Es noticia
El Leviatán que todo lo engulle: por qué las ideas de Hobbes sostienen las naciones que habitamos
  1. Alma, Corazón, Vida
'EL MONSTRUO DE MALMESBURY'

El Leviatán que todo lo engulle: por qué las ideas de Hobbes sostienen las naciones que habitamos

Hace más de cuatro siglos desde que el filósofo inglés publicó su obra más influyente. Ahora, un ensayista español rescata su vida y legado para buscar respuestas a los grandes conflictos políticos de hoy en día

Foto: Thomas Hobbes (Fuente: Wikimedia)
Thomas Hobbes (Fuente: Wikimedia)

"Mi madre dio a luz a dos gemelos: yo mismo y el miedo". Se suele decir que durante sus años de infancia, el filósofo inglés del siglo XVI Thomas Hobbes, vivía atemorizado por la Armada Invencible de Felipe II. Lo cierto es que, en un período tan convulso para Inglaterra como el que le tocó vivir, daba igual de donde viniera la amenaza. El miedo estaba por todas partes. La posibilidad de pacificación social, lejana. Esta sensación de temor ante una invasión extranjera o a una guerra civil le acompañó durante toda su vida. Había quedado traumado por los conflictos bélicos internos acaecidos, por lo que su mayor preocupación filosófica nació de la necesidad de hacer frente al miedo con la razón para instaurar la paz en el territorio.

Y así, Hobbes abogó por la creación de un Estado soberano en el que todos sus ciudadanos depositaran sus derechos y libertades a cambio de seguridad y protección. De lo contrario, el pueblo estaría abocado hacia la autodestrucción por su egoísmo, su necesidad de preservación y su pavor a la muerte, el más capital de todos los temores. Su famosa frase "el hombre es un lobo para el hombre" figura en la cultura popular como un viejo cliché que retrata una visión muy pesimista del ser humano, condenado siempre a la rivalidad y al enfrentamiento armado. Pero más allá de este 'lied' argumental, la obra del filósofo inglés, denostada en su época y rescatada más de dos siglos después, sigue vigente en la actualidad tanto para bien como para mal, dependiendo del momento político en el que se encuentren los sujetos que vuelven a él.

Fue rechazado y repudiado por sus coetáneos bajo la categoría de "ateo", un calificativo que Hernández Arias compara con el actual "fascista"

"En tiempos de crisis políticas y conflictos sociales, la atención suele concentrarse en sus teorías sobre la soberanía o en los medios para pacificar la sociedad", admite José Rafael Hernández Arias, filósofo, ensayista y traductor, quien acaba de publicar 'Thomas Hobbes. La biografía del 'monstruo de la política' (Arpa, 2022) en el que repasa la vigencia que tiene su pensamiento hoy en día y las muchas lecturas que han hecho de su obra, así como la negativa opinión que se le adscribe en los círculos progresistas al considerarle como uno de los puntales ideólogos del totalitarismo o de las monarquías absolutistas. Pero, al final, las lecturas del ayer siempre vienen empañadas con los ojos del hoy, y en ese sentido, en períodos más estables o pacíficos, se le reconoce como uno de los mayores impulsores del derecho civil o la necesidad de que el ser humano pueda convivir en paz y armonía basándose en pactos contractuales entre las diferentes partes, aun estando en disputa.

Razón materialista frente a religión

Hobbes, a fin de cuentas, ocupa un lugar muy concreto dentro de toda la historia de la filosofía política, siendo frecuentemente situado al lado de otros pensadores como Maquiavelo. En su época, fue rechazado por sus coetáneos bajo la categoría de "ateo", un calificativo que Hernández Arias compara con el "fascista" que se suele emplear hoy en día para minar la reputación de una persona. No en vano, la mayor parte de los conflictos sociales que arrastraba la Vieja Europa venían a raíz de la religión, que en Inglaterra materializó en el protestantismo y su libertad de confesión (a pesar de la filiación de la Corona con el catolicismo), lo que dio lugar a distintas sectas religiosas que operaban para derrocar al poder político.

"Lo único que intenta es neutralizar el problema religioso, ya que era la principal razón de conflictos bélicos internos en la sociedad"

"Declararse o ser declarado 'ateo' equivalía a ser un sociópata en la época de Hobbes", argumenta Hernández Arias, en conversación telefónica con este periódico. "Si no crees en Dios, no podías jurar sobre nada, no crees ni en el rey ni en la ley, nadie podía fiarse de ti". Por tanto, la no confesión era perseguida, pues Dios era el que salvaguardaba en aquellos años el honor y la respetabilidad de una persona, así como sus (escasos) derechos y libertades. Se podía creer en el cristiano o en el protestante, pero lo que no se podía consentir era declararse ateo. "El protestantismo se atomizó en distintas sectas con una relevancia política muy clara", añade el filósofo español. "Estas disponían de una teología política que buscaba dinamitar en cierta manera la monarquía al introducir elementos democráticos, querer prescindir de la Iglesia de Inglaterra o leer la Biblia como ellos querían. Y claro, eso tuvo unas repercusiones sociales muy considerables, inspirando primero la Revolución Francesa y luego la Revolución rusa".

placeholder Portada de 'Thomas Hobbes. La biografía del monstruo de la política' (Arpa, 2022)
Portada de 'Thomas Hobbes. La biografía del monstruo de la política' (Arpa, 2022)

El empeño de Hobbes fue, pues, hallar un sistema político perfecto que protegiera la seguridad de sus ciudadanos siguiendo un método científico materialista, y con ello negar la especulación y el oscurantismo religioso, que delegaba en aspectos inmateriales el destino de las acciones humanas. "Él intenta partir de elementos físicos", recalca Hernández Arias, "prescindiendo de cualquier argumentación metafísica". Así, diseña una nueva metafísica que parte de los cuerpos y del movimiento de estos, motivo por el cual se le coloca el adjetivo de "mecanicista". Esta visión fue en su día revolucionaria, ya que basó sus teorías sobre el hombre y la naturaleza en la geometría de Galileo (a quien conoció personalmente en la cárcel), alejándose de la superstición y centrándose en una explicación del mundo puramente material.

"Él era cristiano, no ateo", puntualiza el filósofo. "Lo único que intenta es neutralizar el problema religioso, ya que era la principal razón de conflictos bélicos internos en la sociedad". Por un lado, concibe al ser humano como un cuerpo cuyo mayor miedo es la muerte, que tiende a conservar su vida a cualquier precio. "Pero, al mismo tiempo, Hobbes realiza una antropología política y resuelve que lo que le mueve al hombre son las pasiones, lo cual es un problema porque deben controlarse si quiere convivir en paz con los demás". Entonces, hace una lectura ética basada en el principio de no hacer aquello que no querrías que te hicieran a ti y establece una serie de derechos naturales. Lo que falta es una figura de autoridad que garantice esos derechos y deberes: el Leviatán o Estado, sobre el que recaerá la soberanía absoluta a cambio de ofrecer seguridad, paz y prosperidad al resto.

Nada de igualdad, pura soberanía

Aquí, Hobbes se distanciará de la visión aristotélica del mundo, la cual consideraba al ser humano como "un ser sociable por naturaleza" y, por tanto, destinado a llegar a acuerdos y a organizarse. La opinión del filósofo inglés será mucho más negativa: no, no hay sociabilidad, todos los cuerpos son movidos por intereses propios. Esto también le diferenciará de la visión de Rousseau, que será la mayoritaria una vez llegue la Ilustración y que ve con ojos más benévolos al ser humano en su estado inicial. Para Hobbes, ese "estado de la naturaleza" implica conflictos irresolubles, de ahí que curiosamente términos con una connotación tan positiva hoy en día como "igualdad" para él tuvieran una carga negativa. No, no puede haber hombres iguales porque eso les llevaría a la autodestrucción constante. Tiene que haber una sola autoridad encargada de velar por el bienestar de todos, el Leviatán.

Foto: Rousseau y Hobbes.

¿Qué relación tiene el pensamiento de Hobbes con la corriente marxista? A fin de cuentas, el comunismo propuesto por Marx y Engels también aboga por un Estado fuerte que sea el centro de la vida social del individuo. Y, por otro lado, la doctrina hobbesiana no reconoce la propiedad privada, pues todos los bienes son de alguien solo si el Leviatán justifica y manifiesta que esos bienes le pertenecen. De ahí que "metan a Hobbes dentro del movimiento burgués incipiente que dará a luz al capitalismo liberal", remarca Hernández Arias. Algo diametralmente opuesto a lo que propondría Marx, la dictadura del proletariado que conduciría a una sociedad sin clases. Esto atenta contra los postulados de Hobbes, pues niega la igualdad económica y social en favor de una soberanía autocrática que despoja de todos los bienes y derechos a los ciudadanos a cambio de su seguridad y protección.

Tampoco cabría asignarle dentro de la tónica totalitaria del fascismo, ya que en todo momento propone un Estado ideológicamente neutro que vele por el bienestar de toda la nación, sin que factores como la raza sean excluyentes. Ello no le exime de ver a las monarquías absolutas como la forma de gobierno más perfecta que podría haber. ¿Por qué no una democracia liberal, como más tarde se iría consolidando? "Porque si el poder recae sobre un solo soberano, es lógico que haya menos corrupción que si cae sobre otros muchos más individuos", responde Hernández Arias. "La monarquía roba a unos pocos, mientras que si es un gobierno de muchos, estos robarán a muchos más".

Profeta de la política internacional de nuestros tiempos

Una de las ideas más brillantes que dejó el filósofo inglés y que recupera Hernández Arias es la convicción de que un estado de guerra entre Estados es preferible al estado de naturaleza entre individuos, puesto que mientras se desarrolla la guerra allende sus fronteras, se mantiene la paz dentro del territorio. Una teoría que se convierte en realidad durante el siglo XX, tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo se divide en dos bloques o 'superleviatanes': Estados Unidos a un lado y la Unión Soviética en el otro. Nada garantiza más la paz interna que una guerra externa. Ante todo, el objetivo del Leviatán será evitar la guerra civil, que Hobbes alegoriza como una enfermedad terminal de los Estados.

"Las naciones son como gladiadores que pelean entre sí. La resolución es crear una especie de 'superleviatán' para mediar en conflictos"

"Nosotros pacificamos el interior, evitamos las tensiones internas y llevamos los conflictos fuera de nuestras fronteras", comenta el filósofo experto en Hobbes. Este es el pretexto político de tantos países para constituirse como imperialistas o colonialistas. Hay que hacer imperio, evitar cualquier espíritu de secesión interna (otra enfermedad del Estado), mantener la unidad. Y, una vez constituidos, el contexto internacional que se crea es el estado de naturaleza entre Estados, lo cual es más preferible a un estado de naturaleza entre individuos de un estado. "Esta es la corriente realista de las relaciones internacionales", explica Hernández Arias. "Las naciones son como gladiadores que pelean entre sí. La resolución que propone es crear una especie de 'superleviatán' para mediar en este tipo de conflictos, lo cual a día de hoy es un asunto vigente, por ejemplo, en los debates sobre el futuro de la Unión Europea. ¿Cómo se podría conseguir un gran Estado europeo con soberanías nacionales tan fuertes que cedan para llegar a pactos y acuerdos?".

Foto: Los presidentes del Consejo Europeo, Francia y la Comisión Europea, antes de hablar con la prensa en Versalles. (Reuters/Sarah Meyssonnier)

Sin embargo, hay una salvedad en la lista de deberes que tienen los súbditos con su soberano. Esto es lo que Hobbes llama un "derecho de resistencia", el cual postula que en caso de que el Leviatán entre por capricho o interés personal en una guerra con otro Estado, el ciudadano tiene derecho a negarse a ir en calidad de soldado, pues prima más el deber del gobernante de velar por su seguridad y protección. Este es un conflicto de difícil resolución en Hobbes, pues al final contradice otras obligaciones que contrae el súbdito con su soberano. Sin embargo, y por desgracia, hemos podido asistir a esta situación que plantea Hobbes recientemente, con las imágenes de las fronteras rusas repletas de ciudadanos buscando asilo en naciones vecinas como Georgia ante su negativa a combatir en la guerra contra Ucrania.

Como decíamos, tristemente no hemos superado a nivel político muchos de los conflictos de intereses de los que advirtió Hobbes hace ya más de cuatro siglos, cuando defendió sus tesis para un Estado absolutista. Ahora, el territorio parece haber cambiado (la entrada de la cibernética como nuevo campo de juego, por ejemplo), pero las reglas son las mismas: Estados nación que pretenden conseguir soberanía mediante un estado de naturaleza con otros Estados, es decir, mediante el uso de la fuerza.

El 'Monstruo de Malmesbury'

Aunque la filosofía política de Hobbes parece superada, antigua, el Leviatán de la Edad Contemporánea lucha día a día por alcanzar su hegemonía, pensemos en otro nuevo actor internacional como China tras el ocaso de la Guerra Fría. En un mundo utópico, como concluye Hernández Arias, "habría un 'superleviatán' construido a partir de acuerdos y pactos entre todos los actores internacionales". Pero eso, lógicamente, sería un Estado mundial o universal que socavaría con la propia idea de soberanía nacional de cada país. Solo entonces y quizá, las teorías de 'el monstruo de Malmesbury', como le llama el experto español, quedarían superadas.

La ONU, un organismo nacido al calor del final de la Segunda Guerra Mundial, podría verse como ese intento fallido de 'superleviatán', ya que no es garantía de paz mundial y entre países. Por ello y por desgracia, no deberíamos extrañarnos por el clima de guerra internacional que planea desde hace meses y que parecía superado tras el fin de la Guerra Fría: la fuerza bruta propia del estado de naturaleza entre naciones no es más que la legitimización de su soberanía. La pugna de los lobos no ha terminado todavía.

"Mi madre dio a luz a dos gemelos: yo mismo y el miedo". Se suele decir que durante sus años de infancia, el filósofo inglés del siglo XVI Thomas Hobbes, vivía atemorizado por la Armada Invencible de Felipe II. Lo cierto es que, en un período tan convulso para Inglaterra como el que le tocó vivir, daba igual de donde viniera la amenaza. El miedo estaba por todas partes. La posibilidad de pacificación social, lejana. Esta sensación de temor ante una invasión extranjera o a una guerra civil le acompañó durante toda su vida. Había quedado traumado por los conflictos bélicos internos acaecidos, por lo que su mayor preocupación filosófica nació de la necesidad de hacer frente al miedo con la razón para instaurar la paz en el territorio.

Filosofía Social Inglaterra
El redactor recomienda