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El baile de las abejas: así es el inteligente lenguaje de pasos con el que se comunican
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Pequeñas, pero nada tontas

El baile de las abejas: así es el inteligente lenguaje de pasos con el que se comunican

Mientras los seres humanos tenemos el habla, estos insectos corren hacia adelante a gran velocidad, tratando de mantener un ángulo correcto, en el escenario tan minúsculo que es el hueco de un panal

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Para algunas personas, bailar puede resultar una tarea fácil; para otras, el baile les parece un imposible. Por suerte para estas últimas, este lenguaje no es fundamental en el desarrollo de su especie, es decir, la especie humana. Ahora imagina que debes ejecutar una serie de pasos en extensiones mínimas como las de las celdas de un panal. No importa si no te gusta bailar o si bailas más que caminas: de pronto se convierte en un desafío. ¿Podríamos conseguirlo? Bueno, es posible que nuestro tamaño no sea el adecuado para probar siquiera, pero hay otra especie cuya vida depende de ponerse a ello.

El baile de abejas es una especie de lenguaje tanto innato como aprendido, como el canto de los pájaros. Mientras nosotros tenemos la comunicación del habla, estos insectos "corren hacia adelante a gran velocidad en la oscuridad, tratando de mantener el ángulo correcto, rodeadas de cientos de abejas que las amontonan", como explica el ecologista conductual James Nieh de la Universidad de California en San Diego (Estados Unidos).

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El meneo importa, y podemos entender esto en términos de cortejo, de coqueteo y de apareamiento, pero de la misma forma que el piar de unos pájaros, las carreras y los giros en bucle de una abeja melífera codifican mensajes, pistas que ayudan a sus compañeras a volar hacia la comida. Así les hacen saber que a unos metros, o incluso a varios kilómetros de distancia, hay alimento. Los naturalistas lo han denominado 'baile Waggle'.

Aprendiendo de las mayores

Tras décadas de observación, los apicultores y los biólogos ya saben que algunos tipos de abejas pueden aprender de otras de su clase; algunos abejorros incluso parecen dar pasos básicos del fútbol. Pero cuando se trata de bailar con gran meneo, "creo que la gente ha asumido que es genético", apunta Nieh en el estudio en el que ha participado, cuyos resultados se encuentran publicados en la revista Science. Eso haría que este elegante juego de pies se pareciera más a las comunicaciones habladoras pero innatas del cambio de color de la sepia, por ejemplo. Nada que ver, pues para conseguirlo necesitan hermanas mayores de las que aprender.

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Los experimentos de laboratorio con ellas muestran así un potente ejemplo no humano de "aprendizaje social para una comunicación sofisticada". En un centro de investigación de colmenas en Kunming, en China, un grupo de investigadores colocó miles de abejas europeas o también conocidas como melíferas casi adultas (en lo que se llama la etapa de pupas de ojos morados) en incubadoras. Más tarde, las recolectaron ya como nuevos adultas aladas cuando emergieron.

Todas ellas fueron introducidas en cinco colonias pobladas por abejas trabajadoras también jóvenes y aún novatas, por lo general de la misma edad. Y en otras cinco, compuestas de abejas de todas las edades. Cada colonia tenía una reina, que ponía huevos, pero no abandonaba la colonia para buscar alimento. Ese trabajo era para todas las demás. La comida tenía que provenir de la mano de obra joven, sin recolectores mayores y experimentados zumbando y bailando alrededor de las flores.

Los obstáculos de la pista de baile

En el baile de las abejas, las que se alimentan tienen que dominar no solo los movimientos, sino también los obstáculos de la pista de baile que presenta cada panal: una celda puede estar vacía, o llena. "A veces solo pueden agarrarse a los bordes... y tropezar se vuelve fácil", dice Nieh. Eso estropearía toda la cadena de recolección y fabricación de la miel que espera la reina. A diferencia de las colmenas comerciales con celdas uniformes fabricadas, los panales naturales son muy irregulares. "A lo largo de los bordes, se vuelven un poco locos y ásperos". Es, por tanto, un trabajo que aprender a base de buena fijación y mucho equilibrio. Aquí no se trata de prueba y error, sino de que no haya errores.

Con esta idea de base, los investigadores comprobaron que los bailes de las que habían llegado a los diferentes panales fueron mejorando de alguna manera a medida que sus compañeras novatas se movían y giraban día tras día, como profesoras de una coreografía. Los investigadores, además, habían configurado las colmenas para que todos tuvieran la misma experiencia de volar la distancia hasta un comedero.

Los cinco grupos que se incorporaron a los diferentes panales se dejaron aprender a bailar por sí mismas, a diferencia de las que entraron a formar parte de apiarios con una mezcla de edades. Incluso en estas colmenas de edades jóvenes, las bailarinas no consiguieron un ángulo perfecto en cada movimiento, pero las incorporadas a las colmenas con adultas tuvieron muchos más problemas al principio para coger el ritmo.

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Previamente, otros estudios ya nos habían dado detalles del fascinante mundo del cerebro de las abejas. A fin de cuentas, solo son pequeñas, pero no tienen ni un ápice de tontas. Sabemos que poseen cualidades cognitivas realmente impresionantes, desde moverse con absoluta precisión a muchos kilómetros de distancia de su nido para encontrar sustento hasta reconocer, localizar y recordar en su memoria las flores que les dan el mejor néctar. Su existencia no es precisamente sencilla, y esta nueva investigación solo lo constata una vez más.

Para algunas personas, bailar puede resultar una tarea fácil; para otras, el baile les parece un imposible. Por suerte para estas últimas, este lenguaje no es fundamental en el desarrollo de su especie, es decir, la especie humana. Ahora imagina que debes ejecutar una serie de pasos en extensiones mínimas como las de las celdas de un panal. No importa si no te gusta bailar o si bailas más que caminas: de pronto se convierte en un desafío. ¿Podríamos conseguirlo? Bueno, es posible que nuestro tamaño no sea el adecuado para probar siquiera, pero hay otra especie cuya vida depende de ponerse a ello.

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