Por qué a los fantasmas siempre se les representa con una sábana blanca
Si piensas en una de estas criaturas fantásticas, seguro que aparecen recubiertas con una sábana. ¿A qué debemos esta asociación con este tipo de atuendo?
Desde hace siglos, la figura del fantasma aparece envuelta en una misteriosa sábana blanca, una imagen que evoca tanto escalofríos como nostalgia. Esta representación se remonta a una antigua práctica de envolver los cuerpos en sudarios o mortajas al momento de la sepultura, una tradición que daba a la figura fantasmal una apariencia de continuidad entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
La imagen perdura en la cultura popular no solo por su simbolismo, sino también por cómo refleja las costumbres de la época, algo que estudiosos como el caricaturista del siglo XIX George Cruikshank cuestionaron en su momento. Cruikshank se preguntaba, en tono crítico, por qué estos espíritus necesitarían vestirse en el más allá y se mostraba escéptico ante la idea de fantasmas "vestidos" sin un propósito claro.
En la Inglaterra victoriana, donde el debate sobre la existencia y naturaleza de los fantasmas estaba en auge, comenzaron a surgir interrogantes sobre el “material” del que estaban hechos estos seres etéreos. Para muchos, los fantasmas representaban apariciones de personas que, en vida, habían desempeñado papeles importantes o significativos y, por tanto, sus vestimentas cumplían la función de ayudar a identificarlos.
De hecho, el antropólogo Andrew Lang argumentaba en 1897 que la forma en que vestimos a los fantasmas en nuestra mente está ligada a cómo los visualizamos en sueños: “No vemos gente desnuda en nuestros sueños; y las alucinaciones, siendo sueños despiertos, cumplen con esa misma regla”, aseguraba, en declaraciones recogidas por Shane McCorristine, profesor adjunto de la Universidad de Newcastle, en un artículo publicado en la revista The Conversation.
La “sábana blanca” no es solo un cliché; es una ventana a la relación que mantenemos con el más allá
Los fantasmas victorianos, en su mayoría “santificados” y discretos, reflejaban una moral social que evitaba la desnudez incluso en el más allá. Esta característica reafirmaba las normas de la época, donde la ropa tenía un peso importante para distinguir clases, género y ocupación. Como muestra, en 1908, una publicación en The Strand Magazine describía la aparición de una criada fantasmagórica con un vestido de algodón claro y una cofia blanca, una figura que los espectadores identificaban inmediatamente con su rol en vida.
La historia detrás de los fantasmas en sudarios es, pues, tanto un reflejo de la preocupación humana por la identidad y la mortalidad como un vistazo a cómo las sociedades victorianas intentaban racionalizar el mundo de los espíritus. La “sábana blanca” no es solo un cliché; es una ventana a la relación que mantenemos con el más allá y con los rastros que dejamos al abandonar este mundo.
Desde hace siglos, la figura del fantasma aparece envuelta en una misteriosa sábana blanca, una imagen que evoca tanto escalofríos como nostalgia. Esta representación se remonta a una antigua práctica de envolver los cuerpos en sudarios o mortajas al momento de la sepultura, una tradición que daba a la figura fantasmal una apariencia de continuidad entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
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