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¿Quién definió el hecho de que el norte está en la parte superior de los mapas?
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¿Quién definió el hecho de que el norte está en la parte superior de los mapas?

Aprendemos desde pequeños a dividir en cuatro el mundo que habitamos. Sin embargo, si ya no nos extraña ver el Polo Norte en la parte superior del mapa, en algunos lo que aparece en la parte superior es el Polo Sur, o incluso ni eso

Foto: Fuente: iStock.
Fuente: iStock.

Vayas donde vayas, nunca pierdas el norte, dice la sabiduría popular. Una sola palabra basta para ubicar lugares tan dispares como Costa Rica y Armenia, o Islandia y Kenia, o España y Japón. Porque el norte siempre apunta hacia arriba. Y ahí, arriba, están todos ellos. Sin embargo, a pesar de la omnipresencia mental de esta representación, nuestra forma de orientarnos no tendría por qué tener valor físico. Sin embargo, como código adquiere esa universalidad, ese carácter fijo. Pero, ¿desde cuándo es así?

Aprendemos desde pequeños a dividir en dos el mundo que habitamos, y luego en cuatro. Si bien lo más correcto es decir que el este (oriente o levante) si sitúa en la dirección por donde sale el sol, el este (occidente o poniente) en la dirección por donde se pone dicho astro, y el norte pues (septentrional o boreal) está en la dirección hacia la izquierda respecto al este, a medida que nuestra conciencia se estandariza, asumimos lo que vemos, y es en esa visión donde nos ubicamos: que el norte está en la parte superior, que el sur en la parte inferior y, de la misma forma, que el este conforma el lado derecho y el este el lado izquierdo.

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En cualquier caso, si ya no nos extraña ver el Polo Norte en la parte superior del mapa, en algunas cartografías lo que aparece en la parte superior es el Polo Sur, o incluso ni eso. La observación de este tipo de mapamundis parece socavar nuestros hitos habituales, dando la impresión de que el mundo está al revés. Pero no, estas representaciones no son menos valiosas que las demás, por eso de que todo depende de los ojos con que se mire.

El mundo tangible

No se trata de mapas antiguos, que también, pero así aparece aún en el mismísimo mapa del australiano Stuart MacArthur, que data de 1970. Sus compañeros de intercambio en Estados Unidos se burlaron de él por ser del "fondo del mundo", y en cuanto pudo decidió cambiar esa perspectiva. No obstante, para colocarnos en contexto, nunca mejor dicho, hay que remontarse a la Edad Media. Con las primeras posibilidades de plasmar el mundo en algo fácilmente tangible, los cartógrafos tenían otras reglas que las que siguen hoy.

placeholder Primera impresión del curioso mapa del mundo de Stuart MacArthur, con el sur en la parte superior, publicado en 1979. Fuente: RareMaps.com
Primera impresión del curioso mapa del mundo de Stuart MacArthur, con el sur en la parte superior, publicado en 1979. Fuente: RareMaps.com

Ya hacia el año 150, el geógrafo griego Claudio Ptolomeo había recopilado en su obra 'Geografía' los conocimientos geográficos y cartográficos de la época del Imperio Romano. Este atlas estableció varias convenciones fundamentales en la historia de la humanidad, como la de considerar el ecuador como base de la latitud o la necesidad de situar el norte en la parte superior.

Según explica la ingeniera topográfica Jessica Vanessa Cagüeñas en 'ArcGIS', nunca se hallaron los mapas confeccionados Ptolomeo, pero "el hecho de que su 'Geographia' contenga miles de referencias a distintas partes del viejo mundo e incluso coordenadas de varias de ellas, hizo posible que los cartógrafos reconstruyesen la visión del mundo de Ptolomeo cuando el manuscrito fue redescubierto cerca del año 1300", asegura Cagüeñas.

placeholder El mundo según Ptolomeo. Fuente: Wikipedia.
El mundo según Ptolomeo. Fuente: Wikipedia.

Los tres continentes conocidos

Para entonces, el llamado mapa "T en O" (o TO) ya existía. Este tipo cualitativo y conceptual de cartografía medieval representa solo la mitad superior de una Tierra esférica. ¿Cómo? Con los tres continentes conocidos de la época. A saber, África a la derecha, Europa a la izquierda y Asia en la parte superior. En esta cartografía, el norte apunta más a la izquierda de lo que nuestra noción contemporánea pudiera reconocer. El motivo de esta representación, obviamente, tiene que ver con los principios que se siguieron para llevarla a cabo: un marco de pensamiento religioso que bordeaba todos los ámbitos de la vida. Con ello, además, el sol naciente está en el este, donde además estaría el cielo.

placeholder El mundo según el modelo T-O. Fuente: Wikipedia.
El mundo según el modelo T-O. Fuente: Wikipedia.

Es de suponer, explica Michael Livingston en 'Mitos de mapas medievales modernos: el mundo plano, antiguos reyes marinos y dragones', que para realizar estos esquemas del planeta sus autores consideraron tácitamente una proyección conveniente de la parte habitada de los territorios de los que tenían constancia en la época romana y medieval, y esos componían la mitad templada del norte del globo. "La T es el Mediterráneo, dividiendo los tres continentes: Asia, Europa y África. La O es el Océano circundante a todo. Jerusalén generalmente estaba representada en el centro del mapa. Consideraban que Asia debía ser más o menos la suma de los otros dos continentes".

Fue en el siglo XVI, con la obra del matemático y geógrafo flamenco Gerardus Mercator, que el asunto de los hemisferios ascendió a la categoría de norma: había cuatro partes y un punto céntrico

No hace falta recordar que, a lo largo de su camino, la ciencia ha ido tomando forma trepando por los mismos muros de las doctrinas religiosas que moldearon el pensamiento previamente. Por ejemplo, con estas nociones como base, en los mapas T-O situaban el paraíso o el jardín del edén. Este lugar bíblico, creían, tenía que estar por donde el sol aparecía, es decir, por Asia. Y Asia, claro, estaba situada en la parte superior del mapa. Y Asia era el este. A pesar de estas ideas, la visión de Ptolomeo siempre siguió tomando forma, tanto que su vigencia ha llegado hasta la actualidad como una convención universal.

placeholder Fuente: iStock.
Fuente: iStock.

Fue en el siglo XVI, con la obra del matemático y geógrafo flamenco Gerardus Mercator, que el asunto de los hemisferios ascendió a la categoría de norma: había cuatro partes y, por tanto, un punto céntrico. En 1569, de hecho, Mercator desarrolló una de las cartas más importantes, utilizando una proyección esencial para los marineros de la época. Sin embargo, sabemos que esta proyección está completamente distorsionada, exagerando Europa y América del Norte en detrimento de África y América del Sur.

A pesar de ello, hasta 2018, la aplicación de Google Maps basó sus vértices digitales en modelos continuados de aquella cartografía. Gracias a los análisis y críticas que cada vez más usuarios hacían llegar a la empresa, finalmente modificó sus planos a la realidad para no perder el sur.

Vayas donde vayas, nunca pierdas el norte, dice la sabiduría popular. Una sola palabra basta para ubicar lugares tan dispares como Costa Rica y Armenia, o Islandia y Kenia, o España y Japón. Porque el norte siempre apunta hacia arriba. Y ahí, arriba, están todos ellos. Sin embargo, a pesar de la omnipresencia mental de esta representación, nuestra forma de orientarnos no tendría por qué tener valor físico. Sin embargo, como código adquiere esa universalidad, ese carácter fijo. Pero, ¿desde cuándo es así?

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