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Salomas virales o cómo TikTok ha recuperado una gloriosa (y olvidada) tradición naval
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Salomas virales o cómo TikTok ha recuperado una gloriosa (y olvidada) tradición naval

Su muerte llegó con los navíos modernos, pero un grupo de entusiastas la han recuperado gracias a la red social más popular entre los jóvenes

Foto: El último combate de El Glorioso, solo contra la Royal Navy.
El último combate de El Glorioso, solo contra la Royal Navy.

Tras una batalla naval en pleno siglo XVIII, hemos conseguido arreglar el mástil y el timón vuelve a estar en buen estado. El capitán de nuestro navío nos ordena (a través del contramaestre, claro está) volver a arriar la mayor para dirigirnos a puerto tras tres meses en el mar. La marinería, de la que formamos parte, se dispone rauda a cumplir órdenes. Ascendemos el mástil y nos encaramamos a la verga de la mayor, desde, donde al unísono y con inmensa fuerza, junto a nuestros 20 compañeros de tarea, debemos desatar las ataduras como si de una sola persona se tratara. Coordinar este galimatías es una pesadilla.

Pero el contramaestre, con ayuda de su silbato (esta vez de plata, aunque hasta hace dos días estaba hecho de cuerno de cabra), empieza a cantar:

"Yo prefiero vivir con la mar...".

Sin pensarlo dos veces, todos y cada uno de nosotros —los que levan anclas, los que friegan la cubierta, los artilleros que vuelven a poner los cañones en posición de combate, los que despliegan y ajustan las velas...— empezamos a cantar al unísono y con marcado ritmo:

"...que es mujer que nunca engaña
y no quiero tener más hogar
que los barcos del Rey de España".

De repente, y casi por arte de magia, todas las acciones y tareas que se llevan a cabo en el navío se realizan al unísono. Esta era la principal función de los cantos marineros, mejor llamados (correctamente llamados, en realidad) salomas. Como explicaba en un artículo Manuel Maestro, presidente de la Fundación Letras del Mar: "Existían tres especies de salomar: halar a la leva; levar o marchar tirando del cabo, barra de cabrestante, etc., y mano entre mano, que es halar o tirar a pie firme alargando alternativamente los brazos. La saloma es apropiada a cada caso. En el primero, es música de marcha y los pies se mueven acompasadamente; el segundo es más lento y marca el movimiento uniforme de las manos, y en el tercero hay que señalar dos tiempos: preparación y acción".

"Existían tres especies de salomas: halar a la leva; levar o marchar tirando del cabo, barra de cabrestante, etc., y mano entre mano"

Pero, claro está, la saloma cayó en el olvido. Por romántico y evocador que pueda resultar el océano, un navío o la camaradería de la Armada, así como el más que duro y satisfactorio trabajo manual, la inmensa mayor parte de las labores del marinero fueron modificadas o desaparecieron según la ingeniería naval avanzó. Por poner un ejemplo, en el navío de línea Vencedor, de la Real Armada Española, botado en el año 1754, comían, dormían, trabajaban y luchaban por sus vidas 554 tripulantes, mientras que en uno de los ejemplos actuales más similares (las funciones de los barcos de guerra han variado completamente en los últimos dos siglos), la fragata Álvaro de Bazán, con el doble de eslora (aunque la misma manga), solo dispone de 216 tripulantes. A menudo, estos están separados por paredes de acero entre ellos en distintas salas, realizando tareas técnicas que requieren absoluta concentración. Por esto, el canto marinero sería contraproducente.

Pero las viejas (y buenas) tradiciones no mueren fácilmente. Los cantos marineros han resucitado, regocijémonos. Eso sí, el modo en el que lo han hecho no era de esperar. Es posible que en los próximos días, con todas las comidas de empresa, cenas familiares, reuniones de amigos..., nos encontremos tarde o temprano en una discoteca cualquiera, escuchando pachangueo. Sonarán desde La Tusa de Carol G a Tití me preguntó de Bad Bunny, pero a lo mejor nos sorprende, muy mucho, escuchar un golpe seco, rítmico, y la voz de Nathan Evans (segundado por un buen coro armónico que canta una cuarta aumentada —o quinta disminuida, según lo queramos ver—) cantando The Wellerman, una auténtica saloma.

placeholder Marineros tirando al unísono. (Flickr)
Marineros tirando al unísono. (Flickr)

Este cambio de escenario musical en los locales donde reina hoy Bizarrap y hasta hace muy poco lo hacía Luis Fonsi (y su infame Despacito) no se ha gestado en una mañana, ni tampoco es un capricho discográfico, sino que es el resultado de un movimiento, ¿underground?, procedente de la red social TikTok. Y nosotros, pobres diablos envejecidos, podríamos pensar: "¿Cómo es posible que en ese sitio virtual, en el que solo hay miles de adolescentes, representantes de la generación Z (los nacidos entre mediados de los 90 y mediados de los 2000), haciendo bailes ridículos y poniendo su vida en peligro cada dos por tres gracias a desafíos virales, se haya formado un renacimiento de la tradición musical marinera?".

Una de las respuestas está motivada por el propio Nathan Evans, que a lo mejor ahora tiene contrato discográfico y más de 213 millones de visualizaciones de su The Wellerman en YouTube, pero, hasta hace poco, dado que es un fan de los sea shanties ('salomar', en inglés), empezó a publicarlos en esta red social. Motivado por él se formó una comunidad participativa (dada la función de TikTok que permite grabarte y añadirte al vídeo de otra persona), en la que diversos hombres y mujeres, con diferentes registros tonales, creaban armonías a las bases musicales proporcionadas por Evans.

placeholder Grabado George Cruikshank, retratando marineros cantando por la noche en el siglo XIX.
Grabado George Cruikshank, retratando marineros cantando por la noche en el siglo XIX.

Pero es el momento de volver a la realidad y desmentir algunas cosas. Para empezar, el origen del resurgir del salomar no está en TikTok, sino en un grupo de amigos llamados The Longest Johns que, mientras jugaban en grupo al videojuego Sea of Thieves en 2019 (un juego multijugador en el que, a todos los efectos, eres un pirata buscando tesoros), cantaban a sus impotentes víctimas salomares mientras saqueaban sus tesoros.

Un año después, en pleno covid-19, el tiktoker @forwardspiral27 publicó su versión de The Wellerman, haciéndose a sí mismo las armonías con la función de dueto que tiene esta red social. Pronto, los usuarios empezaron a doblar este original, hasta que la tendencia murió. Pero, en el mes de diciembre de ese mismo año, Nathan Evans recuperó el salomar, convirtiéndolo en lo que es hoy en día.

Foto: Bombardeo de Valparaíso por Méndez Núñez, pintado por William Gibbons.

A pesar de esto, el principal problema de este famoso y viral salomar... es que no es realmente un salomar. En realidad, es un canto rítmico hecho para llevar un paso, no para reunir fuerzas y realizar una dura tarea al unísono. Es más parecido a los cantos que en el ejército se usan para que toda la tropa lleve el mismo paso en la marcha. Los salomares, en cambio, se basan en la respuesta de la marinería a la llamada del contramaestre, y cada canto tiene una característica especial, una sílaba (o varias) mucho más fuertes que el resto que marcan las determinadas acciones a realizar.

En realidad, lo que escucharemos en las discotecas este invierno es un canto marinero, ni más ni menos. A pesar de todo, esto no significa que no podamos disfrutarlo como un verdadero recuerdo (aunque sea inventado) de la honorable y pura vida en un navío que surca los océanos. Al césar lo que es del césar, y al mar lo que es del mar.

Tras una batalla naval en pleno siglo XVIII, hemos conseguido arreglar el mástil y el timón vuelve a estar en buen estado. El capitán de nuestro navío nos ordena (a través del contramaestre, claro está) volver a arriar la mayor para dirigirnos a puerto tras tres meses en el mar. La marinería, de la que formamos parte, se dispone rauda a cumplir órdenes. Ascendemos el mástil y nos encaramamos a la verga de la mayor, desde, donde al unísono y con inmensa fuerza, junto a nuestros 20 compañeros de tarea, debemos desatar las ataduras como si de una sola persona se tratara. Coordinar este galimatías es una pesadilla.

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