La 'amenaza silenciosa' de la resistencia a la insulina: por qué se produce y cómo afecta a tu salud
Se dice que es un trastorno metabólico silencioso porque no suele dar síntomas en sus primeras fases. Diagnosticarla a tiempo es clave para evitar complicaciones de salud que van más allá de la diabetes
La resistencia a la insulina (RI) es un problema de salud cada vez más común en las sociedades occidentales. A menudo infradiagnosticada, su relevancia va más allá de su relación con la diabetes tipo 2. De hecho, este trastorno metabólico silencioso puede tener consecuencias graves si no se detecta y se trata a tiempo.
Para acercarnos a este problema, el primer paso es entender qué es la insulina. Se trata de una hormona, producida por el páncreas, que permite que las células del cuerpo utilicen la glucosa para obtener energía. Cuando se habla de resistencia, significa que “las células no responden adecuadamente a la insulina, lo que provoca que el cuerpo necesite producir más cantidad de esta hormona para mantener los niveles de glucosa en sangre dentro de rangos normales. Con el tiempo, este esfuerzo adicional puede llevar al páncreas a agotarse y a la aparición de la diabetes tipo 2”, explica la doctora Alessandra Luque, especialista del Servicio de Endocrinología y Nutrición del centro médico-quirúrgico Olympia Quirónsalud.
Lo más preocupante, añade, es que en sus etapas iniciales la resistencia a la insulina puede ser completamente asintomática; esto la convierte en una amenaza silenciosa para millones de personas en todo el mundo.
Causas de la resistencia a la insulina
Según la doctora Luque, existen diversos factores que pueden contribuir a la aparición de la resistencia a la insulina. Entre ellos destacan los siguientes:
- Obesidad: en el 80% de personas con obesidad, el exceso de grasa corporal se deposita en lugares anormales, sobre todo dentro del abdomen (obesidad central) y en otros lugares como el hígado, músculo y endotelio vascular (paredes de los vasos sanguíneos), causando un estado de inflamación crónica y resistencia a la insulina.
- Sedentarismo: la falta de ejercicio regular disminuye la sensibilidad a la insulina.
- Genética: algunos individuos tienen una predisposición genética a la RI.
- Dieta: una alta en azúcares refinados y carbohidratos procesados puede aumentar el riesgo de RI.
- Edad: el riesgo de tener RI aumenta a medida que se envejece.
- Estrés e infecciones: incrementan los niveles de hormonas como el cortisol, glucagón, catecolaminas y hormona de crecimiento, que favorecen el aumento de la glucosa en la sangre y la resistencia a la insulina
- Embarazo: “La sensibilidad a la insulina disminuye de forma progresiva a medida que avanza la gestación, debido a la producción de una hormona de la placenta (Lactógeno placentario). En condiciones normales, esta hormona trata de facilitar el aporte de glucosa al feto, y para eso produce cierta resistencia a la insulina en la madre. El problema está cuando se suman otras condiciones, como la obesidad, antecedentes familiares de diabetes mellitus tipo 2 o resistencia a la insulina previa, y se produce una diabetes gestacional”, señala la doctora.
Es importante destacar que el impacto de la RI no se limita al riesgo en la aparición de una diabetes tipo 2 (DM2), sino que se asocia con una serie de condiciones de salud graves, como la hipertensión, enfermedades cardiovasculares, síndrome de ovario poliquístico (SOP) y enfermedad del hígado graso no alcohólico, que es la causa más frecuente de cirrosis a largo plazo hoy en día. “Asimismo, la resistencia a la insulina asociada a la obesidad puede favorecer el desarrollo de tumores malignos, como el cáncer de endometrio, entre otros, y perjudicar la respuesta al tratamiento”, afirma la experta.
En la piel también se puede producir, aunque no siempre, la Acantosis Nigricans, que se ve como una mancha aterciopelada marrón, sobre todo detrás del cuello, axilas, codos e ingles. “Además, se pueden ver otras lesiones, como los acrocordones, que son pequeñas protuberancias, blandas y más oscuras que la piel, que se localizan fundamentalmente en el cuello.
Diagnóstico y tratamiento
La detección precoz es clave para manejar la RI. “Se puede obtener un diagnóstico mediante un análisis de sangre con el que se evalúan los niveles de glucosa e insulina. Es importante hacerlo en pacientes con determinados factores de riesgo: obesidad abdominal, alteración de los niveles de glucosa, hipertensión arterial y alteración de lípidos, es decir, lo que conocemos como síndrome metabólico”.
También es fundamental intervenir de forma temprana para modificar la situación. “Cambios en el estilo de vida, como una dieta equilibrada (baja en azúcares refinados), ejercicio regular y pérdida de peso, son las primeras líneas de defensa. En algunos casos, pueden ser necesarios medicamentos como la metformina, para mejorar la sensibilidad a la insulina, o fármacos más novedosos, como liraglutida, semaglutida y tirzepatida, que pueden favorecer la pérdida de peso; este último, según ficha técnica, puede mejorar la RI”, concluye la especialista de Olympia.
El Confidencial, en colaboración con Quirónsalud, presenta una serie de artículos con información práctica, consejos y recomendaciones para mejorar nuestra salud y bienestar. Si tienes alguna duda sobre esta temática o quieres más información, puedes contactar con el centro médico quirúrgico Olympia Quirónsalud.
La resistencia a la insulina (RI) es un problema de salud cada vez más común en las sociedades occidentales. A menudo infradiagnosticada, su relevancia va más allá de su relación con la diabetes tipo 2. De hecho, este trastorno metabólico silencioso puede tener consecuencias graves si no se detecta y se trata a tiempo.