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Enfermedad renal crónica: cómo detectar a tiempo esta afección silenciosa
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PREVENCIÓN Y SALUD

Enfermedad renal crónica: cómo detectar a tiempo esta afección silenciosa

No da síntomas y, cuando se diagnostica, suele estar en una fase avanzada. Para evitarlo, es importante identificar a los pacientes de riesgo —normalmente hipertensos o diabéticos— y valorar el funcionamiento de sus riñones

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Todos hemos oído hablar del problema que supone una enfermedad renal, del sufrimiento que entraña requerir diálisis o, más aún, necesitar un trasplante de riñón. Pero un riñón no deja de funcionar de la noche a la mañana: hay un largo proceso en el que se va deteriorando de forma paulatina. Es lo que se conoce como enfermedad renal crónica, una patología grave que consiste en una disminución progresiva de la función renal.

No es una enfermedad de las consideradas raras: afecta a uno de cada siete adultos en España, lo que supone un 15% de la población total1. Sin embargo, sí está asociada a una elevada mortalidad2: los pacientes con ERC presentan un riesgo aumentado de muerte prematura por cualquier causa en comparación con la población general, incluso en las primeras etapas de la enfermedad3, y las previsiones apuntan a que estará en el top 5 de causas de mortalidad en 20404. Aun así, la ERC está infradiagnosticada5 y son muchas las personas que desconocen que algo está yendo mal en sus riñones. Porque esta patología, en sus estadios iniciales, se mantiene silente, no da la cara.

“La ERC no da síntomas hasta que no se encuentra en una fase avanzada. Por eso se la conoce como enfermedad silenciosa”, explica la doctora María Isabel Egocheaga, médica de familia del Centro de Salud Isla de Oza y responsable del Grupo Cardiovascular de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). “Si se quiere identificar a los pacientes en fases más precoces, hay que buscarlos, diagnosticarlos y tratarlos”.

Diabetes e hipertensión

Identificar a las personas que sufren ERC y aún no lo saben es crucial para evitar que la enfermedad siga avanzando hasta su forma más grave —conocida como enfermedad renal terminal—, en la que el daño de los riñones progresa hasta el punto de que el paciente necesita diálisis o trasplante renal6. Pero, ya que no hay síntomas, ¿cómo se puede llegar hasta ellos?

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Foto: Freepik.

La clave está en los pacientes de riesgo, explica la doctora Egocheaga: “Sabemos que la ERC está íntimamente relacionada con otras patologías cardiometabólicas. Aunque también influyen la obesidad y el tabaquismo, las dos causas principales son la diabetes y la hipertensión arterial. Son dos enfermedades que, si no se controlan adecuadamente, dañan los riñones y pueden llevar a que, con el tiempo, el paciente tenga que entrar en diálisis6”.

De este modo, las distintas asociaciones están fomentando que se realicen pruebas de cribado entre los pacientes que presentan estos factores de riesgo. Además de diabéticos e hipertensos, realizarlas también en aquellos con antecedentes familiares de enfermedad renal y en los que tienen alguna otra enfermedad vascular. Como indica la especialista, “los riñones, al fin y al cabo, son también órganos vasculares. Por eso se debe recomendar a quienes han tenido algún infarto o ictus que se hagan una prueba para valorar su funcionamiento”.

¿Qué pruebas se hacen?

Detectar la ERC es sencillo: “En un análisis de sangre, se mide la creatinina: a mayor creatinina, menor filtrado glomerular, es decir, menor capacidad de filtrar tienen nuestros riñones; además, en orina se mide la albuminuria, es decir, si el riñón está dañado y deja pasar albúmina a la orina”. Si estas dos pruebas indican daño renal y, muy importante, los resultados se mantienen en el tiempo durante al menos tres meses, se puede hablar de enfermedad renal crónica. “Siempre hay que repetir las pruebas y comprobar la evolución en el tiempo, ya que es posible que puntualmente, por alguna infección de orina o por otra causa, se pueda dar una enfermedad renal aguda”.

Una vez detectada la ERC, es el momento de ver en qué fase se encuentra. Cuando está más avanzada, explica la doctora Egocheaga, “vamos a ver una alteración del equilibrio de calcio y de fósforo; no hay que olvidar que los riñones, además de servir para eliminar detritus a través de la orina, son también órganos endocrinos y tienen un papel en el metabolismo de fabricación del hueso, de la vitamina D, los glóbulos rojos…”.

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Tanto la identificación de la enfermedad como su seguimiento suelen estar en manos de Atención Primaria. Al fin y al cabo, a los pacientes diabéticos e hipertensos se les realizan, de forma estandarizada y protocolizada, análisis periódicos de sangre y de orina. “Es ahí donde hay que buscar esos factores que nos sugieran ERC”. Una vez diagnosticada, se trata de seguir al paciente, repetir tratamientos y comparar con análisis anteriores para descartar falsos positivos. “La albúmina en la orina puede aparecer por haber hecho ejercicio el día anterior, por una infección… La ventaja del control y el seguimiento es que, si me encuentro con un paciente hipertenso o diabético que presenta una disminución de función renal, me voy a los análisis anteriores y compruebo si ha progresado o se encuentra estable”.

El objetivo es frenar la progresión de la ERC y, para ello, es esencial mantener a raya los factores de riesgo que han provocado la aparición de la enfermedad. Así pues, “tratar de forma adecuada la diabetes o la hipertensión ha sido la forma tradicional de ayudar a que la función renal no siga deteriorándose. Pero, recientemente, ha aparecido también una familia de fármacos que, además, tienen una indicación de nefroprotección, es decir, disminuyen la progresión del riesgo renal”.

En estos momentos, concluye la doctora, el abordaje de la ERC pasa por “un cribado entre los pacientes de riesgo para conseguir un diagnóstico temprano y un tratamiento precoz. Es una medida de salud pública; no olvidemos que la relación entre la enfermedad renal y la enfermedad cardiovascular es de doble sentido: es cierto que los problemas cardiovasculares aumentan el riesgo de que falle la función renal, pero también lo es que, a medida que avanza el problema renal, más posibilidades hay de morir por una enfermedad cardiovascular”.

1. Gorostidi M et al. Prevalencia de enfermedad renal crónica en España: impacto de la acumulación de factores de riesgo cardiovascular. Nefrologia. 2018;38(6):606–15.

2. Ortiz A et al. The Spanish Society of Nephrology (SENEFRO commentary to the Spain GBD 2016 report: Keeping chronic kidney disease out of sight of health authorities will only magnify the problem. Nefrologia 2019; 39(1):29- 34. 

3. Escobar C et al. Epidemiología, perfil clínico, manejo y riesgo de complicaciones a 2 años en pacientes con enfermedad renal crónica en España. Nefrología 2021.

4. Foreman KJ et al. Forecasting life expectancy, years of life lost, and all-cause and cause-specific mortality for 250 causes of death: reference and alternative scenarios for 2016-40 for 195 countries and territories. Lancet 2018 10;392(10159):2052-2090.

5. García Serrano C et al. Identificación de infradiagnóstico de enfermedad renal crónica en Atención Primaria. Enferm Nefrol. 2019; 22 (3): 302–7. 

6. Lorenzo-Sellarés V et al. Nefrología al día 2021.

Todos hemos oído hablar del problema que supone una enfermedad renal, del sufrimiento que entraña requerir diálisis o, más aún, necesitar un trasplante de riñón. Pero un riñón no deja de funcionar de la noche a la mañana: hay un largo proceso en el que se va deteriorando de forma paulatina. Es lo que se conoce como enfermedad renal crónica, una patología grave que consiste en una disminución progresiva de la función renal.

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