo se comprimiera, rompiendo huesos, desgarrando órganos y provocando que los vasos sanguíneos implosionen. Sería una muerte repentina y extremadamente dolorosa, como ser aplastado en una prensa gigantesca.
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Pensar en la muerte no es precisamente el pasatiempo favorito en el que invertir nuestro tiempo pero, a medida que avanzamos por la vida, es una idea cada vez más recurrente, y se instala en nosotros la pregunta de cómo acontecerá esa certeza inevitable que, a ciencia cierta, será el punto final para todos y cada uno de nosotros.