Del espiritismo al New Age: la historia de Madame Blavatsky, la ocultista más famosa del siglo XIX
Nacida en Rusia en el año 1831, fue la mística y médium más destacada y notoria de aquel siglo, y, de alguna forma, lo ha seguido siendo hasta nuestros días
A finales del siglo XIX, el espiritismo y el ocultismo disfrutaban de un estatus considerable entre las prácticas al margen de la ciencia. Todo el mundo quería saber más allá, todo el mundo quería acercarse al más allá de las respuestas que lo establecido ofrecía. Estas prácticas no eran en absoluto nuevas, pero su permanencia y legado no parecían proporcionarles ningún bien de permanencia que no fuera lejos de los poderes científicos. El conocimiento llevaba siglos siendo reino exclusivo de dios, las afirmaciones de cualquier otra persona eran una amenaza que soplaba los muros de la religión.
Ahora, sin embargo, los cuerpos ya no ardían como castigo. Aquellas hogueras que alguna vez quisieron detener con la muerte lo que la muerte inspiraba, habían dejado un sinfín de cenizas: nunca cesaron las reuniones, los intentos, los estudios, las personas dedicadas en cuerpo (y alma) a lo que llamaron misticismo. Buscando explicaciones que oscilaban entre la medicina y la teología, entre las verdades y las falsas promesas, muchas mujeres ganaron espacios entre los espacios masculinizados.
La vida y la obra de Helena Blavatsky se enmarca en esa escena. Fue la mística, ocultista y médium más famosa y notoria de aquel siglo, y de alguna forma lo ha seguido siendo hasta hoy. Madame Blavatsky, como se la conocía habitualmente, cofundó la Sociedad Teosófica, que aún existe, en 1875. Su objetivo era lograr una "síntesis entre la ciencia, la religión y la filosofía".
La "epidemia de espiritistas"
Nacida en Rusia en 1831, pertenecía a una familia aristocrática cuyos privilegios le concedían un futuro como el de pocas y pocos en la época. Helena eligió la espiritualidad, aquellas cenizas. Por supuesto, no lo tuvo fácil, pero supo aprovechar su herencia para llegar lejos. Y tan lejos: en 1873, con con 42 años, llegó a Estados Unidos tras de muchos viajes, cuyo alcance sigue siendo hoy objeto de debate. Así lo explica Mark Bevir en su artículo 'Occidente se vuelve hacia el este: Madame Blavatsky y la transformación de la tradición oculta', publicado en la Revista de la Academia Estadounidense de Religión: "Algunas personas dicen que antes visitó a los Maestros espirituales en el Tíbet, mientras que otras sostienen que tuvo un hijo ilegítimo, trabajó en un circo y se ganó la vida como médium en París".
Blavatsky pudo haber hecho muchas cosas en su vida aún desconocida, pero lo cierto es que algunas fotos atestiguan su presencia en el Medio Oriente y Egipto. Por entonces, aquellas tierras eran fuente de inspiración para el ocultismo europeo, lo que se remonta al menos a la tradición hermética del Renacimiento.
Con todo, en 1874 terminó en Chittendon, Vermont, en medio de lo que Bevir, filósofo británico, profesor de ciencias políticas y director del Centro de Estudios Británicos de la Universidad de Berkeley en California, llama la "epidemia de espiritistas" de la época. En otras palabras, un momento en que ciertos eventos sensacionales que vinculaban con espíritus se hicieron constantes: desde otros planos de la existencia, decían, las almas golpeaban las mesas y las paredes, supuestamente tratando de comunicarse con los vivos. "A su llegada, los espíritus se volvieron más espectaculares que nunca", decían los periódicos, y Madame Blavatsky pronto se convirtió en una celebridad en el movimiento espiritista.
Buscando formas de creer
El surgimiento del espiritismo y el ocultismo estuvo íntimamente ligado a una crisis contemporánea en el cristianismo, como señala Matthew Wills em Jstor a propósito del artículo de Bevir. "Un aspecto de esta crisis fue la antipatía de los cristianos liberales a la idea de la condenación eterna, considerada incompatible con la noción de un dios amoroso. El otro aspecto era la ciencia: la geología había demostrado que la datación del mundo era mucho más antigua que las enseñanzas de la Biblia y el darwinismo puso patas arriba siglos de dogma. La gente buscaba formas de creer en ese contexto. Las emociones del espiritismo ofrecieron una nueva forma de conectarse con lo espiritual, fuera de las viejas ortodoxias".
Partiendo de ello, en su estudio retrospectivo, Bevir se concentra en dos de las contribuciones verificables a la religión occidental que ofreció el trabajo de Blavatsky: dar al ocultismo una orientación hacia el este y ayudar a que los europeos y los estadounidenses se vuelvan hacia las religiones y filosofías orientales. Por supuesto que, entre los perfiles sobre la médium, no pocos la califican de farsante. De ella también decían desde el principio que fingía todos esos fenómenos paranormales que decía presencia.
Blavatsky, por su parte, entre crítica y crítica, no tuvo ningún problema en incorporar el darwinismo en su lectura de la cosmología hindú, por ejemplo, resolviendo, al menos en su mente, la lucha entre la ciencia y la religión. "Se basó en el orientalismo victoriano para argumentar que la fuente de la sabiduría antigua era la India", dice Bevir.
Del pasado al presente de la iluminación espiritual
El filósofo argumenta además que, de hecho, su figura fue fundamental para alentar a "Occidente a volverse hacia la India en busca de iluminación espiritual". Allí vivió, entre 1879 y 1885, año arriba año abajo, coincidiendo con unos años en que la Teosofía se difundió rápidamente (para disgusto de los misioneros cristianos y los gobernantes británicos).
Pensó que sus "contemporáneos necesitaban una religión y consideró que el ocultismo proporcionaba esa religión"
De pronto, Blavatsky había llegado al más allá de una forma en la que cualquiera puede entenderlo: no con visiones o sensaciones, sino estableciendo un legado inmortal. Cuando fundó la Sociedad Teosófica, pensó que sus "contemporáneos necesitaban una religión que pudiera enfrentar el desafío del pensamiento moderno, y pensó que el ocultismo proporcionaba esa religión". Lo consiguiera o no, resulta que su empeño no pasa desapercibido en prácticamente ningún campo. No lo hace en la religión, pero tampoco en la ciencia. No lo hace un siglo después.
En la actualidad, muchos grupos pertenecientes a lo que denominan "la Nueva Era" toman prestado el problema general al que se enfrentó Blavatsky. Es decir, más o menos en línea con lo que la rusa dejó escrito, en un giro de contexto, aquel problema, que no es otro que el de la existencia misma, "continúa proporcionando la razón de ser" de esos que abrazaron el misticismo a partir de la década de los setenta del siglo pasado.
El movimiento de la Nueva Era nació durante aquellos años 70, aunando la cultura del yoga, la astrología y las dietas naturales. Todo parece muy hippie y de una psicodelia pasada, pero nada más lejos de la realidad. Los retiros espirituales, los rituales de purificación y una larga escuela de chakras, piedras y constelaciones parecen hoy un asunto de actualidad. Ahora no hay espíritus con los que contactar porque se trata de apelar al espíritu propio en un ejercicio en torno a lo que ahora conocemos como "cuidado personal". Que los espíritus no se vayan preocupados o enfadados para que no tengan que volver a por venganza.
A finales del siglo XIX, el espiritismo y el ocultismo disfrutaban de un estatus considerable entre las prácticas al margen de la ciencia. Todo el mundo quería saber más allá, todo el mundo quería acercarse al más allá de las respuestas que lo establecido ofrecía. Estas prácticas no eran en absoluto nuevas, pero su permanencia y legado no parecían proporcionarles ningún bien de permanencia que no fuera lejos de los poderes científicos. El conocimiento llevaba siglos siendo reino exclusivo de dios, las afirmaciones de cualquier otra persona eran una amenaza que soplaba los muros de la religión.