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Jorge Soler: "No hay marcha atrás: avanzamos hacia un mundo sin humo"
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ENCUENTRO DIGITAL CON LECTORES–PHILIP MORRIS

Jorge Soler: "No hay marcha atrás: avanzamos hacia un mundo sin humo"

El director de Relaciones Médicas y Científicas de Philip Morris Spain contestó a las preguntas de los lectores y analizó el desafío que supone reducir el número de fumadores, en un encuentro digital organizado por El Confidencial

Foto: Encuentro digital '¿Qué más se puede hacer para reducir la tasa de fumadores en España?'.
Encuentro digital '¿Qué más se puede hacer para reducir la tasa de fumadores en España?'.

El tabaquismo es uno de los principales problemas de salud pública de nuestro país, y reducir el número de fumadores, un desafío tanto para las autoridades sanitarias como para la comunidad científica. Pero se trata de un reto que, desafortunadamente, todavía está lejos de superarse: los datos de la última Encuesta sobre alcohol, drogas y otras adicciones en España (Edades), elaborada por el Ministerio de Sanidad en 2020, revelan que el 32,3% de las personas entre 15 y 64 años había fumado a diario en el último mes; si nos vamos a 2005, año en que entró en vigor la conocida como ley antitabaco, vemos que el porcentaje era del 32,8%. Es decir, en 15 años de aplicación de la ley tan solo se ha conseguido reducir en un 0,5% el número de fumadores habituales.

Además, la encuesta muestra que, por detrás del alcohol, el tabaco es la sustancia psicoactiva más consumida en España entre la población de 15 a 64 años. También revela que aproximadamente 340.000 personas comenzaron a fumar durante el último año.

Los datos sugieren que las medidas adoptadas no bastan para disminuir el impacto del tabaquismo, y de este problema hemos hablado en el transcurso del encuentro digital ¿Qué más se puede hacer para reducir la tasa de fumadores en España?, celebrado en colaboración con Philip Morris. Esta charla, en la que los lectores han podido participar enviando sus preguntas, ha contado con la presencia de Jorge Soler, director de Relaciones Médicas y Científicas de Philip Morris Spain, quien ha expuesto las líneas centrales que pueden marcar el principio del fin de “un mundo sin humo”.

[VÍDEO | Vea aquí el encuentro completo]

El punto de partida de la charla ha sido, precisamente, la pregunta que daba nombre al encuentro: ¿qué más podemos hacer? Porque desde 2005 hemos visto cómo se prohibía fumar en espacios públicos cerrados, así como la venta a menores de edad o la publicidad del tabaco. “Se han trabajado las políticas de prevención y cesación —ha corroborado Soler—. Pero se ha visto que no son suficientes y, por tanto, es necesario incorporar nuevas herramientas de manera complementaria”.

La idea es que, aunque es esencial prevenir la incorporación de nuevos fumadores, y también conseguir que quienes ya tienen el hábito lo abandonen, cada vez se postulan más las iniciativas orientadas a disminuir el impacto sobre la salud de quienes quieren seguir fumando. En este sentido, Soler ha apuntado que “es fundamental explorar las estrategias de reducción del daño, que ya se vienen utilizando con éxito desde hace muchos años en otras áreas de salud pública: bebidas alcohólicas, elementos de seguridad en los coches, protección solar para disminuir el cáncer de piel… Hay que dar un paso más utilizando herramientas que son del siglo XXI, libres de combustión y avaladas por la ciencia”.

El papel de la combustión

Entra así en el debate la palabra combustión, que a juicio del experto es la clave para entender cómo se puede reducir el daño sobre la salud que provoca fumar. “Al quemar el tabaco, se genera humo; en el humo del cigarrillo hay más de 6.000 sustancias químicas y, de ellas, en torno a cien son dañinas o principalmente dañinas, y las principales causantes de las enfermedades ligadas al hábito de fumar. Por lo tanto, la clave es eliminar de la ecuación la combustión, y eso es lo que hacen los productos alternativos a los cigarrillos”.

Se habla de alternativas, y entre ellas encontramos productos que administran nicotina con o sin tabaco, pero que no suponen la inhalación de humo. “Es el caso de los cigarrillos electrónicos o del tabaco calentado, que tienen en común que en ellos no se produce combustión y, por tanto, tampoco hay humo. Y esto permite disminuir en un 90-95% los niveles de sustancias tóxicas en comparación con el humo de los cigarrillos. De todas formas, es importante recordar que estos productos no tienen riesgo cero. Lo mejor que puede hacer un fumador es dejar de fumar”.

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Pero surgen las dudas y la confusión, especialmente cuando pensamos que los cigarrillos electrónicos contienen nicotina o que los productos de calentamiento de tabaco (PTC) calientan, precisamente, tabaco. Y en este último caso, también hay nicotina, ya que esta se encuentra de manera inherente en la planta del tabaco. Por tanto, ¿no son esos, precisamente, los elementos que pueden dañar nuestra salud? A esta pregunta, Soler ha contestado que “la nicotina es adictiva, pero no es la principal causa de las enfermedades asociadas al hábito de fumar. No podemos decir que sea inocua, y de hecho siempre nuestra recomendación será evitarla, especialmente en el caso de personas hipertensas, con cardiopatías, embarazadas… Pero la clave está en evitar la combustión y, con ella, la exposición a sustancias tóxicas”.

El papel de la nicotina, ha continuado el experto, “es muy importante para conseguir que los fumadores adultos hagan la transición a productos alternativos. Estamos hablando de personas que son adictas y que buscan la nicotina; en este sentido, la idea es que estos productos se la proporcionen, pero de forma menos dañina que un cigarrillo convencional”.

El ejemplo de otros países

El debate en torno a la estrategia de reducción del daño por tabaquismo se está viviendo con distinta fortuna en unos y otros países. En Estados Unidos, por ejemplo, la FDA se ha mostrado partidaria de que haya alternativas a los cigarrillos que entrañen un menor riesgo; ya que tras analizar toda la evidencia científica disponible sobre los dispositivos de calentamiento de tabaco, reconocen que, sin ser inocuos, reducen la producción de sustancias dañinas o potencialmente dañinas en comparación con los cigarrillos.

En el Reino Unido, ha explicado Jorge Soler, “en solo tres años han conseguido reducir las cifras de tabaquismo del 17 al 12%”. Se calcula que ha habido 50.000 abandonos del tabaco tradicional gracias a estas técnicas alternativas de administración de nicotina sin combustión. El caso de Japón, ha señalado, es paradigmático: “Allí han visto reducir la tasa de fumadores hasta un 13%. Y un reciente estudio ha visto cómo en los últimos años, y coincidiendo con la introducción de estas alternativas, han disminuido los ingresos hospitalarios por EPOC o por cardiopatía isquémica”.

"El principal problema es la falta de información. Si no van a dejar de fumar, que al menos sepan qué alternativas hay" (Soler)

¿Y en España? En opinión de Jorge Soler, el principal problema “es la falta de información. Los fumadores deben tener una información clara y veraz que les permita tener criterio para tomar sus decisiones. Es decir: si no van a dejar de fumar, que al menos sepan qué alternativas hay”.

En este sentido, a finales del año 2020, Philip Morris llevó a cabo una encuesta que reveló que ocho de cada 10 encuestados considerarían cambiar a estas alternativas si tuvieran más claridad sobre sus diferencias con el cigarrillo tradicional y la ciencia que las respalda. Asimismo, reveló que el 43% de los encuestados están confundidos acerca de lo que han visto, leído u oído en relación con los productos sin humo.

Información veraz, pero también sólida y basada en la evidencia científica… y en estudios independientes. “Llevamos más de 9.000 millones de dólares invertidos en investigación e innovación y ya nos han concedido más de 4.000 patentes”, ha señalado Jorge Soler, y a continuación ha añadido que “hay también numerosos estudios de laboratorios independientes, y organismos que se interesan por esos trabajos y comienzan a realizar los suyos, que corroboran nuestras conclusiones. Lo fundamental es que todos estos estudios, todos estos datos, están de forma accesible y transparente, de forma que se puede ver que todo está sustentado en la ciencia”.

La transformación del sector

En el fondo de todo este movimiento está la inevitable transformación del sector tabaquero. “Es un camino en el que no hay marcha atrás: avanzamos hacia un mundo sin humo”, ha reconocido Soler. “Estamos pivotando esa transformación porque entendemos que es preciso el cambio; tenemos esa misión, ese objetivo: un futuro libre de humo. Y el camino es ir sustituyendo progresivamente el cigarrillo por alternativas que resulten menos dañinas”.

"Creemos que en 10 o 15 años, en algunos países, los cigarrillos serán cosa del pasado" (Soler)

El objetivo de la compañía tabaquera es, paradójicamente, dejar de vender cigarrillos. Y la hoja de ruta varía según los diferentes ritmos de cada país. “Creemos que en 10 o 15 años, en algunos países, los cigarrillos serán cosa del pasado. Pero no lo podemos hacer solos. Del mismo modo que en la industria del automóvil se han alineado los diferentes operadores para hacer la transición del motor de combustión al eléctrico, también en nuestro sector necesitamos la cooperación de todos para facilitar que todos los fumadores dejen los cigarrillos. Por el momento, ya hay 20 millones de fumadores adultos que han acogido nuestros dispositivos de calentamiento de tabaco en todo el mundo”.

El tabaquismo es uno de los principales problemas de salud pública de nuestro país, y reducir el número de fumadores, un desafío tanto para las autoridades sanitarias como para la comunidad científica. Pero se trata de un reto que, desafortunadamente, todavía está lejos de superarse: los datos de la última Encuesta sobre alcohol, drogas y otras adicciones en España (Edades), elaborada por el Ministerio de Sanidad en 2020, revelan que el 32,3% de las personas entre 15 y 64 años había fumado a diario en el último mes; si nos vamos a 2005, año en que entró en vigor la conocida como ley antitabaco, vemos que el porcentaje era del 32,8%. Es decir, en 15 años de aplicación de la ley tan solo se ha conseguido reducir en un 0,5% el número de fumadores habituales.

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