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¿Quién dijo por primera vez que los catalanes son tacaños? La historia y Dante tienen la respuesta
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Historia a través de estereotipos

¿Quién dijo por primera vez que los catalanes son tacaños? La historia y Dante tienen la respuesta

La expansión de una corona, reinados y conflictos armados, un montón de barcos llegando a Barcelona y saliendo de Barcelona... Un montón de avaricia y envidia, de dinero y descuidos, dio forma a esta idea

Foto: Detalle de la obra Los recaudadores de impuestos, por Marinus van Reymerswaele. (Wikimedia)
Detalle de la obra Los recaudadores de impuestos, por Marinus van Reymerswaele. (Wikimedia)

Dicen que una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad. Algunas, de hecho, buscan el camino de la tinta para permanecer durante siglos entre nosotros, comportándose como burla o como sentencia, aunque para el caso son lo mismo: una población poco dada a dar su brazo a torcer, la catalana. No hablamos de esfuerzo, sino de otro tipo de pulsos, el del dinero. Así se les ha representado a lo largo de una historia que va más allá de lo que hoy conforma Cataluña, allí donde, se supone, "la pela es la pela".

Muy pocas personas pueden decir que no han escuchado esta expresión alguna vez. Señalar a esa esquina de la península con ella es un comodín socorrido que lo mismo sirve para un roto (lo político) que un descosido (lo social). Al fin y al cabo, para el caso también podrían ser lo mismo. Y es que de lo social a lo político y viceversa, los imperios pasados anclaron su poder en la basta imaginería que en la actualidad conforma España en lo social, que es como decir en lo político.

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"Barcelona es bona si la bossa sona", decían los comerciantes italianos allá por la Edad Media. Vamos, que la ciudad "sería buena" si "la bolsa suena", o lo que es lo mismo: si conseguían vender en ella toda la mercancía que llevaban desde el otro lado del mar. Aquella Barcelona, uno de los puertos más prolíficos del momento, era ya todo un centro neurálgico justo cuando iba a convertirse en otro tipo de centro, el mismo al que apuntarían los pueblos del otro ladro de la orilla mediterránea. ¿De dónde puede venir esa fama de tacaños que hoy y siempre parece haber envuelto a los catalanes? Hasta aquella época hay que remontarse para encontrar la respuesta.

Un imperio estratégico

Geográficamente, Cataluña siempre fue un caramelo. Situada entre la Europa cristiana y el mundo andalusí durante los siglos XI y XII, lejos de ser percibida como una amenaza, fue concebida, por supuesto, como una oportunidad. Cataluña fue un puente entre aquellas dos culturas desde, al menos, principios del año 1200.

placeholder Petronilla de Aragón y Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona formalizando la unión de la dinástica de la Corona de Aragón
Petronilla de Aragón y Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona formalizando la unión de la dinástica de la Corona de Aragón

Aquella monarquía aprovecharía la tirada de las aguas para expandirse sobradamente. Así, lo comercial se hizo militar y la Corona, que primero constituía los Condados catalanes y los reinos de Valencia y Aragón, llegó hasta Atenas. Pero, ¿a qué precio? Por supuesto, el precio de la violencia y, claro, la avaricia. Por supuesto, también, nada que no se estilase entonces.

La monarquía de Aragón fijó su poder en Mallorca, Italia y sus islas, pasando por Croacia, Montenegro, Albania, Chipre o Turquía… Así, conformó los llamados Reino de Aragón, Reino de Valencia, Principado de Cataluña, varios condados al sur de Francia, el Reino de Cerdeña, el de Sicilia, el de Nápoles y los Ducados de Neopatria y Atenas. Hoy en día, de hecho, una leyenda permanece en algunos países balcánicos: un guerrero-gigante sediento de sangre que persigue a los niños como un monstruo que acecha sus infancias. Se le conoce con el nombre de "Katallani".

Divina Comedia

Según relató el cronista Bernat Desclot a finales del siglo XIII, el poder de los reyes de Aragón era tal que "ningún pez del Mediterráneo osaba alzar el lomo sobre las aguas sin llevar pintadas las cuatro barras de la Casa de Aragón". Y, de pronto, un tal Dante Alighieri incurre en aquel escenario dominado desde la península.

placeholder Mercaderes catalanes transportan lana y uno de los pasajeros pide un favor a Dios para no naufragar. (Wikimedia)
Mercaderes catalanes transportan lana y uno de los pasajeros pide un favor a Dios para no naufragar. (Wikimedia)

El poeta italiano, nacido en la ciudad de Florencia en torno al año 1265, es clave para entender la expansión de la idea de lo tacaño vinculado al pueblo catalán. En su obra más conocida, el poema de la Divina Comedia, Cataluña quedaría para siempre señalada: la frase "La avera povertà di Catalogna" puede leerse en el verso 77 del canto VIII del 'Paraiso', el tercer libro que compone la obra.

placeholder Escena del paraíso de Dante. (Wikimedia)
Escena del paraíso de Dante. (Wikimedia)

Cuando Dante lo escribió, entre 1313 y 1321, ya había dado forma a los otros dos libros, el del Infierno y el del Purgatorio. El Paraíso coincide con el fin de las llamadas Vísperas Sicilianas. Se conoce así a un levantamiento popular contra la dinastía francesa de Anjou que reinaba la zona. Cuando los sicilianos lograron la independencia, quisieron establecer un gobierno republicano siguiendo modelos que funcionaban en otras partes de Italia, pero allí, la geografía no se lo ponía fácil a un pueblo con la defensa justa. La otra opción fue Pedro el Grande de Aragón.

Negociantes de mar

Con aquel nuevo territorio anexionado, se abría paso el período de auge en el comercio internacional para la Corona, con Barcelona como principal núcleo económico, como explica Marc Pons en un artículo para El Nacional. La ciudad empezaba a exportar hierro y tejidos, y a importar cereales de Cerdeña y Sicilia, cuero del norte de África, y especias de Bizancio. Este desarrollo comercial de la ciudad llevó a la creación de factorías comerciales y consulados por todo el Mediterráneo protegidas y apoyadas por el mismísimo rey. Por cada territorio anexado, las hostilidades y el odio crecieron.

placeholder Pedro III de Aragón llega a Sicilia en las famosas 'Vísperas Sicilianas'. (Wikimedia)
Pedro III de Aragón llega a Sicilia en las famosas 'Vísperas Sicilianas'. (Wikimedia)

Se constituyó una fuerte burguesía mercantil catalana por todo el Mediterráneo occidental. Las ciudades italianas no tardaron en maldecir aquel crecimiento económico y aquella influencia española sobre el Reino de Nápoles. Para denunciar los privilegios que la Corona de Aragón daba a los comerciantes catalanes en Sicilia, empezaron a extender el tópico de que eran un pueblo ávido y tacaño. Hasta el papa Bonifacio VIII alentó a los habitantes de Palermo a que se "levantaran contra los bárbaros". De hecho, las referencias en la Divina Comedia a los mismos no quedan en una sola frase. "Si mi hermano pudiera prever esto/ evitaría la pobreza avara de los catalanes, para no recibir ningún daño", escribió también Dante.

Como señalan desde el Centre d’Estudis d’Opinión de la Generalitat, "en cierto sentido, los estereotipos socioculturales tienen una gran maleabilidad y capacidad de permanecer, transformándose. Especialmente cuando son negativos".

placeholder Una parte del Atlas del Comercio de la Corona de Aragón creado por Abraham y Jafudà Cresques en 1325. (Wikimedia)
Una parte del Atlas del Comercio de la Corona de Aragón creado por Abraham y Jafudà Cresques en 1325. (Wikimedia)

No obstante, esa situación de abundancia tiene otra explicación más moderna: el catastro borbónico. Nos ubicamos ya en el siglo XVIII. Como apunta Biel Figueras en la revista Jot Down, se trataba de un impuesto directo (un impuesto que grava lo que tienes, no lo que compras o haces) aplicado a los territorios que perdieron la Guerra de Sucesión. Entre ellos, Cataluña. Lo esperable, dice Figueras, sería que este gravamen fuera perjudicial. Sin embargo, estaba mal planteado, al punto de que el fraude quedaba protegido por la misma ley. Los contribuyentes aprovecharon algunos vacíos para no pagar el 84% del impuesto y ahorrar.

En palabras del historiador Alejandro García en una entrevista para dicha revista, fue lo que dio a los catalanes que lo pagaban un capital que otros pueblos no tuvieron, y con este capital se originó la revolución industrial catalana y su posterior riqueza.

Dicen que una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad. Algunas, de hecho, buscan el camino de la tinta para permanecer durante siglos entre nosotros, comportándose como burla o como sentencia, aunque para el caso son lo mismo: una población poco dada a dar su brazo a torcer, la catalana. No hablamos de esfuerzo, sino de otro tipo de pulsos, el del dinero. Así se les ha representado a lo largo de una historia que va más allá de lo que hoy conforma Cataluña, allí donde, se supone, "la pela es la pela".

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