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Antes de Harry Potter y Gandalf ya existía: la historia de la magia hasta ahora
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Antes de Harry Potter y Gandalf ya existía: la historia de la magia hasta ahora

Con el primer hechicero de la tribu nacía la magia, que forma parte de la espiritualidad que nos hace humanos y que ha evolucionado con nosotros y el tiempo, sin abandonarnos nunca

Foto: El doctor Fausto invocando al diablo. (iStock)
El doctor Fausto invocando al diablo. (iStock)

Los primeros artistas de la historia lo atestiguaron: en centenares de cuevas desde Francia hasta España, aquellos que registraron el día a día de la Edad de Piedra también dejaron curiosas imágenes llenas de simbolismo y relacionadas con la magia. Como explica el ensayista Luis Bonilla en Historia de la hechichería y las brujas, además de escenas de caza también podemos encontrar danzas de carácter mágico, hechiceros con apariencia híbrida (hombres-toro u hombres-bisonte), o siluetas de manos enigmáticas para nosotros. Es decir, con el primer hombre, nacía la magia.

Lo curioso de todo el asunto es que aquellos hechiceros separados de nosotros por 15.000 años no difieren mucho de los actuales hechiceros centroafricanos, porque realmente la magia no es una cosa eurocentrista ni mucho menos, sino que de una forma u otra (como las religiones) se mantiene constante en todo el mundo y a lo largo de la historia del ser humano. Con nuestro nacimiento surge también el sentimiento espiritual que nos hace tan diferentes del resto de animales, y, con él, el concepto de magia que ha ido evolucionando a lo largo de los siglos. Al fin y al cabo, la magia es ese don concedido para poder actuar como dioses: una serie de técnicas que permiten modificar la realidad o mejorarla, curar enfermedades o reinstaurar el orden (al menos, al principio de los tiempos).

Los primeros hechiceros de las tribus carecen de la connotación negativa actual. Solo buscaban mediante la magia lo mejor para el grupo

Esos primeros textos escritos que hablan de rituales mágicos se encuentran, como no podía ser de otro modo, en dos de las civilizaciones más antiguas que hay: Mesopotamia y Egipto. Eran los propios dioses los que daban a los humanos ese conocimiento ancestral para poder practicar la magia. El hechicero se había hecho fundamental en la tribu, incluso (citando de nuevo el libro de Bonilla) más que el propio jefe de la misma. Realmente hasta la Antigua Grecia, cuando cambia la concepción de la magia en sí, no hay un punto verdaderamente negativo del mago, que tan solo estudia los conocimientos sobrenaturales, ayuda a ganar las guerras o intentan conferir fortaleza ante el mayor miedo del ser humano: la muerte y la enfermedad. Quizá la religión no nace per sé de la hechicería primitiva, pero sin duda tiene muchos cauces en común con ella.

Foto: Fuente: iStock.

Es realmente la Antigua Grecia la que aporta la idea negativa del mago que ha llegado hasta nuestros días (y que sustentó la Edad Media). Muchos textos griegos dan una visión negativa del mismo, hablando no solo de distintos tipos de ritos que consideraban fraudulentos o peligrosos, sino expresando que la figura de los magos en sí se trataba de charlatanes, interesados en ganar dinero mediante falsedades o vagabundos (Eurípides lo señala en algunas de sus obras, y Platón e Hipócrates lo secundan). Para Hipócrates, especialmente, el mago entrañaba un peligro pues no consideraba en absoluto que las técnicas usadas por los mismos durante las enfermedades, con la idea de purificar a los enfermos, sirvieran de algo.

En la Antigua Grecia se denosta la figura del mago, al que se ve como un charlatán que trata de ganar dinero mediante sus rituales

Con la Edad Media no solo surge el pensamiento mágico que, de alguna manera, todavía nos pertenece pese a la secularización y los avances tecnológicos. También surge el temor a la magia. Hay que volver a recordar que en el pasado remoto, el chamán de la tribu no era sino aquel que ponía su conocimiento en favor del propio grupo, y, sin embargo, durante el medievo es cuando los caminos de la religión y la magia se separan más que nunca. En aquella época el término de magia se relacionaba especialmente con la alquimia y astrología (actividades consideradas demoníacas por la Iglesia Católica, y motivo de persecución hasta la Edad Moderna), pero además, aunque aparecen figuras tan destacadas como Merlín en las historias del rey Arturo, también surgen otras ideas tan profundamente arraigas en la hechicería que siguen formando parte de nuestro día a día.

placeholder Brujas ardiendo en un grabado. (iStock)
Brujas ardiendo en un grabado. (iStock)

Una de ellas es el mal del ojo, un temor que viene ligado al irremediable uso de los amuletos. No hablamos de la creencia (todavía presente) de las propiedades mágicas en las piedras preciosas, sino los amuletos que ayudaban a protegerse de lo que ya se perfilaba como magia negra. Los precios que llegaron a adquirir algunos de estos objetos durante la Baja Edad Media fueron impresionantes (y, como curiosidad, en alguno de ellos se tallaba la palabra Abracadabra), llegando a durar más de 15 siglos la locura por los talismanes colgados en las puertas de las casas o los cuellos, que acabaron especializándose para preservar de un sinfin de cosas diferentes: la peste, el fuego, morir ahogado... es decir, para evitar lo que todos más tememos o alargar al máximo lo inevitable.

Duró 15 siglos la locura por los talismanes en las casas o los cuellos, que se especializaron para preservar de un sinfín de cosas diferentes

Y con esta época relacionada con el oscurantismo surgen las figuras más famosas de la cultura pop: las brujas. El concepto más ancestral de hechicera evoluciona hasta convertirse en la bruja, en una época en la que el cristianismo ha triunfado, simbolizando la rebeldía del demonio. No hay nada positivo en ella, la bruja (no nos detendremos a mencionar la misoginia latente del término) encarna todo lo maligno que hay que perseguir. Comienza la época de las persecuciones y de los aquelarres: esas citas en las que las brujas se unen para realizar danzas orgiásticas con un macho cabrío. Nada raro en una época en la que todo el mundo andaba obsesionado con la hechicería: durante toda la Edad Media y el Renacimiento incluso los reyes tuvieron sus propios astrólogos y adivinos, pese a que dictaban leyes reprimiendo la hechicería. Surgía la alquimia, y la magia en la corte siempre estuvo muy presente, incluso en algunas de sus figuras (no en vano, Carlos II era 'el hechizado').

Foto: 'Antonietta Gonsalvus', atribuido a Lavinia Fontana.

De todas maneras, nos hemos centrado en la magia desde un punto de vista totalmente eurocentrista, pues ya señalábamos al principio que ha estado presente en todas las civilizaciones y todas las épocas del mundo. El concepto mágico del chamán en Latinoamérica, las brujas africanas o la hechicería y los espíritus en Asia central conforman un camino diferente. En nuestra idiosincrasia europea, sin embargo, persiste el mito: los aldeanos continúan contando historias sobre espíritus, duendes o brujas que aparecen en cuevas o casas embrujadas (exalzadas durante el Romanticismo).

Los aldeanos continúan contando historias sobre espíritus, duendes o brujas que aparecen en cuevas o casas embrujadas

La magia no nos ha abandonado, como señalábamos al principio. El pensamiento mágico forma parte de nuestro día a día, pese a que la sociedad haya evolucionado. Personas alrededor de todo el mundo siguen creyendo en los talismanes, las piedras de poder, el horóscopo o el tarot. Y, en realidad, tiene tanto sentido ahora como lo tenía cuando el hechicero de la tribu intentaba ayudar a sus congéneres. Solo es una manera de autoconvencernos de que tenemos el destino en nuestras manos y podemos jugar con él a voluntad, aunque en el fondo sepamos que es mentira.

Los primeros artistas de la historia lo atestiguaron: en centenares de cuevas desde Francia hasta España, aquellos que registraron el día a día de la Edad de Piedra también dejaron curiosas imágenes llenas de simbolismo y relacionadas con la magia. Como explica el ensayista Luis Bonilla en Historia de la hechichería y las brujas, además de escenas de caza también podemos encontrar danzas de carácter mágico, hechiceros con apariencia híbrida (hombres-toro u hombres-bisonte), o siluetas de manos enigmáticas para nosotros. Es decir, con el primer hombre, nacía la magia.

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