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El invento del Gran Capitán: la historia del español que cambió las leyes del enfrentamiento militar
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El invento del Gran Capitán: la historia del español que cambió las leyes del enfrentamiento militar

Dio a España probablemente el aliento necesario para generar una autoestima de unidad, respeto en el exterior, y un prestigio militar indiscutible

Foto: El Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, recorriendo el campo de la batalla de Ceriñola (Autor: Federico Madrazo)
El Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, recorriendo el campo de la batalla de Ceriñola (Autor: Federico Madrazo)

Mientras que el oro circula porque tiene valor, el papel tiene valor porque circula.

Karl Marx.

Federico de Madrazo (1815 – 1894), nos legó una de las obras clave del romanticismo español antes de caer en manos del retratista que fue, por necesidades de caja, pues había que llegar a fin de mes. El Gran Capitán, recorriendo el campo de la batalla de Ceriñola, es quizás su obra cumbre por la trascendencia y simbolismo en lo que respecta al cambio de ciclo histórico.

Representa a una monarquía española en auge expandiéndose a una velocidad meteórica por todas las latitudes del globo terráqueo. El cuadro en cuestión, realizado en tamaño pusinesco (a un tercio del natural), representa una escena de la segunda guerra italiana en la que se dirimía el poder e influencia de una proto España enfrentada a Francia por sus posesiones en la bota itálica. En el lienzo se ve de forma impactante al duque de Nemours, a la sazón virrey de Nápoles, agonizando tras el impacto de una bola de arcabuz en su pecho durante la batalla de Ceriñola tal que un día 28 de abril de 1503.

Foto: Fuente: Wikimedia

Sobre el Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba (1453 – 1515), solo se puede decir resumidamente que dio a España probablemente el aliento necesario para generar una autoestima de unidad, respeto en el exterior, y un prestigio militar indiscutible. Lejos de las fechas y datos de rigor, solo cabe decir que su natural inteligencia para la estrategia y temas tácticos aplicados al combate, cambiaron las leyes del enfrentamiento militar para siempre. Era el otoño de la Baja Edad Media y el amanecer de uno de los grandes momentos en los que la historia se viste lustrosamente; el Renacimiento.

Gonzalo Fernández de Córdoba, nació en un momento mutante presidido por enormes turbulencias. Las leyes de mayorazgo lo condenaban a ser un segundón. Este anacronismo legal lo destinaba a una vida de incertidumbre, a la milicia, o a ser un tonsurado más del montón. Y así fue... Destacado en Íllora como alcalde y elegido por la mismísima reina Isabel; se había curtido en un enorme abanico de golpes tácticos en un entrenamiento premonitorio de lo que luego exportaría en su devenir como el Gran Capitán. La Vega de Granada soportaba las incursiones de este celebrado militar, creando un desgaste enorme con la erosión continua de sus razias al adversario musulmán. Este compromiso con la Corona y su reputación al alza, le prestigiaron para subir en el escalafón.

Todo el aprendizaje asimilado durante la Guerra de Granada, se vería reflejado en las batallas cruciales contra Francia en lo que hoy es Italia. Él se dio cuenta de que de la caballería pesada era una especie en vías de extinción y que la infantería debía dejar de ser el peonaje o carne de cañón. Una formación bien entrenada en cuadro podía autogestionarse por sí misma en diferentes lances de la batalla; y ¡Abracadabra! Aparecieron los tercios.

placeholder Retrato de El Gran Capitán por Eduardo Carrió
Retrato de El Gran Capitán por Eduardo Carrió

Ocurría que, una reclamación con escaso fundamento basada en unos derechos muy endebles vinculados a la casa de Anjou (en ese momento ya extinta para la historia) el que era a la sazón monarca galo (Carlos VIII), vindicaba la propiedad del reino de Nápoles. Con un ejército descomunal de cerca de 40.000 hombres, impedimenta incluida; hacia 1494 tomó Italia por asalto. Incluida en el paquete estaba la probablemente caballería pesada más potente de Europa; unos 6000 caballeros.

Como todas las novedades que aportan las guerras hibridas (y este era el ensayo del Gran Capitán para ello) en el escenario itálico, interactuaron la caballería y la infantería como un todo, y no una separata. Un cuadro de los nuevos tercios, en plena batalla, podía llevarse por delante un ataque de caballería pesada - y ese era el fuerte de los franceses - ensartada entre las picas y disparos de arcabuz en una secuencia de ritmo infernal. Luego, la caballería ligera se encargaba de rematar el asunto.

Elegido entre los innumerables segundones y primando la subordinación a la voluntad real, la confianza de los Reyes Católicos para la defensa del apurado rey de Nápoles, recayó en Gonzalo Fernández de Córdoba. Huelga decir que el éxito de sus campañas revelaría sin duda al militar más destacado de la época. Mientras Carlos VIII entraba en Nápoles prácticamente sin resistencia, el Gran Capitán llegaba a Mesina donde tuvo que dar descanso a su variopinta tropa de ballesteros, arqueros, presos liberados o enrolados para evitar la acción de la justicia, caballería árabe montada por los mejores jinetes andaluces portando espada y una novedad; el arcabuz inserto en la caballería como arma normativa.

"Los tercios, infernal invento de este genio militar. Una maquinaria humana cohesionada a la perfección a la par que formación de combate elástica de una pegada descomunal"

Con su habitual olfato e incontestables habilidades, comenzó el hostigamiento haciendo hincapié en el tornafuye, una hábil estratagema propia de los jinetes ligeros árabes. Las emboscadas comenzaron a producir estragos en las elevadas crestas de las montañas de Calabria. Carlos VIII rey de Francia se percató de que el tema iba muy en serio y volvió grupas, pero tarde... Gonzalo Fernández de Córdoba organiza una defensa activa con la que hostiga constantemente al enemigo, atacando, sobre todo, su logística.

Tras devolverle a Alejandro VI (Papa Borgia) el puerto de Ostia, fortaleza que las tropas pontificias eran incapaces de tomar y fuente natural de aprovisionamiento para Roma; aprovechó para echarle en cara su distendida y licenciosa vida tras una crítica inoportuna hacia los Reyes Católicos. La argumentación del ilustre soldado estaba mas que justificada. El Papa de Roma se paseaba con sus concubinas a la vista de todo el mundo.

Pero siguiendo el rastro de su obra magna, los tercios, infernal invento de este genio militar, una maquinaria humana cohesionada a la perfección a la par que formación de combate elástica de una pegada descomunal. Se hace necesario recordar que estuvieron a punto de invadir China (con Felipe II), y que se prepararon para ello entrenándose en las tierras de Italia (Ceriñola, Garellano, etc.), de Francia (San Quintín), Flandes (incontables localizaciones ), Lepanto (compañías embarcadas) y el consiguiente rodaje que llevaron a América.

Finalmente, de victoria en victoria, expulsaron de la proto Italia a los galos, hasta que consiguieron echarle el guante a Francisco I en Pavía, caído prisionero a manos del morrosko Juan de Urbieta. Gonzalo Fernández de Córdoba y su invento, los tercios. Una época de gloria.

Mientras que el oro circula porque tiene valor, el papel tiene valor porque circula.

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