Es noticia
Wallada, la historia de una poetisa andalusí fuera de lo común
  1. Alma, Corazón, Vida
historia

Wallada, la historia de una poetisa andalusí fuera de lo común

Hija del efímero undécimo califa de Córdoba, fue una mujer independiente, segura y decidida que trató de luchar contra el férreo y limitante machismo de la sociedad islámica de la época

Foto: Mujeres danzando en una corte musulmana. (iStock)
Mujeres danzando en una corte musulmana. (iStock)

"En todas las épocas hay personas que no piensan como los demás. Es decir, que no piensan como los que no piensan".

Margarita Yourcenar.

Cuando amanecía el segundo milenio y la cristiandad había superado el susto amenazante de las calamidades del milenarismo y sus secuelas (Kali Yuga, Apocalipsis, Armagedón, etc.) en la populosa Córdoba, un califa de nombre impronunciable pasaba a formar parte de esa colectividad de habitantes del silencio que aguardan el veredicto del tribunal de las sombras. De paso, dejaba en testamento una fabulosa herencia a una mujer de una belleza sobrenatural diseñada por el altísimo en uno de esos raros días de inspiración y como añadido, los derechos de gobernanza de aquella urbe que causaba admiración en todo occidente.

Wallada, que así se llamaba esta criatura mitad diosa, mitad humana, tuvo la accidental fortuna de ser hija de un padre que no dejaría descendencia masculina, ello le permitiría un enorme margen de maniobra al tiempo que le permitió alejarse de las intrigas del poder y sus servidumbres.

Mujer independiente en una sociedad rigurosamente patriarcal, aborrecía cualquier forma de protección masculina

Mujer independiente en una sociedad rigurosamente patriarcal y de rancias costumbres jerárquicas, donde solamente se admitía la presencia de un género y todo lo demás eran periferias, aborrecía cualquier forma de protección masculina. El destino le había proporcionado una herramienta indiscutible para poder comprar su vida y no vivir subordinada a los caprichos del azar. Por las mismas, vendió los derechos reales, respaldando de esta manera su desconexión total con el opresivo mundo al que el islam condenaba a las mujeres.

Foto: Fuente: iStock.

Era una mujer altiva que no ocultaba su rostro, despachaba con cajas destempladas a cualquier pretendiente que osara acercarse más de lo tolerable y, sin embargo, su potente seducción innata arrastraba miradas como un imán a pleno rendimiento. Era en definitiva una mañana de primavera y un auténtico reto para cualquier devoto de la belleza.

La posición social de esta mujer pelirroja y de llamativos ojos azules le aportó reconocimiento sin cuento por sus iniciativas (tertulias, ayuda social a mujeres desfavorecidas, implementación de huertos comunitarios en formato de cooperativa para aquellas mujeres repudiadas por sus maridos, etc.) que a la postre serían las que fecundaron esa increíble deriva hacia la creación artística en todas sus expresiones.

Su notable formación como calígrafa la convirtió en el "negro" de muchos de los mandamases

Su notable formación como calígrafa (en aquel tiempo un arte artístico y en ocasiones meditativo) la convirtió en el "negro" de muchos de los mandamases locales por la versatilidad con la que manejaba los diferentes modelos de escritura. Cualquiera que quisiera parecer algo a través de este medio, proyectarse para generar interés en el destinatario o disimular sus carencias, acudía a esta princesa Omeya. Las luchas en las que se sumergió su dinastía y los elementos del clan Banu Yahwar, generaron un enorme desasosiego en los círculos culturales y en la población de esta ciudad, que en su cenit llegó a tener alrededor de 1.000.000 de habitantes. No hay que olvidar que desde su independencia y conversión al califato por Abderramán III en el 929, era la única ciudad del mundo que podía competir con Constantinopla en volumen de negocio, centros culturales multidisciplinares, mezquitas (cerca de 1.700 de ellas); en fin, al-Ándalus en su máximo esplendor. Para apuntalar a este todopoderoso estado surgiría el enorme y a la par terrible Almanzor.

Esta increíble mujer, acusada de casquivana sin fundamento por los envidiosos, escandalizaba por su independencia, algo intolerable en el machista mundo musulmán de la época (los cristianos no iban a la zaga).

Amor y rivalidad con Ibn Zaydun

Pero la carne es débil y la pasión vive agazapada en espera de su oportunidad. Wallada era un verso libre y un Ícaro prudente, su falta de respeto a las convenciones sociales era legendaria. Pero como aquella variable que se convierte en constante, hay algo que es muy cierto; el amor debe ser valiente, aunque no dure. Amante del alabado poeta Ibn Zaydun, en una ocasión estuvieron recitando en una maratón poética nocturna un tête a tête en el salón de tertulias que ella detentaba. Fue un enfrentamiento antológico que acabaría en la cama como no podía ser de otra manera. Así, los pequeños actos triviales nutrían un cuerpo poético inmenso. Esa rivalidad, acabaría transformándose en un amor documentado en más de tres centenares de poemas de gran tensión pasional.

La princesa era muy temperamental y no se avenía a razones cuando estas tocaban ciertas inconfesables verdades horizontales

Pero no hay amor que dure cien años, entre otras cosas porque este tránsito es muy breve y más cuando se ve por el retrovisor. Hay un momento crítico en el que ella llega a un punto sin retorno. El visir Ibn Abdus, a la sazón gobernador de la ciudad y rival personal y político del poeta Ibn Zaydun, acabaría poniéndolo a buen recaudo a sabiendas de su relación con Wallada. La cosa tenía su miga, pues la princesa, que era muy temperamental y no se avenía a razones cuando estas tocaban ciertas inconfesables verdades horizontales, había entrado en una espiral endemoniada.

Durante su cautiverio, Ibn Zaydun escribiría sus poemas más sentidos. Wallada, que era de armas tomar recordaba que el poeta la había engañado con una hermosa esclava de ébano puro probablemente mauritana. La historia no acabó bien lamentablemente, al romanticismo le quedaban unos siglos para hacerse adulto. Ibn Zaydun, según cuentan los cronistas, se abandonó de tal manera que parecía un renunciante sannyasin o un homeless norteamericano. Enfermó de amor o de falta de él, a saber, se había dedicado a la mendicidad y a escribir versos para otros. Ella jamás le perdonó sus travesuras y su pretendida condición de mujer independiente solo era el anverso de una de las caras de la moneda de una interpretación excluyente y sesgada. Quizás confundió libertad sin ataduras por principios a la carta. El amor no es un menú en una habitación no ventilada, es un bufé que en ocasiones también exige ciertas renuncias; quizás el poeta arriesgó mucho y por ello acabó uniéndose al club de los astados.

La princesa emprendió el gran viaje hacia la oscuridad que precede a la luz en un lecho rodeado por miles de flores de azahar

Wallada, la princesa independiente y rompedora, emprendió el gran viaje hacia la oscuridad que precede a la luz en un lecho rodeado por miles de flores de azahar. Era la primavera del año 1091. El activista y escritor Bradley Millar decía que "Enseñarle a un niño a no pisar una oruga, es tan importante para la oruga como para el niño".

"En todas las épocas hay personas que no piensan como los demás. Es decir, que no piensan como los que no piensan".

Historia
El redactor recomienda