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Ni Tierra plana ni redonda, sino hueca: ¿qué descubrió Richard Byrd en la Antártida?
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Ni Tierra plana ni redonda, sino hueca: ¿qué descubrió Richard Byrd en la Antártida?

Este explorador de mediados del siglo XX realizó varios viajes en los que descubrió asuntos enigmáticos que luego otros relacionaron con teorías conspiranoicas sobre nazis, animales prehistóricos y alienígenas

Foto: El explorador fumando de pipa en su base de la Antártida durante la Operación Highjump en 1947. (Wikimedia)
El explorador fumando de pipa en su base de la Antártida durante la Operación Highjump en 1947. (Wikimedia)

Supongamos que viajas a la Antártida y te encuentras con un muro gigantesco e imponente de hielo. Tras él, se esconden las criaturas más extraordinarias e increíbles, seres venidos de los confines del universo o que habitaron el planeta Tierra en tiempos antediluvianos. Ahí estarían confinados desde que un gran apocalipsis cósmico sobreviniera a la Tierra, el meteorito que acabó con los dinosaurios tal vez, o el gran diluvio universal del que tantas civilizaciones hablan en sus escrituras sagradas. Tal y como suena, parece un relato del gran H. P. Lovecraft. Y si trazamos un símil con narraciones más contemporáneas, la idea de un gran muro en las postimetrías de los mapas que bloquea y retiene el reducto de entes fantásticos que algún día querrían exigir su derecho de volver a habitar el planeta, resonarán a mitos de escritores como George R. R. Martin.

Antes que la imaginación desbordante de estos escritores de hoy y de antaño llenara líneas sobre estos mundos imaginarios, hubo un hombre en el siglo XX que supuestamente aseguró haber avistado mundos enteros tras las gélidas capas de hielo de la Antártida. Su nombre fue Richard Byrd y, a pesar de ser alguien con unas sólidas convicciones científicas y militares (llegó a ostentar el título de almirante de la marina estadounidense), sus diarios apócrifos constatan la existencia de territorios escondidos en el interior de la corteza terrestre. Según cuentan, las profundidades guardarían en su interior un enorme país llamado Agartha con un Sol en el medio (que equivaldría al núcleo terrestre) y al que se podría acceder por unos vastos túneles localizados en los dos polos.

Foto: Fuente: iStock.

Obviamente, todas estas teorías entroncan con el mundo de la conspiración y el esoterismo, de la mano de autores como el italiano Amadeo Giannini o el estadounidense Raymond W. Bernard, quienes se aprovecharon del legado de Byrd para amplificar su leyenda y llenar su mensaje de atribuciones ufológicas y conspiranoicas. De hecho, los nazis también están involucrados, como no podía faltar en este tipo de relatos. En concreto, estos autores defendieron que la misión concreta de Byrd en la que se topó con este territorio de las profundidades terrestres, ya que realizó varias, tenía un fin militar: defender al mundo de los últimos reductos de la Alemania nazi, cuyos altos representantes habían huido a cobijarse entre mamuts y seres humanoides venidos de otros planetas.

"Si estallase otra guerra mundial, esta sería de polo a polo", declaró supuestamente Byrd

Resulta muy sorprendente (y en ocasiones estimulante, a la par que divertidamente grotesco) bucear en las distintas páginas conspiranoicas que hablan de Agartha y sus confines, así como las ilustraciones que hay de su geografía, cuya capital lleva el nombre de Shamballah y que al parecer tomaron prestado de la cultura budista. De esto se nutren precisamente los grandes relatos fantásticos del siglo pasado, cogiendo un poco de aquí y de por allá.

placeholder Richard Byrd a punto de volar a la Antártida. (Wikimedia)
Richard Byrd a punto de volar a la Antártida. (Wikimedia)

Lo cierto es que la figura de Byrd, más allá del pintoresco relato que han hecho otros autores sobre él, responde al arquetipo del aventurero que se obsesiona con tierras inexploradas donde muy pocos seres humanos han estado para revelar un testimonio al mundo que despeje las grandes incógnitas de la humanidad de una forma literaria. Pero también como figura indispensable dentro de las corrientes ufológicas más críticas y escépticas. Ahora que creencias precientíficas como el terraplanismo han tomado un lugar visible en la opinión pública, resulta curioso repasar las teorías de la oquedad terrestre y no tanto de su planitud, que otros se encargaron de asociar a Byrd.

Entre mamuts y ovnis

"Se me ha denegado la libertad de publicar estas anotaciones y quizá nunca lleguen a la luz de la opinión pública. Pero yo tengo una tarea que cumplir, y lo que yo he vivido lo dejaré aquí por escrito. Confío en que todo esto pueda ser leído, en que venga un tiempo en que la ambición y el poder de un grupo de personas no pueda ya ocultar más la verdad". Estas supuestamente son las líneas introductorias de uno de los diarios de Byrd, recopiladas por el escritor peruano e investigador ufológico Ricardo González en su blog personal, quien hace un relato apasionante y a la vez crítico con las descripciones de Agartha más inverosímiles que Giannini y Bernard atribuyen a Byrd.

"El clima era suave para estar cerca de la Antártida: 23 grados en una superficie verdosa alumbrada por un sol resplandeciente"

Según la narración que hace González de los diarios apócrifos de Byrd, el explorador describe cómo él y su equipo atraviesan un muro de hielo gigante que esconde un gran agujero que conecta ambos polos de la Tierra, por el que descienden encontrando mamuts en pastos verdes que abundan entre valles y cordilleras. Avanzando en su recorrido, pueden vislumbrar lo que parece ser una ciudad. El clima era suave y benévolo para estar cerca de la Antártida: 23 grados en una superficie que irradia un sol hermoso y resplandeciente. De ser cierto que hubiera alojada una estrella en el interior, es bastante imposible concebir la vida silvestre en dichas profundidades. "Sigo teniendo mis dudas sobre el diario, pero comprendo que algo de lo allí escrito se inspiró en viejas historias", remata González, a quien parece ser que la pasión por las historias de "lo desconocido" (una categoría que engloba esta retórica particular de ciertos foros y blogs) acaba emborronando su juicio.

Foto: Napoleón Bonaparte en Egipto (Fuente: iStock)

Esas "viejas historias" a las que González se refiere no solo vienen de la imaginación de grandes escritores como Julio Verne, sino también de científicos del siglo XVII como Edmond Halley (de quien obtuvo el nombre el famoso cometa), quien formuó la teoría de que la Tierra estaba formada "por varias esferas concéntricas huecas, con un centro de lava que hacía las veces de sol interior", como recupera el periodista Diego Cioccio en un artículo de La Nación en el que habla de Byrd. Más allá de estas locas teorías, cabe resaltar el papel que los nazis tienen en la conspiración montada en torno a las exploraciones de dicho aventurero, a la que González apostilla que, según las fuentes que hablaron de la llamada Operación Highjump, Byrd declamó a su regreso: "si estallase otra guerra mundial, esta sería de polo a polo", lo que invetiblamente recuerda a la mítica y recurrente frase profética de Albert Einstein pero con la cosmovisión de una supuesta Tierra hueca.

La Operación Highjump

La Operación Highjump, llamada oficialmente como The United States Navy Antarctic Developments Program, 1946-47, desplegó a una fuerza militar ingente hasta el continente helado de 13 barcos, 4.700 hombres y varias aeronaves. Byrd fue el organizador dee la operación, ya que por aquel entonces tenía una sólida experiencia en tierras antárticas y había sido ascendido en la Armada. El objetivo era probar los equipos militares en condiciones climáticas extremas, así como explorar geológica, geográfica, meteorológica y electromagnéticamente el territorio con el objetivo de establecer bases permanentes en el futuro.

Se esperaba que la expedición durara entre seis y ocho meses, pero a las ocho semanas se canceló y todos los equipos volvieron a casa

A fin de cuentas, la Antártida por aquel entonces era una vastísima región inexplorada, aunque también lo sigue siendo ahora. Tanto territorio debía tener un título de ocupación y explotación, y los estadounidenses querían llevarse la mayor parte al término de la Segunda Guerra Mundial. Precisamente por su cercanía en el tiempo con la derrota de Hitler (y el descomunal despliegue militar) surgen tantas teorías de la conspiración que no sitúan a Byrd como testigo principal, pero sí como eje principal que fue silenciado.

placeholder Un submarino estadounidense de la Operación Highjump. (Wikimedia)
Un submarino estadounidense de la Operación Highjump. (Wikimedia)

Se esperaba que la expedición durara entre seis y ocho meses, pero a las ocho semanas se canceló y todos los equipos volvieron a casa; algunos desaparecieron. Esto, a su vez nutrió más las ideas conspiranoicas, aunque en realidad podría tener una explicación bastante sencilla: la climatología era tan extrema y adversa, que ningún campamento militar pudo aguantar demasiado tiempo, al igual que ocurre en la actualidad, ya que apenas hay una decena de bases científicas permanentes de distintos países en territorio antártico, mayoritariamente concentradas en su litoral. Si fuera tan fácil vivir en esas condiciones, seguramente las grandes potencias del mundo se habrían apresurado ya a agotar sus inmensas reservas de petróleo y recursos naturales. Como para pensar en que los nazis vivieran entre mamuts y seres de otras galaxias: delirios de nuestro tiempo, delirios que son divertidos, pero que añaden sombras a una realidad social que gracias a las tecnologías cada vez se está volviendo, nos guste o no, más transparente.

Supongamos que viajas a la Antártida y te encuentras con un muro gigantesco e imponente de hielo. Tras él, se esconden las criaturas más extraordinarias e increíbles, seres venidos de los confines del universo o que habitaron el planeta Tierra en tiempos antediluvianos. Ahí estarían confinados desde que un gran apocalipsis cósmico sobreviniera a la Tierra, el meteorito que acabó con los dinosaurios tal vez, o el gran diluvio universal del que tantas civilizaciones hablan en sus escrituras sagradas. Tal y como suena, parece un relato del gran H. P. Lovecraft. Y si trazamos un símil con narraciones más contemporáneas, la idea de un gran muro en las postimetrías de los mapas que bloquea y retiene el reducto de entes fantásticos que algún día querrían exigir su derecho de volver a habitar el planeta, resonarán a mitos de escritores como George R. R. Martin.

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