Es noticia
Por qué tu vida será cada vez más absurda (y por qué deberías alegrarte)
  1. Alma, Corazón, Vida
EL FUTURO QUE ESTÁ POR LLEGAR

Por qué tu vida será cada vez más absurda (y por qué deberías alegrarte)

La inteligencia artificial planteará dilemas aún más agudos sobre el valor que damos a nuestra existencia, a las cosas y a los entes digitales. Así lo analizamos desde la perspectiva de un filósofo británico

Foto: Foto: iStock.
Foto: iStock.

Cuando reflexionamos sobre el absurdo, en un sentido abstracto y filosófico, inmediatamente pensamos en el valor de las cosas que hacemos o que nos pasan. Al fin y al cabo, estamos determinados a tomar decisiones en cada momento de distinta importancia: desde lo que vas a comer mañana hasta si de verdad quieres tener hijos, pasando por el rumbo que vas a tomar para llegar más rápido a cualquier sitio al que tengas que ir. Una vez tomada la decisión, hay que mantenerse firmes, pues no podemos desandar los pasos ya dados (aunque en ocasiones la mejor decisión sea parar o volver hacia atrás, sobre todo cuando nos damos cuenta, de pronto, que la decisión inicial era la equivocada).

Teniendo esto en cuenta, vamos a pensar en tres situaciones que presentan distintos tipos absurdo y que luego relacionaremos con el valor:

  • El absurdo lógico o paradójico. A veces, los hombres más inteligentes pueden llegar a cometer actos realmente estúpidos, hasta el punto de morir por sus estupideces. Por ejemplo, el matemático Kurt Gödel, quien después de postular su teorema de la incompletitud (en el que demostraba por qué la razón humana es capaz de dar soluciones lógicas muy avanzadas, a diferencia de las matemáticas o la informática), dicen que murió por una curiosa paradoja. Estaba obsesionado con que querían envenenarle, y como tenía muchísimo miedo a la muerte, solo ingería la comida que le cocinaba su mujer, así que su razonamiento se basaba en que para seguir vivo solo podía ingerir los platos que ella le preparaba. Sin embargo, tuvieron que ingresarla en el hospital durante seis meses, por lo que en ese tiempo se abstuvo de llevarse cualquier alimento a la boca, muriendo de desnutrición. De esta forma, Gödel, un genio de las matemáticas, murió por un fallo lógico muy simple, al que se le añade una aguda paranoia por la comida envenenada.
Foto: Foto: Instituto de Estudios Avanzados de Princeton.
  • El absurdo existencial. Este podría ser el más común, aquel que todos experimentamos alguna vez en la vida, y que aparece cuando sentimos que todo lo que hemos hecho no tiene valor alguno, a pesar de habernos esforzado y chocado contra una pared de manera continua. Y, además, tiene un componente emocional bastante agudo, a diferencia del lógico. Sucede, por ejemplo, cuando rompemos con una pareja con la que hemos construido una vida y de un día para otro nos enteramos de que nos ha estado engañando con otra persona durante años y que no estaba tan enamorada de nosotros. O como pasar varias décadas trabajando en algo que te llena y, de repente, sea porque te echan a la calle o porque la empresa quiebra, te quedas sin ocupación. En todas estas situaciones, caímos en la trampa lógica de dar valor a algo que de por sí no lo tiene, ya que podíamos habernos enamorado de otra persona cuyo amor y cuidado fuera recíproco o habernos desempeñado en otro oficio que no nos gustara tanto pero que nos ofreciera más proyección. Entonces, daríamos todo por volver atrás, o en su defecto, pensaremos que la vida es absurda, al igual que nosotros: el clásico mito de Sísifo.
  • El humor absurdo. Nada mejor que los Monthy Python para exponerlo. Como, por ejemplo, la escena de La vida de Brian (1979) en la que hay cola para ser crucificado y alguien se impacienta y grita algo así como: "¡Venga! ¡Que hay más gente esperando a ser crucificada!". En estos casos, el valor se invierte y se convierte en el más puro absurdo, pues nadie querría ser crucificado, ya que eso conlleva morir entre terribles sufrimientos, pero aun así... "da igual". Por eso mismo es absurdo y nos hace tanta gracia.

Lo que tiene valor y lo que no lo tiene

En todas estas situaciones, sobresale un valor racional, moral o ético. Es decir, el valor que se supone que damos a las cosas nos orienta para seguir adelante, ya que si no hubiera una utilidad para nosotros o para el resto de la gente que nos rodea, sería absurdo. Gödel puso toda su inteligencia al servicio de la humanidad al dedicarse a las matemáticas, y gracias a él se implementaron importantes avances en el campo de la computación moderna. Sin embargo, a él no le sirvió de nada tanta lógica, ya que murió a causa de una contradicción.

"Las vidas humanas son más absurdas que las de antes y esta tendencia se acelerará. Subsistir es tan fácil que elegimos otros proyectos"

A ojos del cosmos, nuestra existencia es absurda: primero, porque no tenemos constancia de que haya vida allá fuera, por lo que estaríamos condenados a ser habitantes de un mundo vacío, en el que no hay vida alrededor que pueda valorarnos como seres. El valor, como vemos, es transferible, y a veces aparece cuando sentimos que nuestra mera presencia cuenta para alguien. Tampoco tenemos la seguridad de que exista una sustancia por encima de nosotros, sea un Dios o un tipo de inteligencia superior. Y, por último, (y quizá lo más relevante, de donde surgen todas las preguntas) todos vamos a morir, por lo que no hay un destino último. ¿De qué nos sirve valorar la vida cuando ninguno vamos a salir vivos de ella? ¿Qué sentido tienen nuestros actos si no van a perdurar, por más que pasen los años incluso después de haber vivido? Los actos de Gödel, sin ir más lejos, perduraron en las matemáticas, la lógica y la informática; pero están sujetos al absurdo en tanto en cuanto suceda un fenómeno natural adverso, como la caída de un meteorito, que destruya el mundo tal y como lo conocemos, como les pasó a los dinosaurios.

Este punto de vista es racionalista, ya que se muestra como imparcial y objetivo. Sin embargo, el valor de nuestra vida, y por ende, de nuestros actos, viene determinado por su dimensión ética y moral. Si estamos aquí es por algo, no sabemos por qué, porque no podemos saberlo, pero lo intuimos. Y este tipo de valor que nos hace evitar el absurdo es la pregunta sobre qué podemos hacer por los demás y cómo queremos vivir nuestra vida. Esto desemboca en una respuesta política (como reflexión colectiva a esa pregunta moral y ética). Y es en este punto cuando surgen los debates sociales en torno a distintas posiciones ideológicas o culturales sobre qué tiene más valor o que, directamente, no lo tiene. Lo que lo tiene será protegido por el derecho para que no se quebrante su valor, y lo que no lo tiene será dejado a su suerte, ya que carece de importancia.

¿Son los insectos animales de pleno derecho?

Sobre estos temas reflexiona Jonathan Birch, profesor de Filosofía en la London School of Economics and Political Science, en un artículo de su blog. Su caso es paradigmático para entender el absurdo, pues es una de las figuras más prominentes en defensa de la llama "sintiencia animal", la cual lleva a varias paradojas como después veremos. En su texto, además de reflexionar en un tono elevado sobre las distintas posiciones filosóficas en torno al absurdo, también se queja del poco respaldo académico y social que tiene su rama ideológica, la de considerar a los animales invertebrados como seres de tanto valor como los vertebrados.

"La inteligencia artificial tiene el potencial de hacer que nuestras vidas sean más absurdas"

"He invertido y sigo invirtiendo mucha energía en pedir medidas de protección para el bienestar de los invertebrados, como pulpos, cangrejos, langostas e insectos", asegura Birch, después de mencionar que muchos de sus textos académicos han sido censurados en diversas revistas debido a que su filosofía es calificada de "esotérica". Unas teorías que contentarán a los vegetarianos más activistas, pero que va más allá, pues si es moralmente incorrecto ingerir o cocinar una langosta, ¿por qué no ha de serlo más aplastar a una hormiga o una cucaracha? ¿Es el tamaño una medida de valor para el sufrimiento animal? "Estos animales pueden no ser capaces de sufrir, pero existe una posibilidad realista, por lo que debemos tomar precauciones".

En ese punto, el profesor se pregunta si realmente no es absurda la labor que ejerce en este campo, dado que no está recibiendo ningún respaldo ni cree que sus pensamientos encuentren el eco que él busca para defender las vidas de estos seres a los que no atribuimos tanta importancia, en comparación con los mamíferos o el resto de vertebrados. Y también porque a día de hoy se siguen ejerciendo múltiples crueldades e injusticias a estos otros animales más protegidos, en prácticas como la tauromaquia o la pesca de arrastre, tan de actualidad hoy en día. Entonces, es absurdo, desde un punto de vista lógico y práctico, defender el valor de las vidas de animales más insignificantes cuando otros más grandes y valiosos están siendo atacados a diario.

Foto: Foto: iStock.

"Tenemos que elegir qué priorizamos", asevera Birch. "El utilitarismo clásico nos daría una respuesta clara: haga lo que maximice la utilidad hedónica esperada", un término que usa para referirse a lo que se consideraría más útil desde un punto de vista objetivo (que en su caso sería ayudar a preservar el valor de todos los animales, vertebrados e invertebrados), "y no te preocupes tanto por las variables", lo que sería dedicarse demasiado a defender una sola causa concreta en detrimento de otras relacionadas sabiendo de antemano que no va a recibir la atención suficiente. Al final, desechará esta visión utilitarista para resolver el dilema, llegando a otra conclusión: el absurdo es un privilegio, pues añade valor a una causa que va más allá de las propias necesidades de supervivencia. Y vaticina algo mucho más acuciante en nuestros tiempos en relación con ese mismo absurdo: "la inteligencia artificial tiene el potencial de hacer que cada vez nuestras vidas sean más absurdas".

El absurdo como privilegio

Birch es tajante. "Las vidas humanas son más absurdas ahora que las de antes y esta tendencia crecerá y se acelerará con el paso de los años. Subsistir es tan fácil que elegimos nuestros proyectos por otros criterios. Yo soy parte de esta clase de humanidad, y aquí es donde entra la amenaza del absurdo. Muchos de los proyectos que podemos elegir para llevar a cabo tienen una relación muy frágil con el valor. Y los caminos hacia el valor suelen ser largos e indirectos, con mucha incertidumbre. Deberíamos esperar que más y más vidas humanas sean así, porque eso indicaría que una fracción cada vez mayor de la humanidad tiene la oportunidad de invertir en proyectos que no son únicamente sobrevivir. Pero a medida que crece esta fracción, aumenta la amenaza del absurdo".

"Estoy seguro de que veremos campañas para que las inteligencias artificiales tengan protecciones legales y derechos"

Entonces, ¿qué podemos esperar del futuro? Si ahora nuestras relaciones fallidas nos podrían resultar absurdas cuando se truncan o nuestros proyectos personales se bloquean en un sinsentido cuando nos damos cuenta de que no obtenemos nada a cambio por nuestros esfuerzos o nos arruinamos intentando alcanzarlos, cuando irrumpa la inteligencia artificial y se desarrolle más aún, todos nuestros objetivos, tanto profesionales como académicos o emocionales, nos parecerán una ilusión. El profesor cita películas como Her (Spike Jonze, 2013) o Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve, 2017) en las que ya se da ese choque entre los sentimientos reales de una persona física y una entidad que solo existe en el plano virtual.

Por último, Birch compara la necesidad de proteger a los planos de existencia más insignificantes (como el de una hormiga), tanto como a los virtuales (una IA), ya que nuestra convivencia con los entes digitales irá a más con el paso de los años. Aunque pueda parecer distópico, seguramente se dé el caso de personas que forjen vínculos emocionales intensos y profundos con inteligencias artificiales.

Derechos para las IA

"Las personas estructuran sus vidas en torno a estos vínculos y no tendrán forma de saber si sus sentimientos son realmente correspondidos, si su unión es real o ilusoria", concluye. "Estoy seguro de que veremos campañas para que estos sistemas informáticos tengan protecciones legales y derechos. Al mismo tiempo, también veremos a muchas personas tratar a su asistente de IA con crueldad e indiferencia, asumiendo que no es consciente. Estos se enfrentarán a una imagen espectacular del mismo problema. Al igual que las personas que son crueles con los invertebrados, correrán el riesgo de vivir de manera absurda, ya que todo el bien que hacen en sus relaciones con otros humanos podría ser cancelado por la crueldad que ejercen en privado, si sus IA son realmente sensibles".

Foto: ¿Pertenecemos al tejido informático de nuestro mundo? (iStock)

Por tanto, podríamos deducir que, a medida que las inteligencias artificiales entren en nuestra vida cotidiana, nuestra sensibilidad irá cambiando, pues no solo cumplirán las tareas que nosotros no queremos realizar (como siempre se pensó), sino que también forjaremos vínculos emocionales con ellas, olvidándonos de que tan solo son producto de nuestra autoría o de un ordenador.

En definitiva, tendremos que aprender a tolerar cada vez más el absurdo que nos supone existir, desde un punto de vista lógico, moral y ético, ya que cada vez se agudizará más esta sensación (al igual que un hombre o mujer del siglo XIX vería absurdo o fuera de lugar la práctica de hacerse selfis de manera compulsiva como forma de gratificación personal). En todo caso, también deberemos hacer una aguda reflexión sobre la carnalidad, el factor que más nos diferencia de estos productos informáticos. Pero como en cualquier época histórica, habrá que atender al valor que demos a estos entes digitales, el cual será en un principio subjetivo (como lo fue con otros seres animados o sintientes), para luego pasar a ser objetivo y universal en cuanto se estandarice (todo el mundo está de acuerdo que matar a un animal sin razón está mal).

Cuando reflexionamos sobre el absurdo, en un sentido abstracto y filosófico, inmediatamente pensamos en el valor de las cosas que hacemos o que nos pasan. Al fin y al cabo, estamos determinados a tomar decisiones en cada momento de distinta importancia: desde lo que vas a comer mañana hasta si de verdad quieres tener hijos, pasando por el rumbo que vas a tomar para llegar más rápido a cualquier sitio al que tengas que ir. Una vez tomada la decisión, hay que mantenerse firmes, pues no podemos desandar los pasos ya dados (aunque en ocasiones la mejor decisión sea parar o volver hacia atrás, sobre todo cuando nos damos cuenta, de pronto, que la decisión inicial era la equivocada).

Filosofía
El redactor recomienda