Es noticia
Leer más allá de las palabras: la historia silenciada de la criptóloga Elizebeth Smith Friedman
  1. Alma, Corazón, Vida
Cuatro mil mensajes nazis

Leer más allá de las palabras: la historia silenciada de la criptóloga Elizebeth Smith Friedman

Descifró tres máquinas Enigma y docenas de circuitos de radio y, con ello, más de 4.000 mensajes nazis, o lo que es lo mismo: salvó innumerables vidas

Foto: Elizebeth Smith Friedman. (Wikipedia/NSA)
Elizebeth Smith Friedman. (Wikipedia/NSA)

"Al elegir una palabra clave", decía, "nunca elija una que esté asociada con el proyecto en el que está comprometido". Lo que no decía es que, de lo contrario, ella llegaría primero. Su conocimiento era de causa; y su consejo, fruto de la experiencia. Clara Elizebeth Smith era la gran genia de la criptología cuando lanzó aquellas palabras bastante claves, aunque en el mejor de los sentidos.

Deserrendó tres máquinas Enigma y descifró docenas de circuitos de radio diferentes para descifrar más de cuatro mil mensajes nazis, o lo que es lo mismo: salvó innumerables vidas. Tenía un don, suelen decir ahora de ella, aunque tal vez fueron varios bien condensados en uno, el de la inteligencia. Un cerebro privilegiado al que no se le escapaban las palabras entre palabras, los espacios, los silencios, el diálogo más escondido, el futuro, al fin y al cabo. Pero era mujer, vaya por donde.

Foto: Dos miembros de la MFAA localizan un Rembrandt original en la mina de sal de Heilbronn el 3 de mayo de 1946. (Wikipedia)

Mientras el famoso Alan Turing descifraba la comunicación nazi desde Inglaterra, miles de mujeres, sin la instrucción de sus contemporáneos y de la mayoría de nosotros hoy, también lo hacían desde todas partes. Descifrar el código enemigo se ha convertido en un gesto histórico adjudicado a unos cuantos hombres o instituciones masculinas. Sin embargo, para que aquellos se llevaran todos los méritos, muchas asumieron el estatus de anónimas. Esta es la historia de una de ellas, y no cualquiera. La llaman la "madre de la criptología", aunque tal vez habría que decir "la maestra", porque en la actualidad siguen aprendiendo de ella.

En busca de otro Shakespeare

Elizebeth Smith nació el 26 de agosto de 1892 en el Estado estadounidense de Indiana. Elizebeth, con e, porque su madre no quería que le acortaran su nombre, que le cortaran las letras, que la cortaran a ella llamándola "Eliza". Desde luego, aquella ocurrencia le vino al pelo a una niña que, desde muy pequeña, comenzó a demostrar un gran interés lingüista. Tanto que en 1915, con 23 años, se graduó en la universidad con una especialización en Literatura Inglesa y Griega. Disfrutaba de la lectura y la poesía, y escribía, escribía sin parar.

Su amor por las palabras la llevaron donde pocas mujeres podían imaginar entonces: los fondos del poder que conectaban el mundo. Según explica Suyin Haynes en la revista Time, todo comenzó cuando se asentó en Chicago tras acabar sus estudios. Allí, Elizebeth acudía asiduamente a la Biblioteca Newberry para leer y diseccionar la obra de Shakespeare, de la que era muy seguidora. Aún no sabía que, más allá de lo literario, había otras muchas formas de atravesar la literatura misma.

En una de esas visitas, se propuso examinar una edición original de 1623 de los primeros folios del autor inglés, y fue entonces cuando una bibliotecaria le sugirió que tal vez aquel Shakespeare que ella leía, en realidad, nunca había existido. Era un rumor, claro, pero uno de esos que cambiarían todo a su alrededor. En aquel momento, un empresario llamado George Fabyan se había empeñado en demostrarlo: las obras de Shakespeare habían sido escritas por Francis Bacon, aseguraba. Para ello, utilizaría la técnica del descifrado de códigos.

Su primer trabajo como criptóloga

Se trataba de una técnica de lo más novedosa, pero ya apuntaba ser capaz de casi todo. Para empezar, la tarea ya ponía sobra la mesa que en los textos las palabras no son solo las que son, que podía haber capas y capas de palabras, como montañas que podían escalarse. En cualquier momento, en cualquier texto famoso, podría descubrirse que la historia de la humanidad no era así sino asao. Escalas, matices, huecos… Los textos no eran planos, sino un tránsito.

En 1916, Elizebeth llegó a los Riverbank Laboratories, como se llamaba "la propiedad similar al país de las maravillas del multimillonario George Fabyan"

Propietario de Riverbank Laboratories, una de las primeras instalaciones en el país norteamericano fundada para el estudio de la criptografía, Fabyan fanfarroneaba así con la posibilidad de tener el mundo en la palma de su mano; que era, sin ir más lejos, lo que la criptografía prometía.

Al año siguiente de su graduación, en 1916, Elizebeth llegó a los Riverbank Laboratories, como se llamaba "la propiedad similar al país de las maravillas de Fabyan", en palabras de Maria Popova para The Marginalian. El multimillonario había contratado a Elizebeth para trabajar descifrando en el corazón de una teoría de la conspiración literaria.

Elizebeth y William

Fue allí donde conoció a William Friedman, un joven genetista que estudiaba semillas para infundir cultivos con propiedades óptimas como una especie de ingeniería protogenética. William y Elizebeth se casaron pronto, y aún más pronto comenzaron a colaborar en trabajos criptográficos bajo la atenta mirada de Fabyan. Sobre ello escribe el periodista Jason Fagone en su libro La mujer que rompió códigos: una historia real de amor, espías y la heroína improbable que burló a los enemigos de Estados Unidos: "El universo moderno de códigos y cifras comenzó en una casa de campo en la pradera, con un par de jóvenes amantes que se sonreían a través de una mesa y un hombre rico los instaba a ser espectaculares".

placeholder (Wikimedia)
(Wikimedia)

No era el idilio que parece, eso sí. Sin ir más lejos, todos los artículos sobre aquel asunto de la autoría de Shakespeare que escribieron juntos siempre se publicaron bajo un solo nombre, el de William. Y, claro, pronto extendieron su reputación. La de Elizebeth aún estaba por ver. Spoiler: lo estaría al menos hasta 2008.

Como explica Haynes, el campo de la criptografía en ese momento aún era joven, y Elizebeth era una de las contadas mujeres que trabajaban en él. Esto suponía una dicotomía constante: hacer historia, que su mera presencia interpelara, pero también una fuerza de demostración constante y una lucha diaria por estar donde ya estaba. Como mujer, formar parte de los proyectos no le aseguraba prestar su inteligencia en las tareas más complejas. Podía hacerlas; sencillamente, a menudo no querían que las hiciera. No obstante, como recuerda Fagone, estos comportamientos fueron in crescendo pues, en un principio, "los roles de género no se habían convertido en una barrera aún, porque casi nadie se dedicaba a descifrar códigos".

"Una intuición excelente para descifrar"

Justo antes de que Elizebeth y William se casaran, Estados Unidos entró en la Primera Guerra Mundial. El conflicto coincidía también con la prominencia de la transmisión por radio. Todo unido se convirtió en el cócktel perfecto para que el descifrado de códigos se popularizara como una habilidad muy valiosa. Sin embargo, recuerda Haynes, Estados Unidos no tenía todavía una unidad dedicada a descifrar códigos, y su gobierno y autoridades tampoco estaban preparados para recopilar inteligencia por esos medios. Era la gran puerta abierta a la que accedió Fabyan ofreciendo los servicios y la experiencia del personal de Riverbank.

"Era extraordinariamente buena reconociendo patrones. Hacía lo que primero parecían conjeturas, pero siempre resultaban ser correctas"

Nacía la primera unidad de descifrado de códigos en el país, encabezada nada más y nada menos que por los Friedman (contra el borrado de apellido para ellas no había nada que hacer). "Mientras que William tenía una intuición excelente para descifrar códigos, Elizebeth tenía un don diferente y extraordinario para los códigos que nadie más podía ver", dice la historiadora Amy Butler Greenfield en su libro La mujer a la que todos los espías temen: Elizebeth Smith Friedman y su vida oculta. "Era extraordinariamente buena reconociendo patrones. Hacía lo que primero parecían conjeturas, pero siempre resultaban ser correctas".

Así, durante la Primera Guerra Mundial, Elizebeth y William dirigieron un equipo no oficial de descifrado de códigos empleado por el propio gobierno nacional. Más tarde, durante lo que se conoció como la era de la Ley Seca, Elizebeth se encargó de descifrar los códigos utilizados por los traficantes de narcóticos y alcohol, incriminando a las redes de ron de alto perfil dirigidas por la mafia, incluido la de Al Capone en Nueva Orleans. Su mayor logro, en cualquier caso, aún no había llegado.

Descubriendo a los nazis

Durante la década de 1930, el nombre de Elizebeth ya había saltado a la palestra social. Se convirtió en la descifradora de códigos más conocida de Estados Unidos y del mundo. En una entrevista para National Geographic, Fagone indica que entre 1926 y 1930, descifró un promedio de "20.000 mensajes de contrabandistas por año en cientos de sistemas de código diferentes".

Esto significaba no solo significaba atravesar los diálogos del crimen organizado, sino también sus intereses. Es por ello que más de una vez necesitó ser protegida por guardaespaldas cuando acudía los juzgados. Fue precisamente la evidencia que dio en los juicios penales describiendo cómo descifró los mensajes cifrados que pasaban entre mafiosos lo que la llevó a las portadas de los periódicos de la época.

Llegado el final de la década, otra guerra se desataba. Mientras los estadounidenses luchaban en un teatro de guerra en el Pacífico contra el ejército nazi, empezaron a crecer los temores sobre la amenaza de golpes e insurrecciones respaldados por aquellos en América del Sur. Ricos en recursos, varios países ricos de dicho continente resultaban estratégicamente importantes. Había que mantenerlos al margen de la contienda. De pronto, Elizebeth descifró una serie de mensajes enviados por los alemanes de Hitler a través de las máquinas Enigma: había toda una red de espionaje apuntando a Sudamérica.

Lo que el FBI no consiguió hacer

La descifradora localizó la identidad, el nombre en clave y los códigos de su autor, Johannes Siegfried Becker. "Elizebeth era su némesis. Ella lo rastreó con éxito mientras todas las demás agencias de aplicación de la ley y agencias de inteligencia fallaron. Hizo lo que el FBI no pudo hacer", sostiene Fagone al respecto. Tras deshacer aquella red de espionaje, Argentina, Bolivia y Chile rompieron definitivamente con las potencias del Eje y se pusieron del lado de las potencias aliadas.

Elizebeth había marcado el rumbo de la ofensiva contra Hitler y, en gran parte, también la derrota misma del dictador. Lo había hecho con lápiz y papel. Los veinte años que llevaba dedicándose a la criptología habían pulido el don. A través de una serie de técnicas, algunas de las cuales existían desde hacía cientos de años y había tenido que aprenderlas, y otras que tuvo que inventar ella misma, se había colocado a la altura de todos los que luego llamarían héroes de la victoria.

placeholder (Wikimedia)
(Wikimedia)

Y, sin embargo, lo que hubo fue un enorme silencio. Su marido, William, fue considerado durante toda su vida como el criptólogo líder de Estados Unidos, y hoy se le recuerda como el padrino de la Agencia de Seguridad Nacional. Edgar Hoover y el FBI se atribuyeron el mérito de la desarticulazión de los nazis en América del Sur. Elizebeth, que durante toda su carrera vio cómo la vapuleaban y trató siempre de impedirlo, juró no decir nada en público. O eso dicen.

Parte de ello, sin duda, tiene que ver con la naturaleza clasificada del trabajo que empeñó. Pero una gran parte también tiene que ver con el desprecio histórico hacia la condición de todas las mujeres por serlo, en la ciencia y en todas las áreas de trabajo. Elizebeth no solo desarrolló metodologías que se siguen utilizando hoy en día, sino que demostró bien pronto su capacidad como descifradora de códigos. En palabras de Fagone: "Ella siempre estaba arreglando los problemas que los hombres habían creado o resolviendo problemas que ellos no podían resolver".

En 2008, durante unos procesos en los que se desclasificaron muchos archivos de inteligencia secreta de los períodos bélicos, cientos y cientos de folios contenían su letra. Sus logros como descifradora de códigos durante la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y la Ley Seca empezaban a salir a la luz.

"Al elegir una palabra clave", decía, "nunca elija una que esté asociada con el proyecto en el que está comprometido". Lo que no decía es que, de lo contrario, ella llegaría primero. Su conocimiento era de causa; y su consejo, fruto de la experiencia. Clara Elizebeth Smith era la gran genia de la criptología cuando lanzó aquellas palabras bastante claves, aunque en el mejor de los sentidos.

Mujeres influyentes Historia Social Primera Guerra Mundial Segunda Guerra Mundial Machismo
El redactor recomienda