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¿Acaparador o coleccionista? Estas son las 12 principales diferencias, según los estudios
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¿Acaparador o coleccionista? Estas son las 12 principales diferencias, según los estudios

Quien más quien menos colecciona monedas, sellos o pokémon, pero a veces la línea con la simple acumulación es difusa, y por ello una nueva investigación ha tratado de diferenciar ambas personalidades

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Hay una paradoja propia del curioso mundo en el que vivimos: menos es más. En otras palabras, lo diáfano es sinónimo de riqueza. En las casas de los ricos suele haber pocos objetos, puesto que en los últimos tiempos la máxima es que lo barroco o excesivamente recargado no tiene cabida en el espacio de alguien que puede permitirse tener cualquier cosa. Versalles demuestra que, en otro tiempo, las cosas fueron muy diferentes, pero coleccionar cosas ha quedado en el presente para aquellos que no pueden permitírselas.

Tal vez tenga sentido: apreciamos los objetos cuando no podemos reemplazarlos fácilmente por otros. Pero seamos ricos o pobres, todos tenemos uno al que guardamos especial cariño. Hay un momento en que no se trata solamente de un objeto, sino que establecemos un vínculo afectivo y emocional con él, como le sucedía a Ciudadano Kane con su famoso Rosebud. Desde los cómics de nuestra infancia a una colección de imanes que compras siempre que viajas a algún sitio, todo el mundo tiene un objeto 'fetiche'. Nos solemos llamar coleccionistas, pues el término en un mundo capitalista ha cobrado un matiz antes impensable: tenemos tantas cosas a nuestra disposición que podemos permitirnos coleccionar lo más peculiar o extraño. Monedas, sellos o figuras de 'Bola de Dragón', incluso pokémon. Ninguno nos salvamos.

En una época en la que el consumismo es la norma, los psicólogos aseguran que la línea entre el comportamiento de compra saludable y el patológico se ha vuelto borrosa

Ahora bien, ¿coleccionista o acaparador? ¿En qué espectro nos movemos? El pobre Diógenes sigue teniendo la mala fama de un síndrome que poco tiene que ver con él (no tenía ninguna posesión, al fin y al cabo), pero sirve para establecer señales de peligro: la acumulación compulsiva consiste en la incapacidad de deshacerse de los objetos, al punto que la persona afectada se incomoda si alguien más toca sus cosas o le angustia la idea de desechar o separarse de estas, aunque no supongan nada sentimental o afectivo para ella (y aquí reside la clave).

Durante la pandemia, a muchas personas les dio por acaparar papel higiénico, y es que en una época en la que el consumismo es la norma, los psicólogos aseguran que la línea entre el comportamiento de compra saludable y el patológico se ha vuelto borrosa: hay un reto para diferenciar entre el coleccionismo antes mencionado (que se aplica al 30% de los adultos) y el acaparamiento. Para identificar posibles diferencias, Nordsletten y compañía (2013) realizaron un estudio en Londres, entrevistando y encuestando a 29 participantes a los que se les diagnosticó trastorno de acumulación y a 20 participantes que se identificaron como coleccionistas, según informa 'Psychology Today'.

Las diferencias

En total, llegaron a la conclusión de que son 12 los puntos que separan a unos de otros:

Selectividad. (Los coleccionistas se centran en objetos particulares, los acaparadores recolectan indiscriminadamente).

Planificación. (Los coleccionistas planifican cuidadosamente sus adquisiciones, los acaparadores no lo hacen).

Adquisición excesiva. (Los coleccionistas suelen limitar los objetos a una habitación, frente a los acaparadores que ocupan todo su espacio vital).

Desorden. (Los coleccionistas organizan cuidadosamente, mientras que los acaparadores no lo hacen).

Angustia. (Los coleccionistas disfrutan del proceso, los acaparadores reportaron angustia debido al desorden).

Deterioro social. (Los coleccionistas no muestran deterioro social, pero los coleccionistas a menudo no estaban casados y se retraían socialmente).

Discapacidad ocupacional. (Los acaparadores reportaron un alto nivel de discapacidad en el trabajo, mientras que los coleccionistas no lo hicieron).

Motivaciones. (Las razones de los acaparadores para coleccionar eran diferentes: pensaban que los objetos podían ser útiles para el futuro).

Identificación. (Los coleccionistas se autoidentifican así, y los acaparadores no lo hacen de ningún modo).

Otras afecciones psiquiátricas. (Si bien las afecciones psiquiátricas fueron comunes en ambos grupos, los acaparadores tenían mayor prevalencia de trastornos de salud mental y por consumo de sustancias).

El coleccionista establece un vínculo emocional o afectivo con el objeto, elegido con cuidado. El acaparador no lo hace

Como última curiosidad, según el estudio, los coleccionistas eran más educados y tenían casas más grandes. Esto converge con lo dicho al principio del artículo: los acaparadores tienden a tener ingresos más bajos, según varias investigaciones, lo que nos llevaría de nuevo a las casas diáfanas o recargadas. Aunque el problema sin duda es más complejo, en relación con los problemas de salud mental y los ingresos.

Hay una paradoja propia del curioso mundo en el que vivimos: menos es más. En otras palabras, lo diáfano es sinónimo de riqueza. En las casas de los ricos suele haber pocos objetos, puesto que en los últimos tiempos la máxima es que lo barroco o excesivamente recargado no tiene cabida en el espacio de alguien que puede permitirse tener cualquier cosa. Versalles demuestra que, en otro tiempo, las cosas fueron muy diferentes, pero coleccionar cosas ha quedado en el presente para aquellos que no pueden permitírselas.

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