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La ciencia quiere saber más cosas de las palabrotas: esto es lo que se ha estudiado hasta ahora
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La ciencia quiere saber más cosas de las palabrotas: esto es lo que se ha estudiado hasta ahora

No hay día en que no digamos una, porque nos acompañan a todas partes y para todo. Más de uno, de hecho, podría decir que nos salvan la vida. En cualquier situación, una palabrota siempre parece la mejor respuesta

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No hay día en que no digamos una, porque nos acompañan a todas partes y para todo. Más de uno, de hecho, podría decir que nos salvan la vida. En cualquier situación, una palabrota siempre parece la mejor respuesta. Cada idioma presenta una gran variedad de ellas, así como una hermosa gama de maldiciones e insultos que, al final, pueden mezclarse entre ellos porque no tienen margen (o no pretendemos dárselo). Ni siquiera tienen fronteras: aunque se escriban de forma distinta, y aunque los sonidos cambien, el sentimiento detrás de una buena palabrota es universal.

Como si alzáramos la mano y remarcáramos o subrayáramos nuestros contornos, soltar un insulto es algo parecido a darle relieve a nuestra existencia. Bien sea para dejárselo claro a alguien o para recordárnoslo a nosotros mismos, es algo que siempre hace falta. ¿Acaso podríamos vivir sin ellas? Sabes que si dices que sí estarías mintiendo.

Foto: Retrato del rey Felipe III de España (Fuente: Wikimedia)

Su popularidad no está reñida con el problema que durante siglos de cultura bien queda han supuesto. "No digas eso", "Decir palabrotas es de mala educación", "Lávate la boca con jabón"… Cuántos castigos por tan pocas letras. Pero resulta que no hacen falta, pues hasta las palabrotas más cortas tienen la fuerza necesaria que se requiere aquí y en Pekín. Es por esto que ahora la ciencia quiere saber más sobre ellas. Sí, sí, como lees. No serán tan malas. Porque, ¿qué fonemas y elementos lingüísticos le dan a una palabrota ese sentimiento de puñetazo? Un estudio publicado en la revista Psychonomic Bulletin & Review ofrece hallazgos sobre una característica común particular compartida en las maldiciones del árabe al ruso.

Un lenguaje muy colorido

"Maldecir es intrínsecamente interesante y tiene cierta fascinación para el público", dice en una entrevista para Inverse su coautor Ryan McKay, profesor de psicología en la Universidad de Londres. McKay creció en Australia Occidental, un lugar donde dice que estuvo "expuesto a un lenguaje muy colorido", por lo que al crecer trató de reflexionar sobre qué hacía que aquellas “malas” palabras que escuchaba ya desde pequeño suenen mal.

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En marzo de 2020, él Shiri Lev-Ari, profesora de psicología en la Universidad de Londres y experta en simbolismo sonoro, se pusieron a trabajar buscando los datos detrás de estas mal llamadas malas palabras. En un principio, la pregunta de la que partían tenía que ver con un fonema llamado oclusivo, o consonantes cuyos sonidos detienen el flujo de aire, como k, t, d, p y g. Esto se debe a que las palabrotas en inglés están repletas de ellas. Sin embargo, encontraron que en otros idiomas no es así, por lo que recurrieron a participantes de muchos orígenes lingüísticos para obtener mayor información.

"Queríamos ver qué nos dirían los datos si realmente observamos las palabrotas sin juzgarlas, sin tener predicciones a priori", sostiene Lev-Ari a dicha revista. Así fue como llegaron a los pilares de la investigación: en lugar de presentar los ingredientes perfectos para construir una palabrota, este estudio ha identificado algo que parece faltar en todas. En todos los idiomas, las palabrotas tienden a excluir sonidos como l, r y w.

Cuestión de percepción

Seguro que ahora estarás tratando de recordar alguna que confirme lo contrario, y "gilipollas" ha sido lo primero que te ha venido a la mente. Efectivamente, no es que no exista ninguna, sino que estadísticamente hablando, es menos probable que suceda, sea en el idioma que sea. ¿No es curioso?

"Las personas tienden a considerar que las palabras con aproximaciones no son candidatas adecuadas para sentenciar con ellas"

Además, si de probabilidad se trata, resulta que las versiones más "light" de algunas palabrotas las convierten en menos potentes para el cerebro. "Nuestro estudio sugirió que las personas tienden a considerar que las palabras con aproximaciones no son candidatas adecuadas para sentenciar con ellas", dice McKay. "Entendemos en este caso que tal vez si tienen esta cualidad inofensiva, entonces podrían ser perfectas para 'desinfectar' el mensaje".

Investigaciones anteriores ya habían demostrado que los sonidos importan. Así que, como sugiere Lev-Ari, la pregunta ahora era: "¿Una palabrota también se relaciona con cómo las personas la perciben?", y con esta cuestión surge otra: ¿Hay realmente una razón acerca de lo que connotan las aproximaciones?

Estudios anteriores

En 1929, el psicólogo alemán Wolfgang Köhler escribió en su libro Psicología de la Gestalt del paradigma "bouba-kiki". En este ejemplo, los participantes habían visto dos formas: una más bulbosa y parecida a una nube, y la otra con púas. Cuando se les pidió que asignaran nombres a estas formas, los espectadores con antecedentes lingüísticos muy diferentes tenían más probabilidades de llamar a la forma curvilínea "bouba" y a la puntiaguda "kiki".

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Comprender estos juramentos también tiene implicaciones para comprender la evolución del lenguaje. El lenguaje evolucionó como una herramienta para que los humanos se comunicaran a medida que la socialización y la cooperación se volvieron superiores a las luchas físicas. Además, maldecir no es como hablar todos los días. Hay investigaciones de que proviene de una parte mucho más primaria de nosotros mismos e incluso ayuda a la tolerancia al dolor.

McKay y Lev-Ari se refieren a los sonidos que hacen los humanos y los animales no humanos. Los sonidos de irritación o angustia pueden incluir ladridos abruptos, gritos abrasivos y chirridos. Cuando las criaturas están tranquilas, "emiten arrullos más suaves", dice McKay. Es posible que durante milenios de evolución del lenguaje, los humanos hayan llegado a asociar los sonidos lingüísticos con sonidos primarios involuntarios que vienen con diferentes sentimientos.

Elementos sociales importantes

Esta conclusión provino de dos estudios que realizaron McKay y Lev-Ari. En el estudio inicial, reclutaron hablantes nativos de árabe, alemán, español, chino, francés y finlandés. Probaron el "sweardar" de los participantes, o la capacidad de detectar juramentos en otros idiomas, incluidos el tamil, el albanés, el vietnamita y otros. Los participantes no tenían indicación de qué idioma estaban leyendo y escuchando, y tenían que elegir entre una de las dos palabras presentadas como juramento.

Más allá de las palabrotas, McKay se pregunta si determinados sonidos ayudan a los humanos a lograr objetivos sociales

En un segundo estudio, los participantes tuvieron que identificar la versión ligera de una palabrota extranjera, utilizando los mismos grupos de idiomas participantes. Estas versiones más suaves pueden ser solo una simple sílaba diferente. Consistentemente, eligieron la palabra que contenía aproximaciones.

Por ahora, McKay y Lev-Ari no saben con certeza por qué las aproximaciones parecen menos ofensivas y dicen que solo abre la puerta a más preguntas sobre por qué las personas perciben los sonidos de diferentes maneras. Más allá de las palabrotas, McKay se pregunta si determinados sonidos ayudan a los humanos a lograr objetivos sociales. ¿Hay fonemas que hacen que un político parezca especialmente capaz y digno de confianza? ¿O un vocabulario de sonidos que ayude a los niños a persuadir a sus padres para que les den más azúcar?

"Estamos interesados en ver qué otros tipos de funciones pragmáticas podrían ser asistidas y fomentadas por diferentes sonidos", dice McKay. "Quizás hay otras funciones sociales en las que los sonidos de las palabrotas podrían ayudar, como engatusar o apaciguar. Quizás ciertos sonidos podrían ayudarte a lograr ciertas metas". Esta pregunta apunta al papel más importante del lenguaje como herramienta de influencia y cooperación.

No hay día en que no digamos una, porque nos acompañan a todas partes y para todo. Más de uno, de hecho, podría decir que nos salvan la vida. En cualquier situación, una palabrota siempre parece la mejor respuesta. Cada idioma presenta una gran variedad de ellas, así como una hermosa gama de maldiciones e insultos que, al final, pueden mezclarse entre ellos porque no tienen margen (o no pretendemos dárselo). Ni siquiera tienen fronteras: aunque se escriban de forma distinta, y aunque los sonidos cambien, el sentimiento detrás de una buena palabrota es universal.

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