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Experimentar miedo no es malo: así es como el terror puede estar ayudando a tu cerebro
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Experimentar miedo no es malo: así es como el terror puede estar ayudando a tu cerebro

Desde pequeños, comenzamos a sentir atracción por las historias de miedo sobre monstruos y fantasmas, crecemos y el terror crece con nosotros, porque nunca deja de tomar formas adaptándose a cada edad y a cada persona

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Por lo general, el miedo no suscita placer, sino que huimos de él sin pensarlo. Categorizado como una de las emociones negativas, parece surgir de otro plano donde no transitan las demás emociones, un plano quizás abandonado por el extraño impulso de huir.

Dicen que se interpone entre nosotros y nuestros sueños, que nos reclama lo oculto en lo más profundo de nuestras entrañas. Sin embargo, su poder va mucho más allá. Si bien es cierto que el miedo puro no resulta nada agradable, he ahí mismo la clave de esta indeseada emoción.

Foto: Imagen de la película El Resplandor

Lo cierto es que el miedo siempre ha estado en constante evolución desde hace millones de años para, simplemente, protegernos del peligro. ¿Y si en ese estado de tensión también podemos encontrar comportamientos placenteros? Aunque no lo creas, existe algo llamado miedo recreativo, una forma de miedo poco explorada que surge del placer mismo.

Un placer innato

Basta mirar a los bebés para encontrar este miedo. Desde una edad muy temprana, a las personas parece encantarnos que nos asusten con eso del "cucu, trás". Vamos creciendo y el "pilla pilla" y el escondite se convierten en nuestros juegos favoritos. En muchos casos, además, los niños y las niñas ya comienzan a sentirse a traídos por las historias de miedo sobre monstruos y fantasmas. El terror no deja de tomar formas adaptándose a cada edad y a cada persona.

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Hay a quien le gustan las montañas rusas y el vértigo de lanzarse en paracaídas, hay a quien le interesan más los videojuegos o el cine terror. Hay a quien le gusta todo esto. La mayoría de nosotros nunca perdemos nuestra peculiar atracción por el miedo recreativo, incluso si nos tapamos los ojos ante la muerte y la sangre. Todos convivimos, de una u otra forma, en esa distancia segura del juego y la fantasía. Pero, ¿cómo lo hacemos exactamente?

Una de las hipótesis que más exploran los investigadores en este asunto es que el miedo recreativo es una forma de comportamiento de juego simple que está muy extendida entre los animales, pero que se mantiene entre los humanos de manera omnipresente.

Huyendo de la realidad

"Cuando un organismo juega, aprende habilidades importantes y desarrolla estrategias para sobrevivir. Lo mismo con los humanos. Cuando jugamos, aprendemos cosas importantes sobre el mundo físico y social, y sobre nuestro propio mundo interior", señala al respecto Mathias Clasen en Smithsonian. Cuando se trata de actividades recreativas de miedo, desde jugar al escondite hasta ver películas de terror, "jugamos con el miedo, desafiamos nuestros límites y aprendemos sobre nuestras propias respuestas fisiológicas y psicológicas al estrés. En otras palabras, el miedo recreativo en realidad podría ser bueno para nosotros".

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De hecho, según Clasen, algunas personas con problemas de salud mental, como el trastorno de ansiedad y la depresión, obtienen alivio del horror recreativo. "Tal vez se trate de escapar de la anhedonia o estancamiento emocional durante un rato", sugiere este profesor especializado en el miedo como materia que lleva años estudiando los efectos psicológicos y sociales del compromiso con este miedo.

A través de sus investigaciones ha comprobado que el mismo mejora la capacidad de las personas para hacer frente al estrés y la ansiedad. De la misma forma, otro estudio dirigido por Coltan Scrivner ha descubierto recientemente que las personas que ven muchas películas de terror exhibieron una mejor resiliencia psicológica durante el primer confinamiento por Covid-19 que las personas que se mantienen alejadas de las películas de miedo. Así, los datos hasta la fecha apuntan que quienes transitan el terror desde la voluntad misma han entrenado su habilidad para regular su propio miedo al jugar con él.

Por lo general, el miedo no suscita placer, sino que huimos de él sin pensarlo. Categorizado como una de las emociones negativas, parece surgir de otro plano donde no transitan las demás emociones, un plano quizás abandonado por el extraño impulso de huir.

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