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Así se trepana un cráneo: la historia de la lobotomía mucho antes del siglo XX
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'BORE HOLE'

Así se trepana un cráneo: la historia de la lobotomía mucho antes del siglo XX

Este método tan brutal tiene muchísimos siglos de historia. Desde el Neolítico a la China medieval, distintas culturas efectuaron agujeros en la cabeza para curar a los enfermos

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Cuando oímos la palabra lobotomía, nos viene a la cabeza un método brutal para curar distintos trastornos mentales que, afortunadamente, ya quedó en desuso. No podemos olvidar a grandes personajes históricos a los que se la practicaron, como Rose Marie Kennedy, hermana del presidente de Estados Unidos trágicamente asesinado, quien quedó incapacitada de por vida a la corta edad de los 23 años. Fue precisamente en la primera mitad del siglo XX cuando este tratamiento empezó a estandarizarse por obra y gracia del neurólogo Walter Freeman, quien llegó a salir de gira por todo el país para tratar a pacientes con esquizofrenia, depresión grave o trastorno obsesivo compulsivo (TOC), pero también a aquellos que mostraban serias dificultades cognitivas o eran demasiado rebeldes para amoldarse a las normas de una sociedad encorsetada.

Lo cierto es que el procedimiento de la lobotomía de aquella época consistía en nada más y nada menos que efectuar un agujero en el cráneo para desconectar ciertas áreas del cerebro que resultaban problemáticas. Trastornos psiquiátricos tan complejos como los anteriormente citados eran corregidos con un (simple) martilleo sobre la corteza con el objetivo de eliminar la conexión neuronal entre el lóbulo frontal (dedicado a la gestión de emociones, regular el estado de ánimo, o a la planificación y resolución de problemas...) y el resto del cerebro. Los pacientes, lógicamente, ya no mostraban signos de esas enfermedades mentales, pero no porque tal proceso quirúrgico resultara efectivo, sino porque les sumía en un estado pelele de por vida.

Un agujero no natural

La neurociencia moderna, afortunadamente, dejó de practicar lobotomías. La última que se practicó fue en el año 1967, pero lo cierto es que este tratamiento data de hace mucho tiempo atrás, incluso de las sociedades prehistóricas. La más completa obra que documenta estas prácticas aberrantes es A Hole in the Head del historiador Charles G. Gross. En ella se remonta a un día del año 1865 en el que el arqueólogo y explorador norteamericano Ephraim George Squier recibe un curioso regalo de parte de una amiga. En el interior de dicho paquete había una calavera extraída de un gran cementerio inca. Todo normal, debió pensar Squier, salvo por una incisión en el cráneo. Un agujero no natural. No había sido un golpe la causa, ya que en la misiva entregada junto con el regalo se argumentaba que el esqueleto analizado había sobrevivido y fallecido después por otras causas.

Los antiguos griegos creían que los hematomas eran sangre estancada que había que liberar mediante la trepanación para que no se pudriera

Squier sospechó que realmente se trataba de un proceso quirúrgico primitivo. Dispuesto a demostrar su teoría, acudió a una convención de la Academia de Medicina de Nueva York para convencer a sus coetáneos que el cráneo había sido trepanado para tratar ciertas enfermedades. Ante tal explicación, los médicos, historiadores y cirujanos se rieron. Pero el arqueólogo no se dio por vencido, y cogió un avión hasta París para enseñarle la pieza a Paul Broca, uno de los más insignes anatomistas franceses, fundador de la primera sociedad antropológica de la historia. Este es hoy universalmente conocido por los neurólogos de todo el mundo, ya que su nombre designa el "área de Broca" la zona del cerebro que controla las funciones lingüísticas.

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Broca estaba con Squier. Esa incisión había sido provocada y el sujeto había sobrevivido durante algún tiempo después a ella. Entonces, en 1876, Broca se presentó en la Sociedad Antropológica de París y sucedió lo mismo que con su colega: nadie le creyó. ¿Cómo unos incas habían podido llegar a realizar una cirugía tan difícil sin llegar a matar al paciente? La historia le daría la razón cuando siete años más tarde se halló en una localidad del centro de Francia un yacimiento neolítico en el que había varios cráneos con agujeros redondeados cuyos bordes estaban festoneados; es decir, alguien intencionadamente los había laminado y raspado con una piedra. Ninguno de ellos había sido accidental: los cráneos habían sido trepanados a conciencia.

El antropólogo revisó sus archivos para conocer la motivación de dicho procedimiento quirúrgico. Al principio, pensó que se trataba de algún tipo de rito religioso, pero después de estudiarlo a fondo concluyó que no, esos agujeros estaban dirigidos a combatir algún tipo de enfermedad. Desde entonces, la comunidad arqueológica se topó con más yacimientos similares. En todas las partes del mundo se hallaron esqueletos y restos de hombres y mujeres de todas las edades desde el Neolítico con agujeros en la parte frontal de sus cráneos. ¿Por qué?

Cráneos perforados: Antigua Grecia y China

El relato más detallado y más antiguo de la trepanación es del siglo V a. C. Pertenece a Hipócrates, el médico más famoso de la Antigua Grecia, quien escribió un libro titulado expresamente Sobre las heridas de la cabeza. Esta pudo ser una de las pruebas que convencieron a Broca de que se trataba de una práctica terapéutica y no religiosa, ya que el médico griego apunta a que está dirigida a personas con grandes hematomas. "Una razón probable de esto es que los médicos hipocráticos consideraban que la sangre estancada era mala, como sucedía con el agua estancada", escribe Gross en su libro y en un artículo de promoción en la web del MIT Press. "Por lo tanto, pensaban que si dejaban que fluyera la sangre se evitaría que se pudriera". No fue hasta la Edad Media cuando la trepanación se recomendó en un texto del siglo XIII para tratar a personas con problemas de epilepsia para que "los humores y el aire salgan y se evaporen".

placeholder Ilustración medieval de una trepanación en Francia en el siglo XIV. (iStock)
Ilustración medieval de una trepanación en Francia en el siglo XIV. (iStock)

En China, cuenta el historiador, hay una novela escrita por Luo Guanzhong en la dinastía Ming que se ambienta en el siglo II. En ella, se narran las guerras del comandante Cao Cao, de la dinastía Han. "Cao Cao se despertó con un grito, su cabeza palpitaba insoportablemente. Se buscaron médicos, pero ninguno le pudo dar alivio", escribe. Así, se mencionó a un médico que efectuaba trepanaciones llamado Hua Tuo. "Los fuertes dolores de cabeza de Su Alteza se deben a un tumor en activo. La raíz está en el cráneo, donde se acumula aire y fluidos. La medicina no servirá de nada. El método que recomendaría es el siguiente: después de la anestesia general, le abriré el cráneo con un cuchillo de carnicero y eliminaré el exceso de materia. '¿Está tratando de matarme?', preguntó Cao Cao enojado". El médico fue asesinado a la orden del general tras proponer tal cirugía.

Trepanaciones voluntarias

La trepanación evolucionó, como decíamos, hasta el siglo XIX, cuando empezó a ser parte del tratamiento de la lobotomía. Estos eran los orígenes más pretéritos de un procedimiento médico que dejó de emplearse hasta hace tan solo unas pocas décadas. Como anécdota final, cabe reparar en la historia de Joe Mellen, un poeta beatnick (el nombre que agrupa a la generación de Jack Kerouac o Allen Ginsberg, escritores rebeldes que fueron el caldo de cultivo de la cultura hippie en Estados Unidos) que decidió trepanarse el cráneo por voluntad propia, como cuenta en su propia autobiografía, titulada Bore Hole y publicada en 1970.

Foto: Ilustración del equipo de Diseño de El Confidencial.

El propósito de Mellen no era curar ninguna enfermedad psiquiátrica, sino más bien provocársela; su afición al LSD y a las sustancias psicoactivas le llevó a practicarse una trepanación él mismo con un taladro eléctrico para estar colocado para siempre. Curiosamente, el joven sobrevivió y a los 76 años concedió una entrevista a John Doran para la revista Vice en la que el entrevistador admitía que gozaba de "un estado de salud excepcional". Sea como sea, a nadie en su sano juicio se le ocurriría coger un picahielos para hacerse un agujero en el cráneo. Lo extraordinario es que reputados neurólogos del siglo XX como Freeman pensaran que funcionaba para tratar la depresión y otras afecciones. Y otros, como Mellen, que les permitiría acceder a un plano alucinógeno de la conciencia de forma permanente.

Cuando oímos la palabra lobotomía, nos viene a la cabeza un método brutal para curar distintos trastornos mentales que, afortunadamente, ya quedó en desuso. No podemos olvidar a grandes personajes históricos a los que se la practicaron, como Rose Marie Kennedy, hermana del presidente de Estados Unidos trágicamente asesinado, quien quedó incapacitada de por vida a la corta edad de los 23 años. Fue precisamente en la primera mitad del siglo XX cuando este tratamiento empezó a estandarizarse por obra y gracia del neurólogo Walter Freeman, quien llegó a salir de gira por todo el país para tratar a pacientes con esquizofrenia, depresión grave o trastorno obsesivo compulsivo (TOC), pero también a aquellos que mostraban serias dificultades cognitivas o eran demasiado rebeldes para amoldarse a las normas de una sociedad encorsetada.

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