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Por qué hay personas que comen mucho y otras muy poco cuando tienen estrés
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EL HAMBRE EMOCIONAL

Por qué hay personas que comen mucho y otras muy poco cuando tienen estrés

Sufrir síntomas relacionados con la ansiedad puede hacer que se resienta tu apetito o, al contrario, que no dejes de abrir el frigorífico por las noches. ¿Cuál es su causa y cómo podemos solucionarlo?

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Seguramente te hayas preguntado más de una vez por qué tienes tanta hambre cuando estás nervioso. Y también si sientes lo contrario: tienes tanto estrés que el estómago se te cierra y eres incapaz de llevarte nada a la boca. Dependiendo de la persona, el estrés produce atracones o períodos de ayuno. Pero, más allá de este hecho, ¿acaso tiene una función biológica o evolutiva? Ya que el estrés es un estado fisiológico y psicológico que durante siglos ha servido a la humanidad para responder a los ataques, ¿cuál es la relación que guarda con el apetito o con la comida?

En primer lugar, cabe señalar que nuestro cerebro y nuestro intestino están en constante comunicación, como explica un reciente artículo de 'Live Science'. Así, influye de manera notoria en nuestras ganas de comer. Por otro lado, existen dos tipos de ansiedad: la aguda y la crónica. La primera es un mecanismo de respuesta del cerebro a un factor repentino, intenso o inesperado, mientras que la segunda no es tan intensa, afortunadamente, pero sí que puede desarrollarse durante más tiempo y está relacionada con nuestras propias circunstancias personales.

Los alimentos ricos en grasas y azúcares "amortiguan la respuesta del cuerpo al estrés", de ahí que sean tan adictivos

Así, lo primero que habría que hacer sería una distinción entre ambos tipos de estrés. Si es crónico, estás más predispuesto a sentir una apetencia por alimentos ricos en calorías, azúcares y grasas; en caso de ser agudo, la sensación del estómago cerrado es mucho más frecuente, ya que tu cuerpo y tu cabeza está haciendo frente a una situación inesperada, centrando toda su atención en ella.

La grelina, la leptina y el cortisol

Por otro lado, el apetito es bastante relativo, aunque en teoría viene regido por las hormonas del hambre, entre ellas la grelina y la leptina. Estas cumplen distintas funciones que nos avisan de que necesitamos llevarnos algo a la boca, aunque su incidencia en el organismo viene determinada por factores externos, entre ellos lo muy estresados que estamos ante cualquier actividad. La leptina se libera en el tejido adiposo, inhibe el apetito y promueve la saciedad. Según distintos expertos, los niveles de leptina en sangre son proporcionales a la cantidad de lípidos de un individuo. La grelina, por su parte, regula el hambre, liberándose en el estómago y el páncreas. A su vez, estas dos hormonas quedan bajo la influencia de otra más conocida: el cortisol.

"No podemos eliminar el estrés de nuestra vida, sí que podemos encontrar maneras de lidiar con él sin pasar demasiada hambre o darnos atracones"

El hambre emocional se produce, por ejemplo, "cuando nos sentimos estresados, el cuerpo libera cortisol, lo que aumenta el apetito", asegura Rahaf Al Bochi, nutricionista internacional. Por ello, "muchos sufren antojos en los que ingieren una gran cantidad de grasas y azúcares". Este tipo de alimentos "amortiguan la respuesta del cuerpo al estrés", como comenta Ashley Bannister, 'coach' de alimentación, por su parte. "En consecuencia, es posible que te resulte difícil superar las ganas de comer por estrés, ya que existen mecanismos fisiológicos que nos predisponen a hacerlo". Y también está el factor psicológico: tendemos a ver este tipo de alimentos como si fueran premios, por lo que se activa nuestro mecanismo de recompensa.

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En cuanto a los episodios de estrés agudo, si en algún momento de tu vida los has sufrido seguramente hayas tenido la sensación del estómago vacío. Esta se produce por la acción de la epinefrina, que activa el mecanismo de lucha o huida en el organismo, disminuyendo el apetito. Pero, por otro lado, también actúa el cortisol, lo que puede hacer que sientas un tipo de hambre que es más mental que física. Ahora bien, ¿qué podemos hacer para no caer en la trampa de abrir el frigorífico cada vez que notemos síntomas relacionados con la ansiedad?

"Sal a caminar, habla con un amigo, báñate, respira profundamente, escucha música o medita", aconseja Al Bochi. Estos pasan por ser los típicos consejos para vivir con un mínimo de bienestar que, a pesar de ser un poco clichés, no conviene olvidar. Sobre todo, debes adaptar las mejores rutinas que impliquen cierta actividad física, relacionarte socialmente y también ratos para pasar tiempo en soledad que mejor encajen contigo. "No podemos eliminar el estrés de nuestra vida así como así, pero lo que sí que podemos hacer es encontrar maneras de lidiar con él sin empacharnos o pasar demasiada hambre".

Seguramente te hayas preguntado más de una vez por qué tienes tanta hambre cuando estás nervioso. Y también si sientes lo contrario: tienes tanto estrés que el estómago se te cierra y eres incapaz de llevarte nada a la boca. Dependiendo de la persona, el estrés produce atracones o períodos de ayuno. Pero, más allá de este hecho, ¿acaso tiene una función biológica o evolutiva? Ya que el estrés es un estado fisiológico y psicológico que durante siglos ha servido a la humanidad para responder a los ataques, ¿cuál es la relación que guarda con el apetito o con la comida?

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