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Cómo influye el idioma que hablamos en nuestra percepción del tiempo
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CURIOSIDADES LINGÜÍSTICAS

Cómo influye el idioma que hablamos en nuestra percepción del tiempo

Hoy analizamos distintos estudios que indagan en las diferencias entre idiomas opuestos a la hora de referirse a eventos pasados o futuros a partir de la dirección con la que se escriben o se leen

Foto: Foto: iStock.
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Una de las grandes preguntas filosóficas de la historia de la humanidad ha sido determinar qué viene antes, si el lenguaje o el pensamiento. ¿Hablas cuando piensas, piensas antes de hablar o hablas sin pensar? Si no pudiéramos poner palabras a nuestros pensamientos, este no serviría de nada, pues deberíamos intuir por otros factores, como la comunicación no verbal, qué es lo que nos está intentando transmitir el otro. Una experiencia que sucede, por ejemplo, cuando viajas a un lugar en el que no conocen tu idioma ni ningún otro que puedas haber aprendido. En ese caso, el pensamiento es lo que dirige los gestos que haces: si tienes hambre o quieres comer, harás el gesto de llevarte la mano a la boca; si tienes sueño, recostarás tu cabeza entre tus hombros y luego cerrarás los ojos.

Obviamente, el lenguaje no solo se encuentra en las palabras, también en los gestos. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando delimitamos la concepción de "lenguaje" a un campo verbal? Al fin y al cabo, es lo que nos distingue del resto de animales y especies, la capacidad de transmitir ideas y conceptos a través de palabras que ejercen de puente entre el significante y el significado. Entonces, ¿los animales también piensan solo que no pueden transformar su pensamiento en palabras? ¿Es así el pensamiento algo universal e independiente del lenguaje para todas las especies o realmente pensamos gracias al lenguaje? Se trata de una disyuntiva similar a la de qué vino antes, si el huevo o la gallina, pero tras muchas investigaciones se sabe, por ejemplo, que los niños aprenden a hablar después de pensar. Es decir, el lenguaje articula el pensamiento que ya estaba antes, pero que no se podía verbalizar.

Los chinos mandarines, cuando quieren decir "la semana que viene" están diciendo "semana baja" debido a que escriben verticalmente

Ahora bien, ¿cómo influye el idioma que hablamos en la manera en la que pensamos? Lo cierto es que hay palabras en otros idiomas que no se pueden traducir y aluden a un significado concreto para esa cultura que lo habla. Palabras como saudade que vienen de un lugar geográfico muy próximo al nuestro, de nuestros propios vecinos portugueses. En este ejemplo, muchos dirían que se traduce como "nostalgia alegre", pero en realidad el significado es más profundo y alude a un estado emocional que podemos creer haber experimentado, pero al no haber tenido de lengua materna el portugués, jamás estaremos del todo seguros a qué hace referencia (como mucho, si tenemos contacto durante años con portugueses nativos que la usen frecuentemente podremos sacar una idea más clara o definida).

El tiempo de los lenguajes

Asimismo, de vez en cuando surgen ciertas palabras orientales que expresan muchas cosas con tan solo unos caracteres. Y cierto que ello responde a la idiosincrasia de una cultura particular, pero más allá de esto, ¿puede influir un idioma concreto en algo tan abstracto como es la percepción del espacio y del tiempo de quienes lo hablan? Evidentemente, sí, ya que es algo que se ve en la propia dirección de lectura o escritura. Lera Boroditsky, una científica cognitiva que es experta en todo lo que tiene que ver sobre cómo el lenguaje moldea nuestro pensamiento, postula que los angloparlantes ven el tiempo como una línea horizontal y de izquierda a derecha, al igual que hacemos nosotros, los hispanohablantes, como repasa un artículo reciente de los periodistas Miriam Frankel y Matt Warren en la BBC.

Foto: Familia tagalo, Filipinas (Fuente: iStock)

Esto es porque leemos y escribimos de izquierda a derecha y de arriba a abajo, algo que no sucede con los musulmanes o los hebreos, quienes lo hacen al revés. En este sentido, si les pidiéramos que ordenasen un álbum de fotos en sentido cronológico, de forma automática empezarían colocando las más antiguas en la derecha, al revés de como haríamos nosotros. Por otro lado, los que hablan chino mandarín ven el tiempo como una línea vertical: arriba representa el pasado y abajo el futuro. También tienen términos como xia, que significa debajo, para hablar de eventos que sucederán próximamente. Por ello, cuando quieren decir, por ejemplo, "la semana que viene" están diciendo "semana baja". Y esto es porque el mandarín, en su forma tradicional, se escribe de manera vertical, desde la parte superior de la página hasta la parte inferior.

Uno de los experimentos más curiosos para comprobar cómo nuestra concepción del tiempo viene dada según el lenguaje que hablemos fue el publicado en 2011 en Psychonomic Bulletin & Review cuando se propuso a una serie de participantes que hablaban idiomas diferentes para ver cómo de rápido resolvían si una imagen era del pasado o del futuro. Les proyectaron una serie de imágenes del estilo de ciencia ficción y ellos debían pulsar un botón a izquierda si pensaban si se trataba de una imagen del pasado o a la derecha de futuro. Sorprendentemente, esto lo hacían bastante bien los angloparlantes, a diferencia de los que leen en sentido inverso.

Chen descubrió que para los que no tenían un concepto lingüístico muy marcado del futuro pensaban más a largo plazo en sus acciones cotidianas

Pero, ¿qué ocurre con los bilingües? El hecho de saber dos idiomas muy opuestos entre sí puede llevar a curiosas confusiones. En ese mismo estudio, se descubrió que las personas bilingües pueden tener dos puntos de vista diferentes sobre la dirección temporal, especialmente si han aprendido ambos idiomas en una edad temprana. Todo se revuelve cuando acudimos a idiomas más minoritarios o de culturas más alejadas del espectro occidental. Las culturas indígenes de los aymara, habitantes de los Andes chilenos, peruanos, bolivianos y argentinos, la palabra "futuro" en su lengua significa "atrás del tiempo", razonando que, al no poder asomarnos a lo próximo, seguramente venga desde atrás, es decir, del pasado.

"De hecho, cuando los aymaras hablan del futuro tienden a hacer gestos como hacia atrás", explican desde el diario británico. "Los que hablan mandarín también lo ven así, ya que llaman al día de anteayer "día de frente" y al pasado mañana, "día de detrás". Por ello, aquellos que hablan estos dos idiomas tienden a confundirse y alterar su concepción de futuro y pasado. Suponemos que a la hora de la verdad, decidirán aquella perteneciente al idioma con el que están más familiarizados o versados.

Pasado, presente y futuro

Otra investigación más curiosa aún es la de Keith Chen, economista del comportamiento de la Universidad de California en Los Ángeles, quien analizó las diferencias respecto a la cosmovisión del futuro en los distintos lenguajes. Mientras que en el alemán, el chino, el japonés, el holandés o los escandinavos no hay barreras lingüísticas entre presente y futuro (viendo a los dos como parte del mismo concepto), otros como el inglés, el francés, el italiano, el español y el griego tienen una concepción del futuro mucho más alejada del presente. Para los primeros, el futuro es algo que está haciéndose continuamente, mientras que para el segundo es algo completamente separado e independiente del presente.

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Chen descubrió que para los que no tenían un concepto lingüístico muy marcado del futuro pensaban, precisamente, más a largo plazo en sus acciones cotidianas. Tenían un 31% más de probabilidades de haber ahorrado más dinero, un 24% menos de engancharse al tabaco, un 29% más de ser físicamente más activos y un 13% menos de desarrollar obesidad. "Este resultado se mantuvo incluso cuando se tomaron en cuenta factores como el estatus socioeconómico de cada uno de ellos y su religión", recalcó la autora del estudio publicado en American Economic Review.

Evidentemente, el idioma no influye de una manera tan marcada en la cultura o costumbres de una cultura determinada, al menos a simple vista. Más aún cuenta qué sistema político hay en este momento y su relación con los que ha habido en el pasado, así como las creencias religiosas o los factores socioeconómicos, como decíamos. Pero es curioso desde un punto de vista antropológico ver cómo a veces también el lenguaje da forma a nuestra manera de ver el mundo que, por fortuna, no es la misma. Así de rico y asombroso es el mundo en el que vivimos.

Una de las grandes preguntas filosóficas de la historia de la humanidad ha sido determinar qué viene antes, si el lenguaje o el pensamiento. ¿Hablas cuando piensas, piensas antes de hablar o hablas sin pensar? Si no pudiéramos poner palabras a nuestros pensamientos, este no serviría de nada, pues deberíamos intuir por otros factores, como la comunicación no verbal, qué es lo que nos está intentando transmitir el otro. Una experiencia que sucede, por ejemplo, cuando viajas a un lugar en el que no conocen tu idioma ni ningún otro que puedas haber aprendido. En ese caso, el pensamiento es lo que dirige los gestos que haces: si tienes hambre o quieres comer, harás el gesto de llevarte la mano a la boca; si tienes sueño, recostarás tu cabeza entre tus hombros y luego cerrarás los ojos.

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