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¿Era Sandokan español? Nuestro país y sus huérfanos
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¿Era Sandokan español? Nuestro país y sus huérfanos

Carlos Cuarteroni, un explorador convertido en fraile trinitario, fue clave en la lucha contra la esclavitud en el sudeste asiático, aunque su nombre ha caído en el olvido

Foto: El actor Can Yaman caracterizado como Sandokan para su nueva serie
El actor Can Yaman caracterizado como Sandokan para su nueva serie

Aprende a dejar ir, esa es la clave de la felicidad.

Buda.

En un momento intemporal de la historia, probablemente en el siglo XIX, un fraile trinitario, nacido gaditano, encumbró a través de sus memorias al que sería el gran relator del género de aventuras, Emilio Salgari. Carlos Cuarteroni, un héroe patrio, como tantos, sepultado en el olvido; describió en una macro cartografía que, posteriormente, presentó al Papa de Roma, los hechos acontecidos en las latitudes colindantes a Indonesia, Borneo, Sumatra, etc.

Salgari, del que no se conoce se desplazara nunca a aquellas zonas e incluso, que saliera de Italia, reescribió, al estilo de Joseph Conrad o Julio Verne, una saga de aventuras cuyo protagonista era un tal Sandokan. Aquel que inspiró al eminente escritor italiano contemporáneo de Garibaldi; católico confeso, visitó a su eminencia persuadiendo a la Santa Sede de que su misión, de ser aprobada, conseguiría abolir la esclavitud en aquellos lejanos pagos.

Foto: Combate naval y turcos saltando al abordaje por Juan de la Corte (1597–1660), Museo Naval de Madrid.

Salgari, era un ratón de biblioteca que quiso poner en valor las vivencias de aquel español desconocido que nunca busco protagonismo alguno. Como escritor, buscó en cajones y alacenas para crear un personaje universal con millones de seguidores. Era sabedor de la existencia del famoso informe presentado por Cuarteroni al Papa Pío IX allá por el año del señor de 1849.

Las memorias de aquel audaz marino español convertido en fraile trinitario quedaron reflejadas en un informe entregado a Roma en el que se detallaba exhaustivamente las vivencias del explorador y su obra social. Nos cuenta Alicia Castellanos, la autora de Cuarteroni y los piratas malayos, la odisea de este monje-marino con definiciones de trazos gruesos y sin concesiones a la galería. El relato no es nada almibarado y, sin escatimar loas a la obra social y al perfil aventurero del personaje, no cae en un relato complaciente como era el uso de la época.

En aquel tiempo, España estaba de retirada del colosal imperio que fue. Tenía una ventana de oportunidad en la zona de Oceanía, Filipinas y por supuesto, la joya de la Corona; Cuba. Fue un siglo devastador. Guerras civiles sin cuento, una detrás de otra, asolaba la nación, no había manera de erguirse. En este escenario crecía el mozalbete que daría lustre a una humanidad posible.

"La esclavitud estaba muy arraigada en aquellos lares. Todo era esclavitud. Marinos esclavos, agricultura esclava; entonces fue cuando tomó una decisión clave que haría que su vida girar 180º"

En aquella época lo más razonable era embarcarse de grumete e ir en pos de la fortuna. Su más precoz travesía fue en dirección a Manila. La experiencia que iba a afrontar era de una magnitud descomunal. La travesía hacia Filipinas se hacía evitando costa a la vista por los riesgos que entrañaba la boyante piratería. Posteriormente, se doblaba el Cabo de Buena Esperanza, y nuevamente había que enfrentar a los corsarios de Zanzíbar. A todo esto, había que añadirle al tema las enfermedades propias de las largas singladuras, los huracanes; y finalmente, la despótica e irracional sensación de desamparo ante aquella inmensidad tan despiadada.

Pero Cuarteroni creció y dejo de ser un mozo barbilampiño y un día, tuvo 26 años. A esta edad, y haciendo gala de una enorme capacidad de manejo de su portentosa intuición, era ya un capitán inmensamente rico. La fortuna le vino por su devoción a lo ignoto, era un explorador de una pieza. Durante algo más de un año busco en la zona de Labuan el pecio de un barco - el Cristian - hundido con un enorme tesoro en lingotes de plata. Y dio con la tecla por su enorme perseverancia. Inversor nato, fletó una ágil goleta, la Mártires de Tonkín, y se puso a pescar tortugas carey, perlas y corales; una actividad peligrosa sin duda, pero también lucrativa.

Con el paso del tiempo, se convertiría alguien con el que cualquier marino querría trabajar. Buena paga, tres raciones de comida, pago puntual de haberes, 10% del porcentaje de todo lo conseguido; él no va más. Pero su brillante carrera profesional tropezaba con aspectos de índole moral. Algo perturbador había en su alrededor. La esclavitud estaba muy arraigada en aquellos lares. Todo era esclavitud. Marinos esclavos, agricultura esclava; entonces fue cuando tomó una decisión clave que haría que su vida girar 180º.

"Es famoso por los beneficiados de su compasión y odiado por los esclavistas. Roma le apoya. Y en este momento, la historia le convierte en un héroe"

¿Podía haber vivido una vida muelle? Sí, sin duda. El Raja de Sarawak, James Brooke, un inglés, era un íntimo amigo suyo y le propuso compartir gobierno con él. Era una amistad sincera, pero este gaditano místico tenía otras opciones. Algo había arraigado en su alma de explorador que le creaba una noche oscura. Ante la indolencia de occidente, cientos de miles de esclavos discurrían por las venas de Asia Oriental. Los piratas malayos, de Borneo, de Sarawak, etc. no hacía horas extras, no; hacían años extras. El tráfico de esclavos era de tal magnitud que desbordaba las previsiones más conservadoras. Torturas aleatorias, decapitaciones, humillaciones de toda índole, niños arrebatados a sus padres; eran el pan nuestro de cada día.

En su particular cuaderno de bitácora vital, relató la tragedia de aquellas gentes de tal modo que trazó un ambicioso plan. En un banco de Singapur hizo un depósito de caudales importante. Durante los próximos años compiló información sobre todos los portulanos de Borneo, áreas de costa susceptibles de desembarcos, rutas de evasión, puntos de reunión de esclavistas, contrató espías locales; se informó al máximo, en definitiva. La información es la clave del triunfo, decía Lao Tse.

Foto: Episodio de la intervención francesa en España en 1823. (Hippolyte Lecomte)

Durante dos larguísimas décadas, Cuarteroni revoluciona el sudeste asiático. Es famoso por los beneficiados de su compasión y odiado por los esclavistas. Roma le apoya. Y en este momento, la historia le convierte en un héroe. Su tarea es una misión imposible. Alicia Castellanos se refiere a él como un gurú. Es conocido en todas las latitudes. Un ángel para los esclavos cristianos, contra viento y marea, capea temporales. Su vida se realiza entregándose a los necesitados.

Arruinado tras vaciar sus bolsillos una y otra vez, retorna a Cádiz para descansar su cuerpo junto a su familia, que siempre fue pilar en su apuesta. Hay que resaltar que España, poco aficionada a apoyar a sus hijos más atrevidos, no tiene memoria de sus hazañas. Podríamos decir que su apuesta fue desde el punto de vista histórico un fracaso. Con la idea del Evangelio por delante, podríamos decir que (sic) “Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón. Mt 6, 19”.

España, siempre tan grande; siempre tan pequeña.

Aprende a dejar ir, esa es la clave de la felicidad.

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