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El "capital mental" o la relación que existe entre la salud mental y la democracia
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Soledad y totalitarismo

El "capital mental" o la relación que existe entre la salud mental y la democracia

Un nuevo estudio analiza cómo influye el bienestar psicológico de la ciudadanía en la calidad democrática de un país, al igual que aventura qué pasaría si se deja pasar por alto

Foto: Foto: iStock.
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"No tengo suficiente energía para seguir con el trabajo. Es el momento. Creo que liderar un país es el mayor privilegio que nadie puede tener, pero también uno de los trabajos más exigentes. No puedes ni debes hacerlo a no ser que tengas el depósito lleno y algo más en la reserva para afrontar los retos inesperados". Estas son las cuatro frases que pronunció en su despedida Jacinda Ardern, la ya ex primera ministra de Nueva Zelanda, para explicar las razones detrás de su renuncia al cargo político más alto del país. Ella formaba parte de las grandes esperanzas de que por fin una mujer joven abiertamente feminista llegara a dirigir un país entero. Sin embargo, por sus palabras se deduce que la presión pudo con ella y finalmente tuvo que dejarlo lamentándolo mucho.

El caso de Ardern no es excepcional, ya que en los últimos años ha habido varias figuras públicas, sobre todo del mundo de la cultura o del deporte, que han abandonado por problemas de salud mental. Después de muchos años de sufrimiento silencioso e invisible, la prevalencia de síntomas de ansiedad o depresión entre la población ha entrado en el debate social. Su causa es difusa, pues la psicología positiva tiende a responsabilizar al individuo, mientras que una lectura más crítica verá al sistema socioeconómico como mayor responsable. Ahora bien, ¿cuáles son sus consecuencias a un nivel más general y, en concreto, en el pensamiento político del presente?

"Las democracias prósperas pueden distinguirse por proveer de entornos al ciudadano para mejorar su estado de salud mental"

En primer lugar, cabría pensar que una democracia, por sí misma, es mucho más beneficiosa para la salud mental del individuo que un sistema totalitario. Factores como la libertad de expresión hacen que proliferen debates en el que todos tienen derecho a expresar sus ideas sin miedo a represalias ideológicas. Pero cuando los índices de calidad democrática se desgastan por medidas económicas que fomentan la desigualdad o por políticas que atentan contra el estado de derecho y la libertad individual (no hace falta remontarse mucho a la época en la que una causa mayor como la pandemia forzó al Estado a declarar estados de alarma), es lógico que el bienestar psicológico y social de los ciudadanos decaiga. Y, en este sentido, el efecto puede ir en cadena, amplificando el malestar y este, a su vez, provocando que la calidad democrática de una nación decrezca a raíz de una mayor conflictividad y aislamiento social o una mayor afluencia de propuestas más radicales, aunque vengan enmascaradas bajo el disfraz de los populismos.

El "capital mental"

Recientemente, una organización pública sin ánimo de lucro estadounidense llamada Brookings publicó un interesante paper en el que ponderaban los efectos que tenía una salud mental deficiente de la población en los sistemas democráticos. Además de las amenazas que la ponen en cuestión, como el terrorismo, las pandemias, las guerras internas o externas (el caso de Ucrania), las adicciones a las drogas (una auténtica epidemia en Estados Unidos) o la desinformación, habría que sumarle el bajo o nulo acceso a una atención psicológica adecuada en caso de sufrir algún trastorno relacionado con la salud mental. Algo que ciertos partidos políticos en nuestro país ya demandan que se corrija debido al gran número de personas afectadas.

Hasta el 31% de los menores de 30 años se sienten solos en España, un porcentaje que ha ido creciendo con el paso de los años

"Las democracias prósperas pueden distinguirse de otras en la provisión de entornos al ciudadano para mejorar su estado de salud mental para que le conduzcan al bienestar personal y social", argumentan los autores. "Orientar la formulación de políticas que promuevan una salud mental equitativa y de calidad puede resultar esencial para promover la cohesión social y fomentar la productividad económica". Por ello, los expertos no dudaron en hablar de un concepto nuevo, el "capital mental" ("brain capital" en inglés), que se añade a todos esos factores a tener en cuenta para medir la calidad democrática de un país.

"El capital mental puede definirse como un nuevo activo econométrico que prioriza, integra y optimiza la salud mental y sus características (resiliencia, creatividad, sabiduría...)", aseveran los autores. "Por ello, las políticas orientadas a aumentar el capital mental pueden servir como una nueva aproximación al empoderamiento económico, resiliencia social y una mayor estabilidad institucional. El acceso a recursos cognitivos y emocionales que permiten que el individuo pueda realizarse y desarrollar todo su potencial es lo que marca la diferencia para que una nación prospere".

Foto: Foto: Reuters/Susana Vera. Opinión

En este punto hay que reparar en la filósofa Hannah Arendt, quien en sus ensayos como La condición humana (1958) o Los orígenes del totalitarismo (1951), teorizaba sobre la soledad experimentada desde un punto de vista negativo como una de las bases de una sociedad totalitaria. Sentir que no formamos parte de nada ni de nadie nos hace vulnerables a las falsas promesas que hagan líderes autoritarios de pertenencia ideológica o social excluyentes. Además, estar o sentirnos solos nos priva del contacto con personas similares o diferentes a nosotros, teniendo en cuenta que la base de una democracia siempre es el mutuo respeto entre posturas enfrentadas.

Soledad y totalitarismo

No en vano, la soledad es uno de los sentimientos más predominantes de la sociedad en la cual vivimos y, a fin de cuentas, la gran parte de trastornos mentales no diagnosticados que no tienen una causa directa vienen producidos por ella o se relacionan con ella. El informe La soledad en el siglo XXI, presentado en 2020, reflejó que hasta el 31% de los menores de 30 años se sienten solos, lo que se relaciona con otro estudio que advierte de que lejos de mejorar la situación, el número de personas que no tiene nadie con quien hablar se ha triplicado de manera exponencial en los últimos años.

"Si nos alejamos de lo social, también de nosotros mismos. Este aislamiento, exacerbado por las redes sociales, es como una plaga"

Por tanto, habría que preguntarse si es la progresiva degradación del sistema democrático la que produce que cada vez haya más ciudadanos aquejados de problemas de salud mental o al revés. En términos generales, podríamos verlo como una relación más o menos proporcional. En Alternet, el periodista Chris Hedges reflexiona sobre el reciente cierre de unos cuantos negocios locales de su barrio tras la pandemia y cómo precisamente esos lugares comunes entre vecinos han ido desapareciendo a lo largo de los años.

Foto: La filósofa Hannah Arendt.

Un discurso con el que seguro que más de uno se sentirá identificado. "Estos ecosistemas tejían los lazos que nos unen a una comunidad, dando un sentido de identidad y lugar", expresa. "La deslocalización de las últimas décadas ha debilitado o roto estos vínculos, creando desconexión y dejándonos atomizados, atrapados en una anomia debilitante que fomenta la rabia, la desesperación, la soledad y la adicción, además de conductas depresivas o suicidas", explica. "Si nos alejamos de lo social, también de nosotros mismos. Este aislamiento, exacerbado por las redes sociales, es como una plaga que nos deja vulnerables y presa de grupos demagogos que prometen un sentido de pertenencia y propósito a cambio de una ideología política o una religión dogmática".

Hedges lo expresa muy bien. Cuanta mayor sea el sentimiento de soledad experimentado, más corremos el riesgo de avanzar hacia una forma de gobierno totalitaria. El hecho de que hoy en día se preste tanta atención a la salud mental y que tantas voces públicas estén alzando la voz en estos temas es un factor positivo a tener en cuenta. Si la calidad de vida de una población se suele medir por aspectos materiales como el nivel de renta, el número de ocupados o los índices de desigualdad, ahora también habría que añadir el "capital mental", el cual debería estar determinado por el acceso adecuado o nivel de dificultad que entraña el hecho de acudir a un profesional de la salud mental.

"No tengo suficiente energía para seguir con el trabajo. Es el momento. Creo que liderar un país es el mayor privilegio que nadie puede tener, pero también uno de los trabajos más exigentes. No puedes ni debes hacerlo a no ser que tengas el depósito lleno y algo más en la reserva para afrontar los retos inesperados". Estas son las cuatro frases que pronunció en su despedida Jacinda Ardern, la ya ex primera ministra de Nueva Zelanda, para explicar las razones detrás de su renuncia al cargo político más alto del país. Ella formaba parte de las grandes esperanzas de que por fin una mujer joven abiertamente feminista llegara a dirigir un país entero. Sin embargo, por sus palabras se deduce que la presión pudo con ella y finalmente tuvo que dejarlo lamentándolo mucho.

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